Por Adrián Scribano (*)
¿Qué puso en juego, en términos de acción colectiva, la marcha por la educación pública realizada el pasado 23 de abril? ¿Qué implicó en términos de manifestación sobre las grietas de un país con cuerpos agotados, cansados, rotos, aislados, temerosos y fragilizados? ¿Qué tuvo en común con las expresiones populares que festejaron la obtención del último Mundial de Fútbol? Estos interrogantes son abordados por el autor en un texto escrito al calor de las emociones y las reflexiones compartidas, un ensayo que dispara inquietudes sobre dinámicas y procesos que aún están en juego.
La marcha como expresión de la indisciplina de los cuerpos
La marcha por la educación pública del 23 de abril pasado tuvo muchas similitudes con los festejos del Mundial de Fútbol de 2022, pero una es la que más sobresalió: nadie se la esperaba así, simplemente como fue y no como muchos la pensaron.
Fueron miles de cuerpos que negaron las disciplinas que la ocasión ofrecía entre militantes y negacionistas, miles de cuerpos que sin maestros/líderes se salieron del rol del discípulo como eslabón genético de la disciplina.
El Estado como monopolio de la violencia física se corrió, la política institucional fue desbordada, los movimientos sociales se vieron sobrepasados; no fue un más allá, fue claramente un “más acá” que trazó una línea perpendicular y elíptica sobre las grietas de un país con cuerpos agotados, cansados, rotos, aislados, temerosos y fragilizados.
Una marcha que cortó al medio las divisiones, que buscó canales otros para desplazar la fuerza de un flujo extemporáneo, que improvisó puentes, que fue movimiento y, por eso, produjo “e-mociones”, para algunos muy nuevas o nunca vividas.
Una marcha de geometría elíptica donde no existieron líneas paralelas y “cualquier línea trazada desde un punto exterior a una línea dada, intersecta[ba] a esta última en al menos un punto”1.
Esperar es calcular que una persona performe una acción en tanto actor, y en la marcha nadie esperó que no fueran solamente los actores “de siempre”, tampoco que ahí se encontraran autores: cuerpos que escriben sus propios libretos. Las disposiciones entre individuo, actor, agente, sujeto y autor tienen en los dos primeros las destrezas de representar papeles esperados por la sociedad; en cambio, la posición de autor es la inesperada sorpresa de quien escribe lo que piensa/dice/hace y, en ese sentido, la marcha fue in-esperada.
La espera y la paciencia como virtudes cívicas de la democracia por consumo no se vieron en la marcha, se percibió la impaciencia y la esperanza como contracara esgrimida desde cuerpos en movimiento, de cuerpos andando, de cuerpos en búsqueda. Cuerpos que, al ver otros cuerpos en búsqueda, se pusieron cerca, se pararon al lado, los siguieron como siguiéndose a sí mismos.
La marcha fue un evento que irrumpió …discontinuidad de continuidades, se hizo presente, no pidió permiso, con la irreverencia de cuerpos/emociones que pasan sin golpear. Irrumpir es un acto sorpresivo, al borde de la ley, y desproporcionado. Cuando todo estaba preparado para reproducir la “vida-en-conflicto”, advino una ráfaga de viento distinto y se abrieron “involuntariamente” las ventanas de la protesta que, en tanto acción colectiva, se hizo presente sin permisos.
La marcha fue un llamado, una invitación, una juntada de improvisación, una apelación y una interpelación. Interpelar es llamar la atención sobre la conciencia, es zamarrear el adormecimiento, es pedir ayuda.
La marcha rompió grietas atravesando la instrumentalidad de la fractura; o si se quiere fue la fractura expuesta de los miles que están quebrados, astillados, rotos. Exponer es hacer ver, es desarrollar un argumento, es mostrar lo que está en el medio de lo pornográfico como obviamente desplazado.
La marcha fue un momento de encuentro, de alegría por reconocer y ser reconocido. Fue un saberse a la par de los pares, un “me encontré a fulano o mengano”; encontrar es una interacción entre iguales, es entrar a un espacio/tiempo que se comparte, en que se deja de ser solo una parte y se deviene en unidad.
La marcha no fue partidaria, fue a pesar de los partidos, de las facciones, de las fracciones; fue política, fue una síntesis sin dueño, fue grito expresando la imposibilidad de apropiación, fue inapropiada e inapropiable. De todos y de nadie.
La marcha no fue un espectáculo, fue “sorprendente”, estuvo más acá de palcos y escenarios, no fue una dramatización para ser vista, fue una crecida de un río que se desbordó, una corriente de miles que les dolía lo que pasa y lo que puede pasar, que saben de la precariedad de lo existente y temen sobre su profundización. Fue masiva, de multitudes, sin espectadores.
La marcha desde las voces de los marchantes.
El día posterior a la marcha, cuando sin dudas la misma había sobrepasado lo esperado, envié tres preguntas por WhatsApp a jóvenes estudiantes, graduadas y graduados, becarias y becarios, investigadoras e investigadores de CONICET, quienes pensé que seguramente habían estado en las marchas de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba o Villa María:
“Teniendo en cuenta la marcha de ayer en apoyo a la Universidad Pública, hayas asistido o no:
1. ¿Cómo te sentiste? 2. ¿Qué sentiste? 3.¿Qué sentiste que le pasó a la gente?”.
La acción colectiva es por definición el resultado de un conjunto de inversiones emocionales, manifestación de redes conflictuales preexistentes, la expresión de los límites de la regulación conflictual, la configuración de una geometría de los cuerpos, una gramática de la acción, el uso de ciertos recursos expresivos, unas ecologías emocionales específicas y la disputa por las políticas de las sensibilidades.
Lo que sigue son algunos fragmentos de las más de 20 respuestas que recibí y que, por alguna razón, me obligaron a escribir este ensayo. Me impactó la frescura, lo “descuidado” de los textos, me sentí mirado a los ojos.
En este marco, como se verá en las respuestas recibidas, el eje constitutivo de la marcha es el haber sido la expresión de una demanda de reconfiguración de lo colectivo, la necesidad de estructurar espacios de encuentro más acá de lo “conflictual normalizado”, y un momento de expresión emocional.
PREGUNTA 1
“Me sentí contenido, acompañado y espejado en las demás personas. No me pasa en todas las manifestaciones a las que asisto”.
“Tranquilidad por el ambiente de la marcha y contenta por encontrar un punto o valor en común con tantas personas y poder compartirlo durante y luego de la marcha”.
“Me venía sintiendo muy mal anímicamente, lloraba por todo lo que veía y escuchaba, la verdad que estaba muy mal. Por esa razón sentía la necesidad de estar en la marcha. Porque al sentir que no estás sola, que no sos solamente vos la que está pasando por esa, que los demás están en la misma y que podés sentirte parte de algo, parte de un todo. Así que sentí eso. Me sentí parte de un todo, que piensa como yo, que siente como yo”.
PREGUNTA 2
“Sentí alegría y energía al participar de una marcha tan multitudinaria y al poder reencontrarme con amigxs que hacía mucho no veía”.
“También sentí que estaba pasando algo inédito, algo nuevo a nivel colectivo. Sentí que las personas que estábamos ahí estábamos viviendo un momento bisagra, histórico”.
“Alivio, calma”.
“Sentí cierta sorpresa de la participación, principalmente al ver llegar la columna de la UTN, que estructuró la marcha hacia la Plaza Centenario. Sorpresa también, por ver ahí a mucha gente desmovilizada, que salió al encuentro. Una conocida presente señaló precisamente esa desarticulación. Otra lloraba luego de comentarme que falleció su abuela recientemente, pero parecía ser con algo de euforia o alegría. Una referente gremial reflexionaba que la gente no acude por aspectos salariales o convocatoria sindical, sino por valores como la educación. Un militante gimoteaba al no estar presente su hermano, ‘el votante de Milei’. A pesar del tenor del reclamo, la gente asistía con alegría, alegría de encontrarse, hasta esperanza”.
PREGUNTA 3
“Un salir de la automática crítica a instituciones educativas, a tomar conciencia de cómo esas instituciones de una u otra forma atraviesan nuestras vidas. Ya sea en la trayectoria del personal de salud que algún día nos cruzamos en un hospital público, o en la formación de un docente de nivel inicial, o en la fantasía de algún día estudiar algo que a uno le interesa.
Algo que a veces no se trasluce en la práctica cotidiana salió a la superficie.
En ese sentido, me pareció que la gran mayoría de las personas con las que me crucé eran autoconvocadas, un movimiento. Me llamó la atención cruzarme con amigos músicos, artistas plásticos, que no son el público común de las manifestaciones a las que he asistido”.
“Creo que en esos días se encontró un punto en común como razón para acompañarse y encontrarse con otras personas, en un momento de incertidumbre en diferentes aspectos de la vida de las personas, más allá del reclamo específico en relación a la universidad pública”.
“A la gente , principalmente esa fracción de clase que estuvo movilizando, les tocó alguna fibra sensible a los valores incorporados que tenemos en la historia política del país como educación pública, y esa sensación de querer expresar algo de bronca de las condiciones de vida precarias que se vienen arrastrando. También creo que no se avizoran algunos horizontes políticos, y sí se ven en cambio aires de movimiento que, por momentos, oxigenan pero hacen pasar el ‘mal rato’”.
“Creo que la gente que se movilizó desde temprano ya sea con amigos, familia, compañeros o agrupaciones sintió esa misma alegría y unión. También creo que muchas personas sintieron que no era necesario estar militando o ser parte de un movimiento social específico para ir a marchar por la educación pública y que, aún así, formaban entre todos un gran movimiento de lucha. También creo que lo que se sintió (alegría, unión, esperanza) tuvo que ver con ese momento exacto del encuentro y que, en este momento, cuando la movilización se desconcentra, es difícil que esos sentires se sostengan en el tiempo”.
Algunas viñetas para abrir el diálogo en torno a la acción colectiva en contexto de cuerpos agotados y pasiones tristes:
Fue lo colectivo, el encuentro, mirarse a los ojos, reconocerse); no fue de la “oposición”, ni de ninguna burocracia del sentir; fue un darse cuenta de que hay comunidades posibles “más acá” de las ya ensayadas.
Fue por la historia que “se-hace-crisis” por los abandonos, alejamientos, fragmentaciones, mercantilizaciones de las creencias vueltas plusvalías ideológicas y expropiadas en forma de obediencias.
Fue porque no hay más espacio para seguir insistiendo en los quiebres, en las paralelas, en las grietas en el marco de cuerpos/emociones rotos, deshilvanados, deshilachados.
Fue por una ecología emocional hecha con alegría, sorpresa y cariño, donde los espacios y torsiones de las zonas cualitativas que arman ese triángulo interpelan a cambios más allá de las precariedades y derrotas ante los fantasmas de siempre.
Fue por que se escucharon, se buscaron, …porque simplemente fueron y ahí pasó…encontraron una sensación fresca, casi primaveral, de esperanza, que la torpeza de la reproducción del fracaso viene negándoles.
Fue porque justamente educar es sacar afuera; porque es un decir, es un transformarse en un cuerpo que dice sus propios textos; fue por que una persona educada es un dicente que comienza escuchando.
¡¡Por eso fue lo colectivo, estúpido!! Porque la necedad de repetir sin sentido lo que fragmenta, lo que divide, lo que injuria, es autodestructiva pero también empuja, provoca, motiva a buscar otros cauces, otros canales para unos movimientos que las élites, que las clases en el poder, que los que mandan y mandaron, por definición, no escuchan.
La marcha, más acá de cualquier interpretación romántica, fue un evento esperanzador porque miles de jóvenes vivieron lo común, porque se unieron en una práctica colectiva que negó la sacralización del aquí/ahora.
No estuvieron ahí por nadie, fueron en nombre de todos. Con sus límites, con el peligro de lo espasmódico, con la incertidumbre de su imposibilidad de ser repetida. La marcha nos llevó al Mundial y a esos casi dos días de estar alegres sin saber por qué y sin nadie que nos recuerde que era una fantasía.
(*) Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).