Entrevista de CDC a referentes estudiantiles de la FCS
Un diálogo con militantes estudiantiles de la Facultad, una mesa redonda para debatir sobre la fuerza de tracción y atracción de una figura política y cultural que les resuena, conmueve y problematiza. Evita como el ojo de una aguja para debatir sobre formación política y académica, historias personales y colectivas, las urgencias de la militancia universitaria en tiempos de pandemia, redes sociales e intereses disímiles. Una síntesis que sólo una imagen lo suficientemente poderosa puede forzar.
Las militancias juveniles -y particularmente la universitaria- resultan un actor central al momento de pensar la relevancia y la actualidad de una figura política y cultural. Para ello convocamos a representantes estudiantiles en el Consejo Directivo (HCD) y a la conducción del Centro de Estudiantes (CECS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS). En esa conversación con el equipo editorial de CDC participaron Paula Prada y Candelaria Theaux (consejeras por Sociales para la Victoria); Florencia Torres y Manuel Barragán (representantes de la Eguren en el HCD); Nicolás Bustos Laurenti y Carla Zappino (representantes de Tinkunaco La Bisagra en el HCD); Valentina Montanares y Nicolás Pérez (secretaria general del y presidente del CECS, integrantes de Sociales para la Victoria); y la Secretaria de Investigación de la Facultad, Liliana Córdoba.
¿Desde qué lugar llegaron a la palabra y la obra de Evita? ¿Qué vínculo tienen con ella como figura política y cultural?
Carla Zappino: Partimos de ser hijos de la década ganada, de haber compartido diez años de kirchnerismo, que tiene sus raíces en Evita. A nosotres -los jóvenes en general- la figura y la obra política de Evita nos ha llegado por el feminismo y el kirchnerismo.
Nicolás Pérez: Evita sintetiza la parte más emocional de mi militancia y formación política, cuando empecé a acercarme al peronismo. Ella representaba la militancia, más allá de la figura de Perón, que suponía la conducción política; Evita era una más del pueblo. Esa veta sentimental y mística fue la que me acercó a su figura.
Florencia Torres: En lo personal llego a Evita por mi abuela, que tiene 93 años, y desde que somos chicos nos relataba cuando la conoció. Ella es de Bolivia y nos contaba que, cuando Evita fue a San Salvador de Jujuy, también llegó hasta La Quiaca, la ciudad fronteriza con Bolivia, y ahí pudo conocerla. Me sorprendió mucho el derrumbe de las fronteras que implicaba su figura, por encima de las separaciones entre argentinos y no argentinos, migrantes y no migrantes, gobernades y gobernante, ella sensibilizaba cada fibra. Aunque yo ni siquiera sabía lo que Evita había hecho, cuando mi abuela nos contaba la cercanía que sentíamos era increíble.
Por otro lado, en clave colectiva, cuando armamos la organización pensamos que el nombre debía ser el de una mujer, porque encarnaba una discusión política que aún estamos dando, de reivindicación de las militantes. Y tanto Alicia Eguren como Evita han sufrido un recorte histórico y patriarcal, siempre se las conoció como las compañeras de, cuando en realidad ambas fueron militantes y referentes de un movimiento popular.
Valentina Montanares: Respecto a que las juventudes llegamos al peronismo desde el kirchnerismo, eso ocurrió justamente tratando de indagar dónde nacieron esos movimientos. Quizás la formación política más estricta proviene de Perón, pero cuando te acercas a los libros de Evita surge la fuerza militante, recordas todos los días por qué hay que prestarle atención a los más desprotegidos, por qué mirar siempre al de al lado, por qué es necesario un camino de solidaridad, en el que Evita fue pionera: ella reivindicó a los obreros y trabajadores como sujetos políticos, y el kirchnerismo nos reivindicó a las juventudes como sujetos políticos, y en ese arco nos enlazamos.
Candelaria Theaux: Mis viejos venían de una militancia comunista y barrial. En 2001 el peronismo no estaba presente en mi casa y eso nos ayudó a todes, en colectivo, a descubrir quién era Evita. Yo fui aprendiendo mientras mis papás también lo hacían quiénes fueron Evita y Perón, y eso pasó en muchos hogares, que con el kirchnerismo empezaron a reivindicar esas figuras. Esos procesos nunca son individuales sino colectivos, uno va tomando lo que escucha o lee de compañeras o compañeros. Por ejemplo, mi abuela nunca fue peronista o progresista, sino de extracción radical, pero en ella también se advierte que ha ido revisando sus propias ideas y opiniones. Y eso es muy común con respecto a Evita: las generaciones anteriores revisaron y recuperaron algunas cosas, nosotros recuperamos otras y así será también en el futuro, ahí radica la riqueza de su figura.
Carla Prada: Me acerqué a la figura de Evita desde un costado muy distinto. No sé si podría caracterizarlo como un repudio, pero sí provengo de una familia de clase media en la que, a causa de la dictadura y un proceso de despolitización fuerte, mis viejos consideraban que no estaba bueno hablar sobre eso, no conocía la figura de Evita como militante y como referencia política. A medida que fui creciendo, formándome políticamente y tomando mis propias decisiones políticas, la fui conociendo. Y en eso tuvieron y tienen una gran importancia los espacios comunitarios y la organización que integro, que me fueron adentrando en la obra política del peronismo, aunque aún me falte mucho por aprender.
Nicolás Bustos Laurenti: No tengo una historia familiar en la que les abueles o padres me hablaran de Evita. Pero sí eran muy cercanos a Néstor y Cristina, y así empezamos a descubrirla. En lo colectivo, siempre integré organizaciones que podían discutir a los referentes de la actualidad, pero nunca a Evita: no fue la única militante ni lo será, pero sí una gran referencia respecto a, por ejemplo, las luchas de las mujeres.
Como ya lo señalaron, todas las generaciones reaprenden y recuperan aspectos diferentes de algunas figuras políticas. ¿Qué propuestas, valores o legados recuperan de Evita en la actualidad?
Valentina Montanares: Personalmente tuve muchos debates internos con relación a la “marea verde”, cuando se decía que Evita estaba en contra del feminismo, un feminismo de otra época, muy distinto al actual. Es necesario dejar de idealizar a las figuras políticas en Argentina -que tenemos muchas por suerte, y de nuestro campo-, para reconocerlas por lo que fueron. En este caso, una mujer proveniente de un pueblo y una familia mal vista, que se hizo camino sola, que era actriz en esos años en que era muy difícil serlo, que siempre fue una luchadora, y que cuando llegó al poder nunca dejó sus banderas de lado, sino que las llevó adelante. Nosotros no la queremos separar de lo que fue, porque es sencillo llamarse evitista pero no reconocer al proyecto de país del cual proviene, hay que poder encontrarse con Evita con todas las contradicciones que pueda tener en pleno siglo XXI.
Florencia Torres: Esa discusión respecto a ser peronista y feminista estuvo muy presente durante la “marea verde”, e incluso en los encuentros de mujeres y disidencias fue también un tema controversial. Pero nos parece importante destacar que las lecturas y posiciones políticas de Evita -como cuando vinculaba a las mujeres con el hogar- se relacionan con las mujeres trabajadoras, y no al feminismo de élites de esa época. Las feministas antes de Evita eran las ilustradas, las mujeres de clase alta a quienes se les permitían esas licencias, y Evita puso sobre el tapete las posturas y reivindicaciones de las otras mujeres que existían en el pueblo, las trabajadoras, las que no eran económicamente independientes. Por eso creemos que no hay controversia en ser peronista y feminista. Y las contradicciones, que existen por supuesto, tenemos que reapropiarlas como generación.
Candelaria Theaux: Lo más cómodo es no estar en controversia; por el contrario, es la contradicción la que fuerza el movimiento. Para mí fue fundamental, al momento de acercarme a Evita, entender lo que implicaba que una mujer participara en política en el contexto social de los años cuarenta del siglo pasado. Hay un libro de Julia Rosemberg, “Eva y las mujeres: historia de una irreverencia”, en el que la autora hace una revisión muy interesante en clave feminista sobre la figura de Evita: no la pone en el rol de feminista tal cual lo conocemos hoy, sino analizando de qué manera abrió caminos para las mujeres en esa época. Por ejemplo, en las listas para la Cámara de Diputados Evita puso 103 candidatas y peleó por todas ellas hasta que entraron efectivamente, en todo el país. Si eso no fue abrirles a las mujeres un camino de lucha y de visibilización política, es muy difícil entender qué fue. En eso hay que reivindicarla todos los días, porque nos abrió sendas -no sólo ella, por supuesto- para que hoy estemos sentadas, por ejemplo, en el Consejo Directivo de una Facultad.
Florencia Torres: Como militantes estudiantiles es importante retomar las banderas de justicia social y soberanía política, pero también las formas en que luchó por ellas: yendo a las bases, estando de par a par. ¿Es suficiente hoy en Córdoba reivindicar su figura? ¿O en ese recorrido histórico también adoptar sus formas de militancia y traducirlas a nuestro territorio, que en este momento es la universidad? No se trata solamente de la militancia del “clic”, sino de volver a encontrarse cara a cara con los compañeros que pudieron retornar a las aulas y también con quienes quedaron fuera de la universidad.
Valentina Montanares: Eva está asociada a una figura patriarcal, porque todo el tiempo reivindicaba a Perón y enaltecía su figura, pese a que ella era muy importante también. Eso siempre me llamó la atención porque, por ejemplo, no me la imagino a Cristina poniendo en ese lugar a Néstor, aunque lo nombre todo el tiempo. Estos años de oleadas de feminismo corrieron a la mujer de ese rol, y si bien ella lo hacía para apuntalar la figura de Perón, es una contradicción grande que siento con respecto a Evita.
Florencia Torres: Esa frase que sintetiza “feminismo es justicia social” me lo resolvió todo: que Eva haya reconocido y empoderado a las mujeres trabajadoras, me parece que no hay nada más feminista y sororo que eso. Cuando leía ese libro de Julia Rosemberg pensaba también que una cosa es decir y otra es hacer. Y es cierto que Evita nombraba de manera recurrente a Perón, pero también hacía muchas cosas, no era la primera dama que se había visto en Argentina hasta entonces. Trabajaba no sólo sobre las necesidades básicas del pueblo, sino también sobre el goce, el disfrute, para que los niños tengan los mejores juguetes; proponía, básicamente, que las grandes mayorías populares tienen derecho a tener derechos.
La universidad argentina, y particularmente la de Córdoba, ha sido esquiva a incorporar figuras como la de Evita dentro de las currículas de las carreras. Por eso queremos consultarles en relación a las propuestas académicas en la facultad: ¿hay un impacto de esa “década ganada” que mencionaron en relación a las lecturas que se incorporaron? ¿O son lecturas que las militancias siguen haciendo en paralelo, al costado de las currículas? Les consultamos en clave de pensar tareas del movimiento estudiantil en la universidad, porque cuando relataron cómo se acercaron a la figura de Evita aludieron a la familia o a la militancia, pero no al espacio académico.
Nicolás Pérez: En la carrera de Trabajo Social no se estudia la figura de Eva, aunque se debería, porque sintetiza el nexo del Estado con el pueblo, que es lo que debe hacer la profesión. Seguimos estudiando autores europeos, sólo vemos algo en Historia Argentina.
Manuel Barragán: No se ha avanzado mucho en ese sentido, sigue siendo una tarea que asumimos los militantes a la hora de ahondar en esas figuras políticas. Se estudia más el populismo -que trasciende a la discusión-, pero siempre el peronismo se resalta como un caso particular y difícil de encuadrar en términos académicos.
Candelaria Theaux: No sólo se abordan poco las figuras o los acontecimientos del peronismo, sino del pensamiento nacional y popular que lo acompañó a través de los años. El peronismo tuvo pensadores importantes, que reflexionaron en un territorio específico, con sujetos determinados y eso, a la hora de formarnos como politólogos, sociólogos o trabajadores sociales, es clave. Eso sigue faltando y llega por otro lado, por las familias o las militancias. Los espacios de militancia son quienes sostienen círculos de pensamiento nacional y popular o talleres de formación, que nos permiten reflexionar a la hora de construir política.
Nicolás Bustos Laurenti: De las otras vertientes del pensamiento trabajamos muchos autores a lo largo de las carreras, relacionados a la izquierda más clásica o al liberalismo, pero los autores del campo nacional y popular no están presentes. Es algo que las organizaciones queremos que suceda, y para lo cual tenemos que trabajar.
Carla Zapponi: Justamente, consideramos que nuestro papel como militantes es intentar que se politice cada vez más la Facultad. Y, en ese sentido, nuestra tarea es formarnos constantemente, es una línea de trabajo que sostenemos como organización.
Valentina Montanares: Hace poco me junté con unas compañeras a preparar un examen, y sentí una enorme lejanía con el estudiante promedio de la facultad, aquel que está lejos de la militancia y viene sólo a estudiar los contenidos que se dictan. Todo aquello que no está dentro de la currícula no lo aprende, siento que se están perdiendo saberes y experiencias enriquecedoras para nuestras carreras, porque piensan quizás que no son importantes y que sí lo es aprender los conceptos de tal autor o autora para hablar de esto y lo otro, pero cuando tienen que hablar de la historia de su país están perdidos. Me sorprendió muchísimo eso, porque pensé que a esta altura del cursado de la carrera íbamos a estar más o menos en la misma posición. No pienso que todos tengamos que tener los mismos intereses, o todos militando, pero hay ciertos contenidos básicos de formación que los tendríamos que tener, y hay muchos compañeros y compañeras que no los tienen porque nunca participaron ni se interesaron, y eso me parece una falla de la Facultad, más allá de los intereses personales. Si sabemos que la mayoría de los estudiantes de nuestras carreras están en esa situación, intentemos que se vayan a su casa con una inquietud mínima de ponerse a leer o investigar algo que les interesó, para ver qué pasó, cómo se consiguieron tales derechos, cómo fueron posibles esas políticas.
Florencia Torres: Eso es producto de lo que hizo el neoliberalismo con la construcción de los perfiles profesionales: que sea todo acotado; voy al aula, aprendo y me voy a mi casa. Y ese es nuestro rol como militantes estudiantiles, discutir qué es lo académico, qué se hace con lo que queda afuera de los planes de estudio. Como organización lo pensamos constantemente: ¿por qué tenemos compañeros en la Facultad de Ciencias Sociales que dicen tener un compromiso con la sociedad, pero no les interesa nada más por fuera de la facu?
Manuel Barragán: Desde la organización venimos advirtiendo hace tiempo en nuestros compañeros y compañeras -sobre todo en las nuevas camadas- una tendencia a relativizar hechos históricos o consensos básicos que habíamos alcanzado. Por ejemplo, lo relativo a la dictadura y a los derechos humanos. Eso nos hace ruido como militantes, porque partimos desde muy atrás en los debates con algunos de ellos.
Valentina Montanares: El desconocimiento que advertimos en nuestros compañeros y compañeras no es una falta de información, sino de interés. Si no tuvieran acceso a la información, sería otra la tarea militante; pero si tienen los medios y no los usan, la tarea es más complicada, pero hay que hacerse cargo. Hay que acercarse a ellas y ellos, encontrar los mecanismos y las formas, convocarlos a conversaciones y reflexiones, a preguntarse cosas; no queremos que se reciban sin que tengan otra formación y otros debates, que sean profesionales sin que hayan reflexionado sobre qué y para qué estudiamos.
Florencia Torres: De hecho, la figura de Evita y su obra política excede el espectro peronista, representa un mundo menos desigual, que te interese el otro, que quienes no están en la universidad puedan estar. Ya hemos aprendido que peleándonos con el que piensa diferente no se gana nada, por eso hay que tratar de resolver esa incógnita acerca de qué está pasando con los jóvenes, con los estudiantes de ciencias sociales que no se están comprometiendo en cuestiones tales como discutir un plan de estudios o qué cosas estudiar. Hay que transformar las herramientas de militancia que tenemos para que eso suceda.
A partir de lo que están diciendo, surgen dos cuestiones. Una es la confirmación de esta distancia entre pensamiento nacional y ciencias sociales en Argentina, que quizás tuvo algún destello de acercamiento durante el kirchnerismo, pero que todavía es una tarea que requiere de formación militante y de transformaciones institucionales. Es una tarea para la cual también hay que pensar los modos, porque discutir un plan de estudios podría ser una, pero lleva tiempo, entonces podrían pensarse acciones que vayan amasando esa posibilidad.
Y al escucharles hablar de la distancia entre las y los militantes y sus compañeres; de ese abismo entre la preocupación del otre, sus urgencias cotidianas, sus horizontes de expectativas y los espacios de militancia, donde se va construyendo con otres, por un lado es estimulante escuchar esa preocupación, porque la militancia que aporta es la que no se olvida de esa pregunta -¿cómo hago para?-, que no es ni bajar línea ni convencer a los empujones, sino convidar algo. La pregunta, entonces, es: ¿cómo se imaginan diálogos posibles que los acerquen con sus compañeros y compañeras? ¿tienen que ver con la construcción en el aula? ¿con actividades paralelas? Porque es una preocupación que también pueden compartir sus docentes.
Nicolás Bustos Laurenti: Claramente que una discusión de planes de estudio para introducir saberes y perspectivas nuevas insumiría mucho tiempo, pero pienso que si lo que se discute en las aulas lleva a que las y los estudiantes tengan que juntarse a hacer trabajos prácticos sobre ciertos autores, tipos de Estado, políticas sociales o lo que sea que se estudie en cada carrera, sí se pueden organizar, por fuera del aula, diferentes espacios -conversatorios, charlas, talleres, etc.-, donde se trabajen otras referencias teóricas y políticas.
Candelaria Theaux: El macrismo fue efectivo en la ruptura de la politización de las y los jóvenes, algo que después la pandemia profundizó aún más. Desde que asumimos en la conducción del Centro de Estudiantes, en noviembre pasado, empezamos a notar que las y los estudiantes están muy sólos, no están pudiendo dialogar con otras esferas de la facultad, y lo que empezamos a hacer para discutir política fue retomar los diálogos. Todo el tiempo se acercan a preguntarte algo y se terminan quedando a charlar, y luego vuelven otras veces. Y eso es algo que empezamos a generar de manera no consciente, día a día nos vamos dando ese rol de charlar, de preguntar, de empatizar con el que está al lado, y en base a eso vienen, te consultan y podés hablar un poco más e ir abriendo puertas a otras discusiones. Pero para eso es fundamental darse cuenta de que hay que reconstruir ese diálogo.
Valentina Montanares: Después de la pandemia es muy difícil implantar entre los estudiantes el sentido de colectividad. Y más allá de las cátedras y los temas que se instalen, tampoco están con ese interés por debatir, reflexionar en conjunto, recrear un pensamiento. Hay que buscar las maneras, desde las cátedras y las agrupaciones, de instalar debates desde la curiosidad, para que las y los estudiantes quieran seguir indagando por su cuenta. Se trata de abrirles -abrirnos- las puertas a que se sigan preguntando y respondiendo, una pregunta disparadora para seguir indagando. Seguramente no se trata de un docente bajando línea, sino de buscar el interés por saber.