Dialéctica del fascismo y su psicopatología. Gregorio Bermann, un intelectual en el frente de batalla

Mariana Rodriguez (*)

La obra de Gregorio Bermann, “Dialéctica del fascismo y su Psicopatología”, es un documento fundamental y conmovedor. Escrito en el frente de la Guerra Civil Española, este texto va más allá del análisis académico para convertirse en un llamado a la acción.

El psiquiatra cordobés, desde su rol como combatiente, examina la naturaleza del fascismo, desenmascarando la falacia de una neutralidad científica en tiempos de crisis. La obra revela cómo el fascismo no es una mera patología individual, sino una compleja estrategia del capitalismo agonizante, que utiliza la demagogia para explotar el descontento de las masas.

Mariana Rodriguez, en el artículo que presentamos a continuación, ofrece una reflexión profunda sobre el papel de la ciencia y el compromiso moral. La obra es un recordatorio de que la inacción es complicidad y que el conocimiento, lejos de ser neutro, debe ser una herramienta para la lucha por la justicia.

En un presente con ecos del pasado, la lectura de este artículo es esencial para entender las raíces del fascismo, interpelándonos sobre cómo construir un presente que no descuide las tragedias de la historia

Introducción

Dialéctica del fascismo y su psicopatología es la conferencia realizada por Gregorio Bermann en el Ateneo de Madrid, en septiembre de 1937, en pleno despliegue de las fuerzas de solidaridad al bando republicano de la guerra civil española.  

Como psiquiatra y combatiente, Bermann analizó la naturaleza del fenómeno fascista, enfatizando la necesidad de comprenderlo en su complejidad. Se alejaba así, de las interpretaciones reduccionistas que lo consideraban meramente una patología social o a la locura individual de algunos de sus líderes.

En este ideario, tras expresar su gratitud por la oportunidad de compartir sus reflexiones, Gregorio Bermann rindió homenaje a quienes luchaban por la libertad y la justicia, con la firme convicción de que en esa lucha se jugaba el destino de la paz en el mundo.

Caracterizada por cambios, transformaciones y pugnas de aquello que, como sostiene Gramsci (1951), no acaba de morir frente a lo nuevo que no alcanza a nacer, la Década Infame constituyó tanto un periodo de persecución y golpes de estado, como un proceso de conformación de nuevas identidades permeadas por la escena internacional (Pasolini, 2004).

En este marco, analizamos la obra dentro del entramado de relaciones que se establecen en torno a la contienda bélica y los ejes conceptuales planteados por el autor para abordar el fenómeno fascista. Desde esta perspectiva, proponemos un análisis hermenéutico crítico que explora las reflexiones y preocupaciones formuladas por Bermann, las cuales responden inevitablemente a coordenadas plurales que trascienden los límites de los saberes exclusivamente psicológicos, psiquiátricos o políticos.

Entonces, procuramos un espacio de trabajo transdisciplinar capaz de superar intereses específicos y convocar a públicos más amplios, con el fin de construir una historia que, al interpelar nociones y reflexiones nos permita aportar a un presente recurrente, sensible y movilizador.

Una obra necesaria para un espíritu combativo

Enrolado en el Ejército Republicano español, ya nombrado comandante médico y en pleno marco de guerra, Gregorio Bermann pronunciaba en septiembre de 1937, una conferencia en la que advertía sobre la necesidad de comprender tanto la naturaleza del fenómeno fascista como sus instrumentos y medios de dominación.

Su disertación expresó de manera ferviente su convicción por la ciencia, la palabra, la conciencia y, fundamentalmente, la función del intelectual en los procesos de cambio.

Desde este ideario, organizó su presentación en cinco títulos que estructuraron el desarrollo de su intervención: I) Consideraciones metodológicas; II) No hay neutralidad posible; III) El fascismo, operación imperialista de alta estrategia; IV) El triunfo del fascismo; V) Algunos aspectos de su psicología.

1. Consideraciones metodológicas

Con el objetivo de comprender la naturaleza del fenómeno fascista, Bermann, en su conferencia, destacó la importancia del conocimiento como instrumento para prevenir la repetición de errores pasados y planteó el incipiente debate que empezaba a circular en Francia acerca del carácter psiquiátrico y psicológico asociado al fascismo.

En este marco, alertó sobre el peligro de extrapolar el conocimiento psiquiátrico al ámbito social:

[…] Como psiquiatra y psicopatólogo he debido tomar […] posición ante el planteo psiquiátrico-psicológico de la naturaleza del fascismo. He tenido que responder a la difundida afirmación de que el fascismo y sus variantes son simplemente la creación de locos y criminales, de grupos de anormales y degenerados, cosas que suele repetir el profano y el culto. […] Durante mucho tiempo me resistí a comprender al fascismo como un fenómeno patológico, a pesar de que algunas de sus manifestaciones lo eran. Los psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas que han intentado aproximarse a su conocimiento no me satisfacían (pp. 152-153). 

Sin embargo, luego de confesar las dificultades vinculadas a la complejidad del problema, planteó la necesidad de pensar más allá de la medicina para poder encontrar otras coordenadas de análisis. En ese sentido, expuso una fuerte crítica a la interpretación reduccionista del nazifascismo que la consideraba como un mero fenómeno psicopatológico, advirtiendo sobre las consecuencias teóricas y prácticas de tal enfoque.

En un período de crisis global, el médico brigadista destacó la importancia de comprender las raíces del fascismo, tanto sus condiciones de surgimiento como sus mecanismos de poder. Tras entrevistar a prisioneros fascistas en el Jarama y Guadalajara, rechazó las explicaciones simplistas que atribuían el fascismo a la locura individual de sus líderes o a la irracionalidad de naciones enteras. Para él, el fascismo no era una mera “locura”, sino un fenómeno complejo que requería un análisis profundo.

2. No hay neutralidad posible

No hay neutralidad posible”, es la afirmación de Bermann sobre la imposibilidad de la ciencia de ser imparcial. En una clara arremetida contra la pretendida neutralidad, el psiquiatra cordobés cuestionaba la postura académica que consideraba al científico como un espectador imparcial, que analizaba desde su tranquilo cenit teórico las difíciles situaciones por las que atravesaba la humanidad. En esa dirección, denunciaba la hipocresía de aquellos que pretendían juzgar los acontecimientos desde un pedestal, ignorando el sufrimiento y la injusticia que atravesaba el pueblo, en la medida en que:

Nadie puede quedar sin militancia por mucho que lo pretenda. Ya hemos sufrido demasiado como para confiar en los pretendidamente imparciales y neutrales. Son muchos los sociólogos que declaran no estar con las derechas ni con las izquierdas, ni con los fascistas ni con los republicanos, so pretexto de contemplar lo que ocurre desde la cumbre de su cátedra. A muchos de ellos los vemos en el campo contrario, otros están oscilando entre ambos campos, tal vez a la espera del que gane (p. 154).

En esta dirección, cuestionaba a aquellos intelectuales y hombres de ciencia que pretendían situarse por encima de la contienda, adoptando una postura de neutralidad y pretendida imparcialidad. Esta actitud, afirmaba, no era más que una máscara de ignorancia, hipocresía y debilidad en circunstancias críticas, en las que nadie podía escapar de tomar partido, ni siquiera aquellos que lo negaban. De esta manera, desnudaba la falacia de la objetividad absoluta y fortalecía la idea de que la inacción, en sí misma, era una forma de tomar partido: una forma de complicidad con el opresor. En esos tiempos de crisis en que la barbarie y la crueldad de los fascistas hacían imposible abstenerse, para el psiquiatra cordobés, la neutralidad era solo una ilusión, y la inacción equivalía a la complicidad.

Convencido de que la participación activa no sólo no contaminaba el conocimiento, sino que lo robustecía y lo cargaba de verdad, Bermann (1966) tomaba partido y confesaba la profunda repulsión que le generaba la indiferente posición del magíster: “Por mi parte” –declaraba– “Ni puedo ni quiero permanecer ajeno a la lucha, sino participar en ella, y no de una manera fría, sino apasionada” (p.155). En esa dirección, se interrogaba si el hecho de participar de manera vigorosa viciaría los resultados de un estudio, pero su respuesta era concluyente: “Por el contrario, estarán más cargados de verdad […] si sabemos conservar el equilibrio. Más que la pasión, puede cegar la tibieza y el poco amor, que al fin no fecunda, sino que engendra una ciencia magra y equívoca” (p. 155).

Desde este horizonte promovía un llamado a la acción, instando a los intelectuales a abandonar la comodidad de sus bibliotecas y a involucrarse activamente en la lucha contra el fascismo invitando a una reflexión profunda sobre el papel de la ciencia en tiempos de conflicto:

La presunta ‘‘verdad objetiva” es por lo común el reflejo de sus temores o preocupaciones subjetivas […] No es poca la gente de buena fe que deviene en servidor vergonzosamente inconsciente de una causa o de un partido, o de una tercera posición a menudo imposible (p. 156).

3. El fascismo: operación imperialista de alta estrategia

Bajo el título de “El fascismo operación imperialista de alta estrategia”, Bermann propuso que para comprender las insanias del fascismo era necesario explorar en las fuerzas que lo habían engendrado, es decir, los partidos y los grupos económicos que habían contribuido a su desarrollo. En esa dirección apelaba a la obra clásica de Lenin (1917), sobre el Imperialismo fase superior del capitalismo, sosteniendo un análisis de clase del conjunto de los datos que intervienen en la sociedad. Recurría así a autores socialistas contemporáneos como Strachey, Laski y otros, que le permitían concluir que el fascismo era el nuevo método por el cual el capitalismo de monopolio intentaba mantener la dirección de las sociedades humanas “a despecho de la decadencia y desorganización de su sistema económico” (p. 158). 

Desde este horizonte, se propuso desmitificar la concepción del fascismo como un mero movimiento de la clase media, considerándolo como una estrategia del capitalismo en crisis que, para preservar su hegemonía, aspiraba a construir una estructura de poder totalitaria. De esta manera, el modelo no surgía de forma espontánea, sino como una respuesta a la profunda crisis estructural que acentuaba las contradicciones permitiendo canalizar el malestar y reprimir las aspiraciones de las clases trabajadoras. En esta dirección se promovía el alineamiento de sectores de la pequeña burguesía y desclasados, que con el apoyo de los grandes industriales, financieros y terratenientes abonaba su consolidación en el poder. En esta línea afirmaba,

Es cierto que reclutó su ejército entre artesanos, comerciantes, campesinos, estudiantes, empleados, militares, policías. Pero ello no significa que estos sectores sociales […] hayan tomado el poder para servir sus objetivos. […] El fascismo ha utilizado y encauzado el descontento, animado las esperanzas, capitalizado las ansias de tales o cuales sectores (p.157).

Una vez en el poder, el fascismo se caracterizó por la represión y la instauración de un régimen totalitario cuya política expansionista y militarista, buscó la alineación con nuevos mercados que le permitieran mitigar la crisis económica. En ese sentido, el fascismo daba cuenta de un fenómeno global que se expandía desde la Italia de Mussolini hasta la Alemania de Hitler, pasando por España y Argentina, evidenciando la intensificación de la lucha de clases. En este sentido, afirmaba Bermann, el fascismo era un nuevo modo de garantizar la supervivencia del capitalismo monopolista en un momento de crisis en que el sistema estaba agonizando. Citando al político británico John Strachey y a Reusben Osborn, Bermann (1966) afirmaba,

El fascismo aparece únicamente cuando la situación económica está madura, cuando las condiciones del momento se hacen intolerables… El fascismo no se produce cuando el capitalismo es fuerte, sino cuando está agonizando. Es una transfusión de sangre que se hace al capitalismo; con esta operación se introduce sangre fresca y renovada de los trabajadores en las arterias endurecidas de un organismo moribundo” (pág. 287). Y. R. Osborn: “El fascismo es el nuevo método por el cual el capitalismo de monopolio intenta mantener su dirección de las sociedades humanas, a despecho (y tal vez por esa misma causa) de la creciente decadencia y desorganización de su sistema económico (p 158).

En este marco, denunciaba la complicidad de las élites económicas y políticas cuestionando la hipocresía de las “demoplutocracias” occidentales, que, a pesar de su retórica democrática, apoyaron tácitamente al régimen mediante una política de no intervención. En este marco subraya la intrínseca relación entre fascismo y guerra. El fascismo, en su afán por expandir su poder y acceder a nuevos mercados, recurría a la agresión militar, tanto interna como externa. Con lo cual, la guerra, no era ya un mero instrumento, sino una necesidad existencial para el régimen fascista. Resituaba así, las coordenadas de aquello que buscaba develar,

El fascismo es un fenómeno, antes que nada, económico y político, y nada debe apartarnos de este justo enfoque. Pero ¿quién puede negar que al mismo tiempo ofrece aspectos antihumanos, insanos? Recuerda a propósito Clara Zetkin la frase del poeta: “si es que hay locura, tiene sus métodos”. Y comenta que lo que un espíritu inculto puede tomar por locura, no es otra cosa que una consecuencia fatal del principio de la economía y de las relaciones sociales en el régimen capitalista (p.161).

4. El triunfo del fascismo

Alejado de las abstracciones teóricas, en su conferencia Bermann propuso un análisis del fenómeno fascista desentrañando sus mecanismos sociales, económicos y políticos, pero también psicológicos. Destacando la influencia de las élites, el brigadista reconoció la importancia de examinar la dimensión psicopatológica del fenómeno considerando que ésta no era un factor aislado, sino que reflejaba, y amplificaba, dinámicas sociales preexistentes que le otorgaban legitimidad1.. En un ambiente de posguerra marcado por la inestabilidad y el descontento, el fascismo logró captar las emociones de toda clase,

… desde las más turbias hasta las sublimes. En las condiciones de inseguridad, de inestabilidad, de desesperación de las masas de un país, es más fácil apoderarse de ellas. Para conquistar el poder, el fascismo tenía que empezar por quebrar la espina dorsal de la resistencia democrática y popular, que estaba predominantemente en los partidos obreros. En un principio se apoderó de sus lemas reivindicatorios y socialistas2 que conjugó con místicas doctrinas raciales e históricas (p. 162).

En este marco, Bermann subrayaba la habilidad del fascismo para movilizar el apoyo popular a través de la manipulación de los medios de comunicación que, mediante el despliegue de un discurso demagógico, atacaba las vulnerabilidades de los sectores más desfavorecidos para perpetuar los privilegios de las élites. En esta operación, se apropiaba de los intereses, lemas y demandas del proletariado capitalizando el descontento y promoviendo el profundo desprecio por la razón y la inteligencia. No obstante, destacaba un elemento clave a considerar a la hora de hacer un análisis y que radicaba en la imposibilidad propia de un régimen que lejos de cumplir sus promesas, sumía a la población en la miseria y la opresión revelando un abismo entre la ostentación de su retórica y la realidad de sus políticas. De esta manera, examinó cómo el régimen nazi había incumplido las promesas realizadas a diversos sectores de la sociedad,

Había prometido a los obreros un salario conveniente, y su nivel es hoy más bajo, un nivel de vida miserable. A los intelectuales funcionarios y a los empleados del Estado les prometió asegurar su existencia, frente a la omnipotencia de los trusts y del capital bancario, y en la actualidad viven en una incertidumbre aún mayor bajo la dictadura de los trusts, sembrando la corrupción a través de la burocracia de los funcionarios nazis. Había prometido a los campesinos arruinados liberarlos del yugo de sus deudas, y de hecho los ha sometido a una servidumbre mayor todavía: de los terratenientes, bancos y usureros. En cuanto a los jóvenes que habían puesto ingenuamente sus esperanzas en el programa del nazismo, que tanto prometía remediar la tremenda situación por la que pasaron en la postguerra, su nivel de vida bajó considerablemente. A pesar de utilizar en los trabajos forzados, con el lindo nombre de “servicio del trabajo, a un ejército de un millón de jóvenes, todavía hay centenares de miles de desocupados (Bermann, 1966, p. 163).

En función de esta situación, sostenía que la demagogia fascista corría pareja a sus vaguedades políticas y pseudofilosóficas, así como a la incoherencia intrínseca de toda su prédica. “La falta de sistema permite los virajes que se quieran. Los sistemas, decía Mussolini, son ilusiones; las teorías, cárceles”. Esta estrategia los habilitaba en un oportunismo y arbitrariedad extrema que “los desembarazaba de sus promesas con el desenfado cínico de quien no le importan las ideas, sino el provecho que pueda sacarse de ellas. Un irracionalismo a gran orquesta corre por las páginas de sus periódicos, libros y revistas” (p. 164).

  1. Algunos aspectos de su psicología

Con la intención de analizar el fascismo desde una perspectiva crítica, Bermann, recuperó las palabras de Deodoro Roca, al expresar su preocupación frente al avance y los reales intereses de las fuerzas que sostienen al fascismo,

Esta civilización que ha costado tanto y que se viene abajo con estrépito entre hierro, gas y sangre, no la derriban los humildes, los despojados de sus bienes a cambios de los ilusorios ilusionados ahorros del cielo, los seres humildes y sufridos sobre cuya domesticidad y conformismo secular se asientan los poderosos estados modernos. No la derrumban los que la sufren, sino los que la aprovechan, no los humildes sino los magnates de la tierra …Toda la ciencia, todas las técnicas, todas las disciplinas humanas puestas a contribución para la muerte y la devastación. ¿Qué se esconde en esta paradoja? Se esconde la agonía de la sociedad capitalista, la quiebra definitiva de esta civilización que para subsistir necesita mantener la relación parasitaria de las clases sociales (En Bermann, 1966. P.164).

Luego de ubicar al fascismo como un fenómeno principalmente económico y político producto del afianzamiento de las potencias imperialistas, Bermann proponía analizar el fenómeno desde su dialéctica, es decir, desde su relación entre las contradicciones internas y su psicopatología reconociendo los múltiples aspectos nocivos que el fascismo generaba: crueldad, pillaje, cinismo, mistificación y corrupción entre muchos otros elementos que evidenciaban naturaleza profundamente destructiva y antihumana del fascismo. En consecuencia, afirmaba, era posible señalar innumerables síntomas y cuadros de perversión moral, sexual y psicopáticos, pero allí se encontraba precisamente el peligro en el que podían caer “los hombres de ciencia “puros”, los que solo ven el aspecto psiquiátrico y toman el síntoma por el todo. Los que prescinden de los factores y procesos sociales que condicionan su advenimiento y desarrollo” (p. 167).

En este marco, discutió las indagaciones de algunos psicoanalistas que abordaban el estudio de la guerra y del fascismo a partir de lo que construían como hipótesis en sus pacientes. En ese sentido, cuestionó a Freud por la falta de un interrogante acerca de la naturaleza y la génesis de los procesos sociales y políticos de tales fenómenos. Al querer entender solo mediante algunos mecanismos instintivos o inconscientes situaciones tan complejas como las que determinan los combates, estos autores reducían las causas de las neurosis de guerra a elementos meramente individuales del acontecer psíquico.

En este sentido, si bien destacaba algunos aportes que, desde el texto de psicología de las masas de Freud, podían explicar aspectos de la relación de la masa con el caudillo, subrayaba la insuficiencia de tales argumentos,

Explicar el fascismo por la megalomanía de Hitler o la morfinomanía de Goering, es como querer entender un momento importante de la historia de Egipto y del mundo por la nariz de Cleopatra. El fascismo aparece únicamente cuando las condiciones sociales están maduras, cuando se torna insuficiente para los privilegiados el dominio del viejo estado liberal. La creencia pueril de que el movimiento fascista ha sido engendrado por un genio se desvanece ante el análisis más ligero (Bermann, 1966. Pp. 170).

Más allá de las precisiones teóricas vinculadas a la obra freudiana, la conferencia dejaba en claro que lejos de profundizar una contradicción entre lo individual y lo colectivo, lo social y lo psiquiátrico o psicológico, Dialéctica del fascismo y su psicopatología, promovía un análisis que expresaba la íntima relación entre lo político y lo científico. Sin escatimar su referencia a Marx y Lenin, Bermann interpelaba a aquellos intelectuales y hombres de ciencia que pretendían colocarse por encima de la contienda adoptando una postura de neutralidad y pretendida imparcialidad. En esta dirección puntualizaba elementos claves de su reflexión: 1) Que ante los problemas políticos y sociales no existe, no puede existir un estudioso que no tome partido. 2) Que la toma de posición y la participación en la lucha no excluye la posibilidad del conocimiento objetivo. 3) Que el conocimiento objetivo depende, en este caso, del conocimiento concreto de las condiciones en que ha nacido y que se ha desarrollado el fascismo (Bermann, 1966).

Conclusión

Siguiendo la tesis marxista de la repetición histórica, primero como tragedia y luego como farsa, el presente nos enfrenta a ecos del pasado. En este escenario, el texto realizado por Bermann en pleno frente de guerra nos advierte acerca de las condiciones del surgimiento del fascismo, pero también de su caída.

Desglosa las profundas contradicciones internas que llevaron a un sistema a consolidarse en el poder, sus características y aspectos psicológicos, sociales y económicos y permite analizar los elementos que predicen su inminente derrota. Todo ello interpela a un debate epistémico que, como intelectuales, debemos hacernos acerca de cómo utilizar el conocimiento histórico para construir un futuro que no repita las tragedias del pasado.

(*) Licenciada en psicología. Diplomada en enseñanza de estudios superiores. Investigadora de la Secretaria de Ciencia y Técnica. Docente universitaria de prácticas supervisadas del tramo de egreso y de la cátedra de Sistemas Contemporáneos de la Facultad de Psicología de la UNC


1 De manera literal, expresaba: “Es necesario saber además en qué medida, en qué límites, una estructura social ha sacado a la superficie, ha puesto en movimiento de sus líderes, sus cómplices y la masa que los ha seguido. Cómo en el clima desenvuelto por el fascismo estos elementos psicopatológicos de sus líderes se exaltaron y adquirieron rango y fuerza”

2 Estos eran algunos de los puntos del programa primitivo del fascismo mussoliniano: abolición de la monarquía, del senado y de la nobleza, República y sufragio universal para elegir una asamblea constituyente, que sería la sección italiana de la asamblea constituyente internacional de los pueblos: Abolición del servicio militar obligatorio y desarme internacional, Confiscación de las propiedades de la Iglesia . Confiscación de los beneficios de guerra e impuestos sobre el capital; expresión de la bolsa y disolución de todas las sociedades anónimas y bancos. La tierra para los campesinos. Control de la industria por sindicatos de técnicos y obreros. Y ya sabe cómo los ha cumplido……[Nota al pieque aparece en el texto original Bermann, 1966 p. 162].

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