“Aportar a caracterizar críticamente los procesos sociourbanos que moldean el hábitat”

Entrevista a Beatriz Pedro (*)

“Para poder hacer arquitectura es necesario conocer -además del hormigón, el acero y las viviendas-, los procesos sociourbanos que atraviesan nuestras ciudades”, sentencia la docente e investigadora argentina Beatriz Pedro. Y propone desarrollar nuevas materias en las carreras de grado, establecer conocimientos prioritarios, generar espacios de debates y “sostener una militancia universitaria activa”, que se proponga generar alternativas a la matriz territorial y productiva de nuestro país, que desde la independencia hasta el presente ha sido modelada por “políticas extractivistas y privatizadoras, que generaron la expulsión de la población de las provincias”.

Esta entrevista es parte de una serie que se produjo en el marco del XXVIII Encuentro de la Red Universitaria Latinoamericana de Cátedras de Vivienda/Hábitat (ULACAV), realizado en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) entre septiembre y octubre de 2022.

Este dossier, integrado por artículos y entrevistas a referentes académicos de toda América Latina, busca materializar uno de los ejes centrales de ese encuentro: la importancia de compartir y profundizar los sentidos y bases de las prácticas académicas, comprendiendo todo el espectro de posibilidades de los diferentes espacios formativos y valorizando -particularmente- los procesos y experiencias de trabajo territorial en el multidimensional y complejo campo de la vivienda y el hábitat. Los textos aquí reunidos, entonces, confluyen en el esfuerzo por reflexionar sobre las particularidades de cada lugar, al tiempo que señalan los puntos de contacto entre los países de la región, indispensables para una “integralidad del hábitat y sus fundamentos”.

 

AMBA: urbanización salvaje, especulación inmobiliaria y expulsión poblacional

Beatriz Pedro: El área metropolitana de Buenos Aires es una expresión de la matriz territorial y productiva de nuestro país, profundamente deformada. En el espacio en el que trabajo -el Taller Libre de Proyecto Social, una cátedra libre que desarrolla actividades de formación para el ejercicio profesional en el hábitat, con casi 20 años de recorrido- consideramos que está vinculado a que, desde la independencia hasta el presente, en nuestro país se han implementado políticas extractivistas y privatizadoras, que generaron la expulsión de la población de las provincias, para concentrarla bajo diferentes circunstancias en el área metropolitana de Buenos Aires, y también en las ciudades ricas de nuestro país, que van de Rosario hasta La Plata. Salvo en algún período en que se puso el eje en el mercado interno y en la sustitución de importaciones -no solo de la industria liviana, sino también de la pesada-, se generó una situación que puede graficarse como si el plano de Argentina fuera un embudo inclinado en dirección al área metropolitana, y en cada región, además, se dio la expulsión de la población local de las distintas localidades hacia los grandes centros urbanos. En este punto, hay que poner en discusión esa frase que acepta como positivo que el mundo se encamine hacia la urbanización, como si se pudiera analizar la ciudad sin el campo, o como si eso fuera natural.

Cuando analizamos el área metropolitana en particular, esa enorme concentración de población se encuentra en emergencia habitacional y ambiental. Y está sometida, en particular en las últimas décadas -si bien el negocio inmobiliario no es una novedad de este siglo, su exacerbación sí lo es-, a lo que algunos teóricos consideran como “extractivismo urbano”, que implica cómo hacer que cada pedazo de suelo -en función de su localización y a partir de las intervenciones del Estado a través de infraestructura, transporte o mejoramientos-, incremente su valor; y también a partir de aquello que se construya sobre el mismo, para que contribuya a su encarecimiento. Eso agravado debido a que, cuando se habla de “extractivismo urbano”, no es solo densificación para resolver problemas de vivienda, sino construcción para una inversión que no está en función del uso, sino de una reserva de valor. La situación es de una enorme gravedad y en la ciudad de Buenos Aires ese proceso ha tenido un incremento exponencial. Asistimos a un proceso de urbanización salvaje normalizada, porque se han aprobado códigos de planeamiento y de edificación que permiten la densificación y la verticalización de áreas enteras de la ciudad, con la idea de pasar de 3 millones a 6 millones de habitantes, lo que concentraría cada vez más población. A su vez, este extractivismo y estas inversiones van encareciendo sobremanera el suelo, y las viviendas se hacen cada vez más inaccesibles. Y esto impacta en que, siendo una ciudad que salió de las leyes del primer y segundo gobierno peronista con una gran cantidad de propietarios, ahora cuenta con cada vez menos propietarios y cada vez más inquilinos, quienes están en una situación de enorme gravedad por la ley de alquileres que aún está en discusión en el Congreso. 

Nosotros lo que caracterizamos es una urbanización salvaje, renovación urbana al servicio de esa especulación inmobiliaria -y no de las necesidades-, y un proceso expulsivo de miles de personas desde afuera del área metropolitana hacia adentro, que sufren una especie de choque de dos olas. La primera ola es la expulsión y la incertidumbre de dónde pueden radicarse. Antes iban a los segundos y terceros cordones del área metropolitana de cualquier ciudad, pero desde hace unas décadas se han establecido miles de hectáreas a favor de los barrios cerrados. Entonces ese territorio periurbano ahora está disputado. Nosotros estimamos algunos años atrás que tenemos prácticamente dos ciudades de Buenos Aires como barrios cerrados en la periferia, y eso implica tierra para menos gente y la situación contradictoria y paradojal de que los municipios destinan tierras a enormes barrios cerrados con muy poca gente, que al lado tienen a muchos barrios y población sin poder alquilar, situación agudizada además por la pandemia, con problemas objetivos y subjetivos como el hacinamiento y la violencia. Entonces, una de las olas que mencionaba es: la gente llega, se tiene que instalar en alguna parte y encuentra que el lugar que ocupó décadas anteriores ahora está disputado por otro “programas de necesidades”, como le llamamos nosotros. 

Por otro lado, en la propia ciudad los procesos de renovación urbana -cambios en subterráneos, en los metrobuses, en los códigos de edificación, etc.- generan que las zonas históricas de vivienda de élite se trasladen hacia los barrios populares, y expulsan a su población hacia los barrios de la propia periferia de la ciudad. Por lo cual tenemos, en las villas históricas que fueron expulsadas bajo la dictadura y vueltas a repoblar después de 1983, edificaciones con cinco pisos, densificación y verticalización de espacios de enorme precariedad.

Nosotros contábamos con planos que nos permitían estimar que si había 300.000 personas viviendo en los barrios cerrados, había seis millones viviendo en las hectáreas de todas los barrios y las villas del área metropolitana. Y esa emergencia habitacional de enorme gravedad está solapada con otra emergencia ambiental; porque cuando se discute la ley de protección de humedales, hay que tener en cuenta que muchos de los barrios cerrados de las periferias están en tierras que antes eran desechadas, porque eran humedales. Y se inventó una ingeniería para poder trabajar sobre ellas, se compraron tierras baratas, se modificó su nivelación y su suelo y se las vende ahora para ese “programa de necesidades”.

Estos son, en líneas generales, los problemas en el área metropolitana de Buenos Aires, que se enfrentan de distintas maneras y sobre los cuales hay muchas disputas respecto a con qué orientación deben resolverse.

 

Las aristas de una militancia universitaria activa

Beatriz Pedro: Desde nuestros espacios universitarios es necesario caracterizar estos procesos sociourbanos que moldean el hábitat y el territorio. Hay una enorme responsabilidad no solo de formación, sino de comprender estos procesos, además de la dimensión técnica que también es necesaria. Es preciso conocerlos porque todo se presenta como positivizado, de manera acrítica. Por lo tanto, que las universidades tengamos compromiso en la formación de estudiantes -me refiero a las y los de arquitectura porque es mi ámbito, pero es un criterio general- es muy importante. Para poder hacer arquitectura es necesario conocer -además del hormigón, el acero y las viviendas-, los procesos sociourbanos que atraviesan nuestras ciudades. 

Otro imperativo es que toda la población -en sus diferentes sectores- tome en sus manos estas problemáticas y las enfrente de todas las formas posibles. De allí la importancia de un encuentro de necesidades entre los que amamos nuestras profesiones y queremos ponerlas al servicio de los intereses nacionales y populares y el pueblo que necesita, además de sus saberes, los nuestros. ¿Cómo hacer esa articulación? Es complejo, porque las universidades también son un campo de disputa, al igual que los territorios. Pero tenemos que hacernos cargo de la disputa por cambiar las universidades, porque no hay formación, extensión o investigación que sea neutra. Es necesario desarrollar nuevas materias, establecer conocimientos obligatorios, generar espacios de debates. Hay que sostener una militancia universitaria activa.

Y a nivel profesional, las y los arquitectos tenemos la contradicción de que se nos forma como autores, pero no como personas capaces de trabajar con otros para generar un proceso que permita encontrar las resoluciones que necesitan. En el Taller Libre consideramos que proyectarse en el lugar en que uno habita es un derecho, pero un derecho no contemplado. Si están violados los derechos a la vivienda, al agua, al trabajo, ¿quién considera que la gente debe opinar sobre el habitat? Nadie. Opina el desarrollista -que es propietario-; opina el arquitecto -con una formación elitista-; opina el Estado -que aplica su programa-, pero los demás son pasivos seres que experimentan las resoluciones que otros deciden. Por eso, ponernos a disposición como profesionales para hacer una acción colectiva y compartida es muy necesario. Esas son algunas de las cuestiones pendientes, hay muchos descrédito de los procesos y mucha invisibilización de procesos positivos. 

 

(*) Arquitecta y docente del Taller Libre de Proyecto Social, de Conocimiento Proyectual y de Estructuras 1, 2 y 3 en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).  Magíster en Desarrollo Sustentable y Secretaria General de la Red Universitaria Latinoamericana de Cátedras de Vivienda/Hábitat (ULACAV).

 

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