Por Eliana López (*)
«Cuando me tocó recibir el título sentí mucha paz y mucho agradecimiento. En mis manos, encontré el certificado de que el que quiere, puede, pero puede, siempre acompañado con el amor de la gente que nos quiere y acompaña en la vida, y de todos aquellos que desean que la educación de nuestro país se expanda1».
El actual conflicto universitario, inédito por la intención violenta de deslegitimar al sistema, presenta una disputa mayor: que jóvenes y adultxs sean gradualmente expulsados de la posibilidad de ser parte de la universidad pública. Porque además de lxs herederos2, estudian muchxs jóvenes pobres y de clase media atravesados por diversas desigualdades. Y la universidad es, justamente, la mejor herramienta para reparar esas desigualdades. El contexto en el que ocurre este proceso viene dado por el desarrollo, la expansión y la masificación del sistema universitario ocurrida entre 2005 y 2015, que tuvo una clara impronta democratizadora e inclusiva. Esa etapa permitió poner a la universidad pública como horizonte posible para muchxs jóvenes-adultxs, propiciando otras primeras generaciones de estudiantes3. Muchxs fueron lxs primeros de sus familias en terminar el secundario y pudieron pensar en otros proyectos de estudio y/o trabajo. En este contexto, la educación superior se constituyó en un Derecho, y la universidad tuvo un mayor desafío: el de “pensarse”4 y construir nuevas agendas de política universitaria. En cada aula/taller se observó, en estos últimos años, una heterogeneidad de estudiantes, en su mayoría jóvenes, presentando una diversidad de trayectorias educativas, sociales y culturales. Las políticas de inclusión social y educativa marcaron las decisiones transversales del sistema público universitario, y particularmente de la UNC, para poder garantizar que sea pública, de todxs. En este marco, la trayectoria de la misma institución tomó otros recorridos, tensionando sus prácticas elitistas, tradicionales, donde cada unx estudiaba y resolvía, sobre la base de sus propios méritos y recursos, las condiciones en la que ingresaba, permanecía y egresaba. Los cambios ocurridos en ese periodo nos permitieron reconocer a nuestros estudiantes y sus diversas condiciones de vida, y decirles que la universidad les espera y los acompaña en sus proyectos de estudio con acciones inclusivas. En ese contexto, fueron configurándose nuevas agendas y demandas gremiales; por ejemplo, lxs estudiantes propiciaron hace 15 años la aprobación de un conjunto de Derechos Estudiantiles y hace 10 años, un régimen de estudiantes trabajadores y /o con personas a cargo, para aportar a las trayectorias estudiantiles. Se incorporaron también distintas herramientas de inclusión social y educativas. En el contexto de estas políticas, nuestros estudiantes mostraron que podían egresar en tiempo y forma con becas del Estado.
En la UNC, muchxs estudiantes estudian, trabajan, cuidan5. Nuestra ciudad universitaria es para muchxs jóvenes una “nueva sociedad”6, que implica acercar esa lógica pública, esos modos de lenguaje y de transitar la vida institucional y participar incluso de su gobierno. Aportar al proyecto de estudiar y llegar a egresar requiere una construcción de decisiones y aportes no sólo individuales, sino también familiares, pero sobre todo sociales/estructurales, además de políticas integrales que le compete a la universidad diseñar e implementar (económicas, sociales, educativas).
El proceso que está viviendo nuestro país se advierte en la profundización de las desigualdades: a nuestrxs estudiantes también se les está precarizando su vida. Las decisiones políticas del gobierno nacional están creando condiciones objetivas y subjetivas irreparables a corto plazo, porque comprometen seriamente los proyectos de estudio / trabajo de muchxs jóvenes, de una manera sistemática e integral7. Como lo expresaron los propios estudiantes: “nos están bombardeando”, “no sabemos qué más resignar, dejar de hacer”, “cansadxs”, “sino tengo el régimen8 y PROGRESAR, no podría estar acá”. “estamos frustrados”, “con mucha angustia y ansiedad”, muchxs trabajan varias horas en áreas de servicio donde les pagan un valor hora bajísimo. Pero también dicen estar muy comprometidos con sus estudios y con la universidad, y muy acompañadxs por sus amigxs y compañerxs de la Facultad9. Muchos estudiantes están realizando grandes sacrificios, reconfigurando el uso del tiempo al extremo, perdiendo el grado de autonomía que habían conseguido estos últimos años al tener que volver a depender de lxs adultos o de su trabajo. Así, está configurándose una nueva condición de vida estudiantil. Estudiar-trabajar-cuidar-viajar,en un contexto de crisis, marca otras decisiones para estudiantes, que llevan el uso del tiempo (al extremo). Comenzó a crecer el número de “estudiantes viajeros10”: ya no pueden residir en la ciudad y viajan desde su localidad, para ir a cursar; otrxs que salen a la mañana para ir trabajar, luego ir a cursar directo hasta las 21/22hs, sin alimentarse, ni descansar adecuadamente, es un cotidiano para muchxs. Estudiantes, ya no cuentan con el acceso a políticas de bienestar necesarias, sus familias deben reconvertir capitales para subsistir. Es decir, aparecen mayores dificultades al proyecto de estudiar, lo que lxs lleva a reconfigurar o tomar nuevas estrategias11 para permanecer: eligen/ coordinan qué día asistir a clases, cómo hacer trabajo grupal, cómo estudiar, generando acuerdos con sus compañerxs para sostenerse colectivamente.
El sistema público universitario, con la enorme fuerza de la masividad de más 2.500.000 de estudiantes, tiene que levantarse de esta incierta e injustificada situación de crisis. La universidad pública argentina es un patrimonio cultural, sentó incluso las bases de la conformación de nuestro estado nación y es la mejor herramienta de movilidad social. Desde 1918 marcó el deber de siempre pensar y transformarse para dar respuestas a los problemas de cada época, y no ser el bastión del mercado y de las elites dirigentes que, o la desconocen o intentan arrojar sospechas sobre su funcionamiento, ignorando sus objetivos de crecimiento y desarrollo para las jóvenes generaciones y para construir un país cada vez más independiente y soberano.
(*) Subsecretaria Académica de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
1 Palabras de Almendra, quien realizó sus estudios con becas nacionales y de la UNC.
2 Bourdieu, P. y Passeron (2003). Los herederos. Los estudiantes y la cultura.
3 Sobre Políticas educativas, de inclusión, democratización, primera generación y trayectorias, encontrarán desarrollo en López, Eliana (pp 62-64 -2020) Universidad Pública e inclusión: la incidencia del Programa de Becarios Ingresantes en jóvenes de condiciones desfavorables, primera generación de universitarios – 1a ed . – Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Ciencias Sociales 2020. Libro digital, (Maestría en Ciencias Sociales: 25 años / 6) online ISBN 978-950-33-1574-3.
4 Tomo los aportes de Carolina Scotto (2024), que reflexiona sobre la tarea de «pensar la universidad», es decir, de repensarla y transformarla constantemente. En Revista Estudios de CEA- Núm. 52 (2024): Las universidades públicas en América Latina: tensiones y desafíos. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/restudios
5 Además de reconocer los derechos de estudiantes trabajadores, el reconocimiento a las tareas de cuidado fue un gran avance.
6 Expresión de un Becario de la UNC, al hablar sobre la universidad y su experiencia, ante otros jóvenes.
7Juventudes (des)afectadas. Entre políticas públicas y los territorios. López Eliana,Eugenia Rotondi y Valentina Tomasini. Publicación de revista Intervención UAU,en edición.
8 Se refiere al régimen de estudiante trabajadxr o con personas a cargo, gestionado en la FCS.
9 Estamos realizando una investigación sobre los sentimientos y las condiciones de estudiantes de la UNC y la UNRC a inicios del primer cuatrimestre y al cierre del segundo cuatrimestre de este año.
10 Esa opción en este contexto es masiva: gran parte de estudiantes que residen en el interior provincial viajan a diario a la UNC, destinando más de dos horas diarias de viaje para venir a cursar, utilizando BEG. Más de 92.000 estudiantes universitarios tienen este beneficio y, de ellxs, 60.000 tienen el servicio interurbano, donde la mayoría son de la UNC.
11 Ver experiencias de estrategias estudiantiles, en Marini Daniela (2018). Estrategias que lxs estudiantes construyen en y con grupos de pares para pertenecer y sostenerse en la Universidad. FCS-UNC.https://rdu.unc.edu.ar/handle/11086/548367