Información e indigestión: la subjetividad entramada en la velocidad

Por Ana Inés Lázzaro (*)

El texto explora la tensión entre velocidad y complejidad en lo social, abordándola desde el punto de vista de la subjetividad. La autora parte del supuesto de que la aceleración de la comunicación y los cambios rápidos generan desorientación, ansiedad y crisis subjetivas, afectando la capacidad de comprensión. Y reflexiona sobre estos síntomas en el contexto político argentino actual, marcado por estrategias de hipercomunicación, radicalidad y el shock promovido por la “motosierra” de Javier Milei. El objetivo es apuntar estrategias de supervivencia en este escenario, diferenciando entre una “micro política reactiva”, que perpetúa el sistema, y una “micro política activa”, que busca la transformación creativa. Se plantea la necesidad de reconstruir lo común y lo colectivo, en medio de una coyuntura política que exacerba la fragmentación y promueve una espera sacrificial y mesiánica, delegando la acción política al futuro y debilitando la democracia participativa.

La subjetividad como trama compleja

En estas páginas voy a seguir el hilo de la tensión entre velocidad y complejidad de lo social, dos dimensiones que se van ligando en el devenir de los hechos pero que a la hora del análisisparecieran responder a lógicas contrapuestas. La velocidad enfatiza la sucesión lineal, el movimiento en sí mismo (en una dirección dada y hacia adelante, como dicta la llamada flecha del tiempo moderna), creando un “espacio-tiempo”1 plano. Por su parte, lo complejo nos invita a observar y pensar a lo ancho, a lo espeso, abriendo otra espacialidad: hay multiplicidad de aristas, de variables y dimensiones que se trenzan, se anudan y sueltan, evidenciando la existencia de una trama y su temporalidad (más suspendida, por momentos cíclica, repetitiva) vinculada al tempo que conllevan la construcción de consensos y los procesos de transformación social.

Lo dicho también opera a nivel micro, de las subjetividades con sus variantes y especificidades. Entendiendo la subjetividad desde la encarnación temporal que efectivamente somos (una materialidad orgánica, el ser-en-el-tiempo del que nos habla Merleau Ponty) y en donde podemos atender al movimiento continuo de los sucesos al que nos referimos como paso del tiempo. Pero nuestra individualidad-singularidad es también una trama, una configuración no homogénea y cuya coherencia se va tejiendo en un proceso gradual, desde que nacemos y vamos integrando el principio de realidad o de actuación de la época como función primordial del yo para nuestra supervivencia.

No se trata aquí de enfatizar la condición individual como una totalidad auto-producida y cerrada en sí misma. Por el contrario, seguimos insistiendo en la subjetividad como producida por instancias individuales, colectivas e institucionales, en la heterogeneidad de los componentes que agencian su producción e incluso, en lo inacabado de este proceso. Somos “lo social hecho cuerpo” nos advierte Bourdieu (1991), fruto de la experiencia/vivencia/trayectoria/de los condicionamientos externos, a la vez que no podemos desanclarnos de nuestra organicidad. Sin embargo, aun cuando el yo no esté cerrado ni esté acabado, hay cierta regularidad constitutiva, una regularidad que da lugar a la previsión, a la formación de expectativas (reales o no) sobre lo que vendrá, permitiéndonos algún grado de integridad a nivel psíquico, una dosis de estabilidad que habilita la adaptación del sistema nervioso a las circunstancias con su equilibrio físico-químico consecuente:

De una manera más general deberá admitirse que cada individuo, cada grupo social vehiculiza su propio sistema de modelización de subjetividad, es decir, una cierta cartografía hecha de puntos de referencia cognitivos, pero también míticos, rituales, sintomatológicos, y a partir de la cual cada uno de ellos se posiciona en relación con sus afectos, sus angustias, e intenta administrar sus inhibiciones y pulsiones”. (Guattari, 1996, p.22)

También la noción bourdiana de habitus pone el acento en la necesidad de hábito, de una estructuración para la supervivencia y la vida en todos los sentidos, y cómo tales estructuras implican una temporalidad que no es la de un avatar: darle forma al habitus2 no es necesariamente del orden de la velocidad, es algo que se va construyendo de manera gradual y compleja en el atravesamiento de múltiples factores objetivos y en donde la trayectoria del agente es un punto de referencia. Si nuestra subjetividad en tanto habitus se refiere a esquemas de acción y percepción, entonces nuestra capacidad interpretativa supone la procesualidad que toda estructuración requiere.

De aquí, retomando la pregunta por inteligibilidad de los hechos mirándola desde una dimensión subjetiva, surge la pregunta: ¿qué pasa con nuestra capacidad de comprensión ante la abrumadora, incesante y cambiante información? Esta rapidez-cantidad-multiplicidad impacta especialmente a nivel informativo, pero también es vivida en la cotidianeidad de nuestras experiencias (en las compras del súper, pagar los servicios, moverse en transporte, enfermarse, trabajar: ¿cuánto y por cuánto?). ¿En dónde nos deja este efecto de saturación? ¿Llegamos a entender los pocos renglones de un tuit? ¿Alguien, acaso, podría explicar lo que está pasando?

Hay algo aquí del orden de la indigestión que, aunque tengamos ganas o pongamos voluntad, no hay tiempo para digerir, porque cuando quisimos parar la pelota para analizar el juego ya está pasando otra cosa, igualmente radical, igualmente abundante, igualmente contradictoria.

Coyuntura de un presente roto… ¿entonces?

Partiendo de la mirada conceptual recién planeada, atenderé a algunos aspectos de nuestra coyuntura actual y sus posibles efectos en las subjetividades. En primer lugar, porque la lógica de la motosierra” de Milei plantea radicalidad, de manera incesante, y eso viene de la mano del shock. Se avanza velozmente vía shock y también, como un juego perverso, se vuelve. Se va y se vuelve de manera contradictoria y eso nos deja sin brújula, sin capacidad de planificación incluso en un corto plazo. No es una novedad que la imprevisibilidad y la incertidumbre (estos vacíos que hay que llenar de algún modo porque, a pesar de todo, hay que seguir) son productores de ansiedad, hiperestrés, angustia y hasta depresión. Síntomas conocidos de la nueva era de la comunicación digital como plantea Bifo Berardi y que han explotado en el contexto pos-pandémico:

En las décadas del capitalismo digital lo que ha pasado es una aceleración del ritmo de explotación del tiempo nervioso de la humanidad (…) La aceleración hace que las formas de conciencia humana en su relación con el tiempo de la infosfera se colapsen. La aceleración absoluta de la infosfera recorta drásticamente los tiempos que serían necesarios para la elaboración racional de una información, para traducir las reacciones inmediatas por medio de la verbalización y, sobre todo, para una elaboración emocional de los estímulos que proceden del entorno, de los cuerpos–signo que nos rodean. (…) El organismo consciente reacciona ante esta situación aferrándose a automatismos psíquicos tecnológicos y sociales que sustituyen a la elección consciente. No hay ya posibilidad de elegir porque todo se desarrolla deprisa, porque la atención en el tiempo está saturada”. (Berardi, 2006)

Como un experimento social, la coyuntura política libertaria está desplegando todos los artilugios de la hiper-comunicación de manera simultánea, como una contienda que se dirime en las redes, mientras que la realidad cotidiana de los y las argentinas corre por vías paralelas a la realidad virtual que se dibuja discursivamente desde un gobierno que ya transcurrió 10 meses de mandato.

Es difícil arriesgar un análisis cuando todo está en ebullición, vale decir. Mientras escribo esto, algo nuevo está pasando… cuando leas estas líneas, seguramente también. Entonces, en un estado de desorientación, ¿cuáles son las estrategias de supervivencia que estamos desplegando? (estrategias subjetivas anti-colapso). Traigo algunas puntas para dejar planteadas que, desde luego, no agotan la problemática:

Sucumbir a un estado de derrota que nos lleva a la depresión-impotencia y todo lo que trae consigo desde lo psicofísico, vincular, social. También hay algo de este derrotero en la vox populi los políticos son todos iguales (lo que parece ser un síntoma de la decepción de la política como tal). Pero, realmente… ¿son todos iguales? ¿Es siempre igual, todo igual, todo lo mismo? ¿Las mismas propuestas/proyectos? ¿Los mismos devenires? Hay que pensar mucho sobre esto para no caer en respuestas simplistas y, menos aún, en la derrota por adelantado. Sobre ello dice Berardi (2006) siguiendo a Guattari:

La depresión es la desactivación del deseo que sigue a una aceleración motivada por el pánico. Cuando uno ya no es capaz de entender el flujo de información que estimula su cerebro, uno tiende a desertar del campo de la comunicación, a desactivar la respuesta psíquica e intelectual: No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos”.

Asimismo, es sorprendente escuchar otro tipo de paliativos a la situación, más situados en el orden de la esperanzacon frases tales como: hay que darle tiempo, hay que esperar, las cosas en un futuro se van a solucionar. Ya el presidente electo lo dejó en claro: Argentina será como Estados Unidos -eso sí- dentro de 40 años. Mientras tanto, hay que atravesar y soportar lo peor. Es muy curioso como aquí entra al juego algo distinto a la velocidad y radicalidad, poniendo por delante, desde el discurso, el hecho de que los procesos de transformación requieren de un tiempo de maduración. El punto clave pasa por otro lado: está en el cómo, en cómo llevamos adelante ese proceso, qué involucramiento y qué participación política habilita, qué mecanismos democráticos y de construcción de consensos sociales supone. Pues bien, de eso no se habla, las temporalidades de dicho estado esperanzado anhelan el punto de llegada sin detenerse en el camino hacia el que se dirigen, poniendo en evidencia una espera casi religiosa, de tipo mesiánica y sacrificial, un nos va a salvar de esta (sin importar los medios) que no hace sino reforzar la delegación. Nada más lejos de las formas de construcción democrática y sus lógicas participativas.

Desde luego, estos posicionamientos delegativos son una forma de hacer y entender lo político y el hacer política, que es parte de lo que hoy se está disputando en nuestro país, pero se inserta en discusiones más amplias en torno al avance del capitalismo neoliberal. De aquí, para terminar, hago referencia a lo que Suely Rolnik (2019) define como micro política reactiva en oposición a la micro política activa” al hablar de las respuestas subjetivas ante los contextos y a los modos de subjetivación en juego. La autora refiere a cómo se ha ido configurando socio-históricamente un tipo de formación inconsciente que llama “el inconsciente colonial, capitalístico cafeishístico” con sus brújulas del deseo, y en donde radica una de las claves de la reproducción sistémica, o de su transformación. Por eso, la política no puede pensarse sólo a partir de su dimensión macro sino también singularmente, incluso, a nivel psíquico. 

La “micro política reactiva” es aquella respuesta que sale de manera automática, una posición más sumisa al poder del inconsciente colonial capitalístico que viene, por siglos, expropiando la fuerza de creación (en un modo de subjetivación serializado). Una subjetividad que se identifica con el sujeto (en tanto estar sujeto) y refuerza la subjetividad como individualidad separada de otrxs (fragmentación). Desde luego, esta reacción inmediata y atomizada no da lugar a la imaginación, al desplazamiento: hay una acción defensiva de protección de cierto orden del mundo y de sí. Puede salvarnos psíquicamente, es decir, como estrategia de supervivencia inmediata, pero a costa de no cambiar nada. Más bien, reforzándolo.

En contraparte, una “micro política activa” es aquella que no reacciona, sino que acciona. Tiene que ver con la invención de algo, la pulsación de nuevos modos de hacer y sentir de manera tal de volverlos sensibles. Se trata de una subjetividad práctico-reflexiva: su micro política requiere un desarrollo, maduración y, por ende, otro tempo, otra procesualidad que nos hace detenernos y mirar a lo ancho, a lo complejo, a configurar modos de estar juntxs, de construcciones colectivas y de lo común (no es una espera, es una agencia). Es atender a la singularidad no solo como una trama sino en trama.

Aunque existan tendencias predominantes en los distintos contextos y coyunturas, ningún proceso es blanco-o-negro. Es justamente ahí, en la gama de colores, que situamos nuestras acciones y anhelos de intervenir mediante la palabra, el gesto, el pensamiento, sumando hilos a una trama que siempre se nos escapa, pero de cuya complejidad también somos partícipes. En esto, seguimos apostando a las ciencias sociales, tan degradadas en este escenario actual, en tanto pensamiento que guía la acción y viceversa, es decir, como praxis crítica, necesaria y urgente.

(*) Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

 


1 Siguiendo Harvey (1998), refiero al espacio-tiempo como noción englobadora, en la medida que espacio y tiempo suponen dimensiones indivisibles de la existencia.

2 Desde esta perspectiva, las categorías de percepción del mundo social son producto de la incorporación de las estructuras objetivas del espacio social. Aunque los agentes tengan una captación activa del mundo la construcción de dicha visión subjetiva opera bajo coacciones estructurales (Bourdieu, 1991). Lo que Guattari denominaría como “procesos de subjetivación”.

 


Notas bibliográficas

BERARDI, Franco ‘Bifo’ (2006). “Mediamutación” en Revista Archipiélago nº 71.

BOURDIEU, Pierre (1991). El sentido práctico. Madrid: Taurus

HARVEY, David (1998). La condición de la postmodernidad. (Buenos Aires: Amorrortu. (Versión original publicada en 1989).

GUATTARI, Felix (1996) Caosmosis. Buenos Aires: Ediciones Manantial.

ROLNIK, Suely (2019). Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente. Buenos Aires: Tinta Limón.

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