Frente al dolor, la búsqueda de justicia

Sebastián Villareal, Facundo Rivera Alegre y Ezequiel Castro fueron víctimas de la injusticia social, el odio y la indiferencia. Entre el dolor y la fortaleza, sus familias nos compartieron el derrotero que atraviesan en el largo camino de búsqueda de justicia. Graciela y Jimena —madre y hermana de Sebastián— llevan 3 meses en este proceso; Guillermo y Lorena —padre y madre de Ezequiel— transcurren 2 años; y Viviana —madre de Facundo— lleva 12 años.

Sus historias particulares se tejen para mostrarnos una trama: un sistema que propone fragmentar, a lo que estas familias se oponen con la convicción —y la necesidad— del encuentro, de la construcción de redes, de lo colectivo, de visibilizar sus luchas para acompañar a otras familias en las propias luchas y compartir el dolor. Para que estos hechos no se repitan, en una búsqueda incansable de justicia.

1- “Toda nuestra vida cambió”.

CDC: ¿Quieren presentarse, por favor?

Graciela: Mi nombre es Graciela, soy la mamá de Sebastián. Fue asesinado en ocasión de robo de una moto, cuando se iba a trabajar. A pesar de que él pidió que no lo mataran porque tenía dos hijos, le dispararon un segundo tiro en el pecho que terminó con su vida. Y bueno, toda nuestra vida cambió a partir de eso, cambió para sus hijos, cambió para nosotros los padres, para sus hermanos. Y es un hueco que no vamos a cerrar.

Jimena: Yo soy Jime, la hermana del Seba, hija de la Chela, el Eduardo, tía, madrina/ mamila, como me dicen los chicos, porque también en la historia me ha tocado ser una figura para ellos, en algunas cosas, se han criado mucho en mi casa. Esto que uno sabe, que no hay reemplazo, pero que se hacen redes y algo más, que están ahí para ellos.

Viviana: Yo soy Viviana Alegre, la madre de Facundo Rivera Alegre, desaparecido en democracia, y hermana de Marcos Alegre, desaparecido en la dictadura. Yo creo que nadie tiene por qué hacerlo desaparecer, hacérmelo desaparecer, no podían decir otra cosa, a mí la policía no me podía decir otra cosa. Un negro menos, como te dicen a veces, porque ahora terminó ese juicio —mal juicio—, no lo encontraron, lo que quedó es que tenían que investigar, porque para la fiscalía Facundo fue cremado. Entonces nos dijimos: “Bueno, dale, vamos con la cremación, dale”. Resulta que se empiezan a caer a pedazos las falencias que cometieron, la búsqueda por dron. Pusimos ocho peritos —no uno, ocho peritos—, se involucró Amnistía Internacional. Lo que pasa es que hay intereses políticos. Y yo le tengo que responder a Lucía, la hija de Facundo, que me dice: “lo vamos a encontrar ahora, ¿no?”.

Guillermo: Nosotros somos papás de Ezequiel Castro. Van a hacer dos años de lo que pasó con mi hijo y es difícil, muy difícil, se pierden un montón de cosas, más allá de la vida de mi hijo, es un proceso y es muy difícil.

2- “El único camino es la justicia”.

CDC: Me parece que así como todo lo que nos enseñaron las Madres y las Abuelas, ustedes son nuestro nuevo legado. Un legado que implica una reflexión profunda de lo que estamos viviendo, que implica un camino también, el camino de la justicia, de los lazos sociales, de entender lo que está pasando. Justamente Marta Gaitán, que estuvo siempre al lado de Sonia Torres, mandó un audio hermoso, en donde ella dice que a veces le preguntaba a Sonia cómo no la invadía la venganza, además por la crueldad de que nunca pudo conocer a su nieta. Y ella le dijo: “Hay dos manos. Una es la justicia y la otra es la venganza. El único camino es la justicia. Lo cual no quiere decir que esta justicia sea perfecta, ni mucho menos”. Creo que vos, Viviana, lo has vivido a todo esto por más años.

Viviana Alegre: Es tal cual, como lo aprendimos con Sonia Torres, como lo aprendimos con Norita Cortiñas: venganza no, sino justicia, pero también saber que la justicia pasa a ser una injusticia de acuerdo al poder político de turno, porque todos los poderes políticos, todos, absolutamente todos, tienen muertos, todos, y desaparecidos, todos, y me hago cargo de lo que digo.

3- Cuidar las niñeces y juventudes.

CDC: ¿Qué implica la justicia?

Jimena: Nosotros necesitamos que la justicia se conciba pensando en las juventudes. La ausencia de políticas públicas en los últimos años se hace cada vez más evidente; la individualidad, la fragilidad de todos los espacios, la sobrecarga de las familias con dos o tres trabajos cada madre y cada padre, todo eso hace imposible crianzas acompañadas, hay mucha soledad en las y los pibes. Lo veo en el consultorio, porque soy psicóloga sociocomunitaria y una de las estrategias es generar espacios para que las y los pibes estén en compañía. A veces una siente que es absurdo el trabajo, porque mira los ojos de muchos pibes y de muchas pibas y sentís el abandono, el desamparo, literal. Desde que son muy chiquititos se cuestionan, se preguntan cosas que son problemas de personas adultas, en el sentido de tener que sostener la vida, con sobrecarga para los cuerpos de esos niños y de esas niñas. Entonces cuando pensas en la configuración de su subjetividad hay un montón de huecos, de roturas, que van generando mellas. Y después está la exigencia de “bueno, ya te tenés que hacer cargo de ciertas cosas”, pensando en adolescencias que no son para todos los actores iguales. Hay niños-adultos al instante, a los ocho años ya en muchos barrios, ya son adultos en un cuerpo pequeño.

Graciela: Hay una construcción, una representación, como decía Jimena: son “pobres”, menores “excluidos” y “negros”, son “culpables”. Ese es el discurso del odio y de la crueldad, no hay forma de pensar que niños y jóvenes que han atravesado estas trayectorias puedan sentir empatía por el otro, es imposible. Yo conozco mucho a Rubén Musicante, y él nos trataba de explicar esta lógica de perversidad que se instala, de poca posibilidad de empatía. Cuando vos hablabas con los chicos, ellos te decían: “Hoy le tocó a él y mañana me toca a mí”. Entonces, esa construcción, esas representaciones, son imposibles de sacar. Además en una sociedad en la que sos exitoso si consumís todo lo que te muestran —si no sos un fracasado—; o como lo definió Mauricio Macri, de la peor forma —cuando habló de los “orcos”—, se trata siempre del otro negado, como fue negado el indio, como fue negado el criollo, como fue negado el subversivo. Esa es una deuda que como sociedad tenemos. No hemos podido superar esas cuestiones. Si lo pensamos de manera retrospectiva, cuando considerábamos que teníamos mejores políticas en perspectiva de derechos humanos, aun así había huecos. Entonces la preocupación es: ¿cuántos de estos chicos —como en el caso nuestro— que están involucrados pueden salvarse?, porque no creo que la cárcel a un jóven de catorce años le sirva de algo. Pero deberíamos prevenir a futuro, para pensar otra forma.

Jimena: A partir de mi trabajo, de la formación de cuna que nos han dado y de las vivencias personales y familiares, creo que hace falta más ternura en las políticas, hacen falta políticas públicas que miren con ternura y con amor a las pibas, los pibes y jóvenes y que realmente construyan espacios para que puedan pensarse de otra forma. Y digo de otra forma porque no es un destino imposible de revertir, es una cuestión que se puede transformar.

4- Justicia ¿restaurativa?

CDC: ¿Cómo son sus experiencias en esta búsqueda de justicia? ¿Qué necesitan las familias de las víctimas en este recorrido?

Guillermo: En mi caso, lo que veo es que está mal el sistema judicial y no sé por dónde empezar para cambiar la cosa, porque es muy difícil también seguir en la lucha. Llegas, te topas con ese muro. Y te preguntas: “¿Cómo hace esta gente para estar acá y no tener un poquito de empatía en su corazón, para ponerse en lugar de las víctimas?”. El acceso es limitado para ciertas personas: si vos sos x persona, vas a tener acceso al expediente, vas a tener las cámaras, vas a tener todo, ¿me entendés? Pero si no tenés recursos o perteneces a otra clase social, se pierden cosas, se pierden las cámaras, no tenés acceso, te mienten, te lo tildan al expediente.

Jimena: Nos pasa algo similar. El caso de mi hermano, el Sebastián, fue mediático. Lo digo —y lo vuelvo a decir, porque creo que también es una politización del sufrimiento— que si mi hermano hubiese sido un poco más negro, hubiese vivido un poco más allá y no hubiese sido tan trabajador, no sé si se hubiese conocido el caso como se conoce, y lo digo sin ningún pelo en la lengua, porque me parece que hay que empezar a hacerse cargo de esas cosas. En ese marco, el fiscal todas las veces que nos recibió lo hizo por la presión social, porque tenemos inserciones profesionales y nos acompañan las facultades en las que nos movemos, por un montón de cosas, y eso también hay que decirlo. Porque hemos conocido familias —como el caso de Vivi— que se acercaron, que hace doce años, diez años, quince años que están esperando una respuesta. No hay salud mental que aguante. Por eso siempre hablo también de la necesidad de la transversalización de la salud mental en las políticas públicas, porque hace falta que realmente se considere el daño que se ejerce a los familiares, a las víctimas, y que la revictimización es permanente. Uno no puede andar peregrinando por todos lados, y pese a todos los accesos que tuvimos nos pasó lo mismo; o sea, es inhumano, te arrolla la cabeza, te desgasta el cuerpo, te genera un cansancio y una angustia, y todos los días era un bucle para nosotros. Todos los días pienso qué falta, qué podemos hacer, cómo hacemos, con quién nos juntamos, con quién hablamos, y uno no da más.

Graciela: Ella me decía: “Vos vas a tener más suerte que yo —y no entendía porque me lo decía—, porque llevo ocho años y desaparecen expedientes, desaparecen declaraciones, pero vos vas a tener un juicio más justo”. No debemos permitir que se vulneren esos derechos, que se violenten, porque si nos ha pasado algo tenemos derecho a un respeto por parte de la justicia, y no una justicia que sea como un reino, en donde si le caes bien podés prosperar, pero si no le caes bien, nunca prosperas. La justicia tiene un montón de falencias, y en el proceso hay mucha gente que pierde un montón de cosas.

Las acciones —más allá de lo que nos lleva a cada uno a reclamar— tienen que ser colectivas, pese a la diversidad de casos. Porque sino el acceso a la justicia, si bien está escrito, es inexistente. A nosotros nos atendían por lo que dice Jimena, una práctica muy habitual, según la cual determinan que hay gente buena y hay gente mala, los malos están de un lado y los buenos del otro, y eso lleva a todas las injusticias. Porque sabemos —y por supuesto no estoy justificando lo que le pasó a mi hijo, no lo puedo justificar—, pero sí sabemos que hay gatillo fácil, que a los chicos les crean más causas de las que hay. Entonces no hay forma de encontrar ese espacio de derechos humanos, de verdad, que no sea reclamando.

Jimena: Lo que hace el no acceso a la justicia es esto, que la crueldad una y otra vez te retuerza y te hagan mierda, porque en el medio quedamos todos rotos. Nosotros quedamos todos rotos, porque las víctimas son nuestras, los muertos son nuestros. Nos tenemos que correr de sectorizar la responsabilidad y hablar de corresponsabilidad, y entender que estamos todos en la misma. Cuando a Sebastian lo mataron, el Estado también lo mató. Entonces a mí me preguntan, ¿cuál es la justicia restaurativa? Que el Estado se haga cargo de lo que no hizo para que un pibe de catorce años y otro de diecisiete tengan un arma en la mano.

Guillermo: Claro, ¿qué hizo el Estado por esos pibes?

5- “El común denominador: la violación a los derechos humanos”.

CDC: ¿cómo se sigue?

Jimena: El tema es qué hacemos en adelante. Estamos en un momento en el que hay que empezar a plantarse mucho, pero mucho, hay que empezar realmente a plantarse y discutir muy seguido, pero discutir con acción. Por eso yo se lo comenté en chiste a mi vieja, pero también un poco en serio: ¿hasta cuándo vamos a estar comunicando?, hagamos algo. No digo que no contribuya, pero las acciones concretas están en exigir que, por ejemplo, las facultades sean escuchadas en los tratamientos de las leyes, que se empiecen a generar cambios desde una mirada interdisciplinaria en serio. No porque un psicólogo dice, sino que porque hay un debate y un pensar que hacemos para no simplificar tanto la cosa, no es una cuestión de voluntad.

Viviana Alegre: Federico, Santiago, por todos los Facundo que andan por ahí, que necesito que sigan andando, que no les pase lo mismo que a mi Facundo, o que le pase lo mismo que a otros de nuestros hijos. La lucha es colectiva, y nosotros la hacemos colectiva no sólo de la boca para afuera, también la llevamos para todos lados, tratamos de visibilizar a nivel nacional, aunque es complicado.

Guillermo: La idea es seguir en la lucha, acompañando, visibilizando, pidiendo justicia. No es el único caso, ni va a ser el último, pero creo que la lucha va a servir para algo, ¿no es cierto?, para ayudar a otras familias, para acompañar, para visibilizar más allá de la pérdida que uno tiene. Tratando de sobrellevar todo esto, porque es muy difícil la situación económica por la que uno tiene que pasar, implica dejar un montón de cosas, volver a la unión familiar, porque también es muy complicado sobrellevar el proceso de tener que estar saliendo con una bandera o remeras pidiendo justicia. Es tan complicado que parece que se agotaron los recursos, pero también tenés gente que viene y te da un pechoncito para seguir.

Graciela: En cuando logramos hablar, ella me dice: “Pero mi hijo estaba en otro lado, era un ratero”. Entonces le digo: “No te estoy hablando de eso, porque a tu hijo le vulneraron los derechos y lo mataron por la espalda y no corresponde eso”. O sea, ¿a qué voy con esto? Creo que nosotros mismos tenemos que superar esos estigmas, poder unir esas voces porque todo significa la violación de los derechos humanos. Si un chico comete algún delito no tiene por qué justificarse su muerte, como tampoco nosotros podemos justificar que a Sebastián aún entregándoles la moto lo hayan matado. Y me parece, para que esa acción sea potente, tenemos que unir voces, hay distintas formas, porque sino nos quedamos encerrados, estigmatizados o con miedo.

Jimena: Decíamos que ninguno de los dos hijos debería haber muerto por balas y me parece que esa es un poco la cosa, empezar a reflexionar que estamos muriendo todos por balas.

Guillermo: Diferentes posiciones en un mismo criterio, en los dos casos por más opuestos que sean se vulneraron los derechos de las personas.

Jimena: Empezar a generar una sinergia desde ahí, empujar por el mismo lado, para que la justicia sea restaurativa, para que escuche a las familias; o sea, no podemos esperar a después del juicio para poder saber, hablar, pedir. Mis sobrinos todos los días están esperando a su papá y no quiero que sigan esperando una respuesta, uno no puede, ni tendrías por qué carajo esperar un solo día cuando te matan a alguien, cuando te desaparecen a alguien, es injusto y la justicia tendría que considerar la urgencia subjetiva, no la urgencia de la notas de tapa, sino que las familias estamos esperando. Es cruel, es realmente cruel, y te cansa. Estuvo la mamá de Lucas Funes, y ella está sola, dicen que se suicidó desde un séptimo piso pero en realidad sospechan que la policía la tiró ¿Cuándo fue? Hace tres años y está sola, y realmente ella decía que lamentaba no tener lo que nosotros tenemos. También, dependiendo de quién te apoya, es como podés seguir.

Guillermo: Otro problema, más allá de la pérdida que uno tiene, es que tenes el primer frente —quienes mataron a tu hijo, o a tu hermano—; el segundo frente —la justicia que no avala ni apoya— y el tercer frente, la sociedad.

Jimena: Creo que el deseo es que no le pase a ninguna otra familia y eso también es algo para poner sobre la mesa cuando te pasa algo irreversible, irremediable. O sea, nadie nos va a devolver a quienes amamos, no vamos a tener un asado, un abrazo, ni vamos a dejar de buscarlo. Alguien comentó que abría la puerta al patio; yo tengo una silla que pongo en un sauce en el que mi hermano dormía la siesta, y la tengo ahí y la veo por la ventana, porque sigo esperando verlo en algún momento. Nadie nos va a devolver a los seres queridos. Esperamos que no le pase a nadie, porque uno queda roto para siempre, de verdad que queda roto y te cuesta mucho juntarte.

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