Por Evangelina Benassi (*)
No existe una sola forma de ser joven, tampoco existe una única forma de serlo en Rosario, centro del debate mediático y político por ser considerada una ciudad íntimamente ligada al narcotráfico. Esa construcción -sostiene Evangelina Benassi- tiene un fuerte anclaje en datos reales y rodea al universo juvenil, pero no debe “reducir una trama compleja trazada por múltiples dimensiones”. Por ello, la autora advierte acerca de la existencia de recorridos heterogéneos, fluctuantes y multidimensionales por los cuales transita la juventud.
Benassi analiza puntualmente el trabajo de las y los acompañantes en el Programa “Santa Fe Más”, un proyecto de inserción laboral que se implementa desde 2019 en esa provincia. En el mismo, las y los acompañantes son quienes se encargan -desde el Estado- del acercamiento, contacto y vínculo con la juventud, capaces de generar un entramado que permite a los jóvenes “hacerse un lugar, construir una referencia, un espacio y tiempo en donde ser alojados”.
En los últimos diez años, pero fundamentalmente luego de haber transcurrido la pandemia por covid-191, la ciudad de Rosario se encuentra en el centro del debate mediático y político por ser considerada una ciudad íntimamente ligada al narcotráfico. En esa construcción, que tiene un fuerte anclaje en datos reales2, los jóvenes (fundamentalmente de sectores populares) quedan enmarañados en conceptos bélicos que los erigen como protagonistas casi exclusivos de lo que se denomina como “guerra narco”: sicarios, soldaditos, bunkers y otros tantos términos son asociados a sus experiencias vitales cotidianas3.
Sin embargo, quienes venimos investigando sobre los circuitos de jóvenes en la ciudad de Rosario4 (Benassi, 2018; 2019; 2022) consideramos que este modo de enfocar una mirada reflexiva (Bourdieu y Wacquant, 20055) en torno a sus problemáticas no hace más que reducir una trama compleja trazada por múltiples dimensiones. Esas dimensiones incluyen cuestiones ligadas a sus inserciones en instituciones clásicas de la modernidad, como la escuela; problemáticas ligadas a las violencias de diverso tipo, fundamentalmente las denominadas como altamente lesivas (Cozzi, 2022); intervenciones mediatizadas por discursos y prácticas punitivistas; enormes precariedades en la oferta laboral disponible; exclusiones de espacios de recreación urbanos, entre otros.
Esas problemáticas multidimensionales que afectan a las experiencias vitales juveniles son abordadas desde diferentes agencias estatales que ofrecen algún tipo de respuesta para propiciar los procesos de integración de los y las jóvenes, fundamentalmente de sectores populares. Podemos trazar dos grandes campos de intervención con estas juventudes en la provincia de Santa Fe6: uno referido a lo socio jurídico, en donde la cuestión juvenil está asociada mayormente al problema de la seguridad/inseguridad pública, se encuentra allí con mayor magnitud de intervenciones por parte de las agencias del sistema de administración de justicia penal –defensorías, fiscalías y tribunales-, en torno a situaciones penales; y otro espacio ligado a políticas socioasistenciales, que sostienen y construyen discursos y prácticas en torno a la necesidad de acompañar a los jóvenes en la construcción de un “proyecto de vida” (Medán, 2011 a, 2011 b) deseado por ellos y deseable socialmente.
1. Cadenas burocráticas que entraman a jóvenes
Documentar la multiplicidad de intervenciones que son parte del entramado social en el cual los jóvenes van construyendo ciertos soportes, requiere de un trabajo de campo exhaustivo y sostenido en el tiempo, que articula diferentes herramientas7. Para nombrar algunas instancias de recolección de datos, podemos señalar el análisis de documentos y normativas de diferentes políticas públicas en las cuales las problemáticas juveniles son abordadas; entrevistas con funcionarios que diseñan y gestionan esas políticas; entrevistas con referentes institucionales en donde se anclan territorialmente los programas y, también, encuentros formales e informales con trabajadores que las implementan e intercambios formales e informales con jóvenes para trazar junto con ellos cuáles son sus circuitos cotidianos y cómo son intervenidos por dichas políticas.
Es a partir de todo ese bagaje que podemos señalar la existencia de lo que denominamos como “cadenas burocráticas; es decir, una serie de políticas públicas o iniciativas destinadas a jóvenes de sectores populares, fragmentadas, superpuestas y contradictorias, que definen y explican la problemática a abordar de manera diversa; y que inciden en las formas de gobierno y tienen efectos en las experiencias vitales de este grupo social” (PIUNR, 2021: 1). Se trata de intervenciones eslabonadas que dan cuenta de las formas de hacer estatales vinculadas al gobierno /control de esta población y que a su vez, en muchos casos, son llevadas adelante y desplegadas por jóvenes. Es en ese sentido que nos interesa subrayar la existencia de un entramado joven que sostiene sus experiencias vitales.
Para el análisis que estamos presentando, nuestra mirada se enfoca en las políticas socioasistenciales. Dentro de ese primer gran recorte podemos, además, balizar que coexisten agencias con mayor nivel de institucionalidad (como las del campo de las infancias que trabajan con adolescentes y jóvenes en lo que refiere a su autonomía progresiva) y otras que se van construyendo sobre agencias estatales preexistentes, sobre las cuales se intenta montar una nueva institucionalidad. En el caso de los programas de inserción socio laboral para jóvenes, en la provincia de Santa Fe y específicamente en la ciudad de Rosario, desde el año 2013 se implementan propuestas focalizadas que, si bien tienen una importante cobertura entre jóvenes de sectores populares, presentan fuertes debilidades institucionales en su puesta en marcha. Uno de los aspectos de esa fragilidad tiene que ver con que son políticas cuya columna vertebral se sostiene en la figura de “acompañantes”, que son quienes se encargan del acercamiento, contacto y vínculo con los jóvenes. En este artículo trabajamos puntualmente con los resultados del análisis de los acompañantes en el Programa “Santa Fe Más” 8, programa de inserción laboral que se implementa desde 20199.
Esta tarea, que es llevada adelante por agentes de proximidad -lo que autores como Lipsky (1980) o Perelmiter (2016) han denominado como “burocracia de a pie” o “burocracia callejera”- es considerada como clave por los funcionarios del programa analizado, eje vertebral para llevar adelante las políticas hacia la población objeto. En este sentido, el rasgo distintivo de quienes desarrollan su tarea cotidiana con la ciudadanía, en estas nuevas agencias, es su esencial discrecionalidad y autonomía relativa de la autoridad organizacional en la ejecución de su trabajo (Lipsky, 1980). Las rutinas que se inventan y los acuerdos y decisiones están sujetos al manejo de las incertidumbres y las tensiones que la relación cara a cara origina inevitablemente. En ese acontecer diario se juega la transformación e implementación efectiva de las políticas públicas, en este caso, de inserción laboral para jóvenes.
2. ¿Cómo y quienes acompañan a los jóvenes?
2.a Los tiempos en el acompañamiento.
El trabajo de acompañamiento se caracteriza por la heterogeneidad, tanto de quienes llevan adelante el rol, como de las tareas que tienen que cumplir en su función. Sin embargo, es posible construir ciertas regularidades del proceso de trabajo que llevan a cabo diariamente. En este caso, señalaremos algunas objetivaciones que encontramos respecto del cómo acompañan teniendo en cuenta la dimensión temporal de dicho interrogante. El tiempo es un dato clave en el proceso de acompañamiento, porque trabajar con jóvenes supone comprender la dinámica espasmódica que dicha dimensión adquiere, en un momento vital en el cual se produce el despegue respecto de las instituciones tradicionales y el anclaje en nuevos soportes. Pero, además, el tiempo es una dimensión esencial porque nos muestra la tensión que existe entre programas que intervienen con propuestas a corto plazo, en contradicción con las particularidades que la “construcción de un proyecto de vida” suscita.
La tarea de acompañar supone entonces la administración por parte de los acompañantes de dos temporalidades en función de una doble tarea: el acompañamiento grupal y el acompañamiento individual. Respecto de la primera, la conformación de grupalidad es en gran medida el punto de partida de la construcción del rol en estos programas10, y es una tarea que demanda de mucho tiempo para poder ejecutarse y luego sostenerse. Tanto funcionarios como acompañantes coinciden en que este momento supone un “estar” activo, caracterizado por la paciencia, la permanencia y la insistencia. Abundan los relatos sobre grupos de jóvenes que se quedaban callados frente a esos otros que son los acompañantes, testimonios que dan cuenta de que la calma y la insistencia fue lo que permitió construir una grupalidad. En ese sentido, son los funcionarios quienes destacan que el manejo de lo que denominan como timming es clave para poder acompañar: tolerar los silencios, ser compasivos con la falta de entusiasmo, entender las ausencias intermitentes. Para los acompañantes, esta habilidad irrumpe en el mismo quehacer diario, es aprendida sobre la marcha, generando muchas veces malestar porque consideran que no hacen nada, o que la propuesta no avanza como debería. Sin embargo, los acompañantes remarcan que este momento inicial del vínculo permite la generación de confianza, punto nodal para poder desarrollar la tarea: no se puede acompañar si no se genera esa situación de complicidad y cercanía.
A partir de esos vínculos, los acompañantes irán relevando situaciones individuales que serán consideradas como problemáticas (abusos, consumo de sustancias, violencias, deserción escolar, maternidad/paternidad no planificada). En este otro tiempo, que es el de la individualidad, la tarea supone intervenciones para la construcción de un entramado interinstitucional que permita el abordaje de la situación. El tiempo será administrado para fomentar la referencia territorial de los jóvenes con las instituciones de sus barrios, lo que conlleva comparecer en estos espacios (escuela, centros de salud, áreas de acceso a la justicia), presentar las situaciones y acompañar a los jóvenes.
En la puesta en marcha de estas dos modalidades que requieren manejos de tiempos disímiles (pero superpuestos) se generan innumerables conflictos: las intermitencias de los jóvenes, las inasistencias a las capacitaciones, las dificultades grupales, las pocas referencias institucionales, los conflictos administrativos para la ejecución del programa; entre otras tantas cuestiones que los acompañantes señalaron .
Retomando el interrogante respecto del cómo de la función, cuando esa conflictividad los interpela, los acompañantes apelan a las referencias de las coordinaciones intermedias para que los acompañen a destrabar el asunto. Una de las características en la administración de este tipo de programas para jóvenes es la existencia de redes de articulación construidas sobre espirales de acompañamientos (los jóvenes -grupalmente- son acompañados, el joven es acompañado, el acompañante es acompañado por el referente territorial, el referente territorial es acompañado por la coordinación del programa). Esto pone en evidencia, por un lado, la debilidad institucional de la que hablábamos previamente, en relación a construcción de articulaciones que no dependan de un “otro” u “otra” que se sume al abordaje de situaciones puntuales, y por otro la apelación a lo artesanal como proceso de trabajo. En este sentido, otro de los rasgos sobresalientes es que la elaboración y retrabajo de las estrategias que se diseñan están mediadas por equipos profesionales o articuladores territoriales que ofician constantemente de habilitadores de las acciones sin tener contacto directo con jóvenes. El entramado del acompañamiento parece permear los procesos de trabajo, reconfigurando las prácticas profesionales que en buena parte se orientan a realizar el acompañamiento de los acompañantes. Este vínculo, no es un juego de palabras, se erige como una novedosa forma de gestión de la política social que encuentra, en esas interacciones, diferentes temporalidades y capilaridades para sortear los conflictos y plasmar los objetivos.
2.b ¿Quiénes acompañan?
Otro de los interrogantes que nos interesa abordar gira en torno a quiénes acompañan Para responder esta inquietud recuperamos un aspecto que emergió de nuestro trabajo de campo y que se constituye en uno de los hallazgos del proceso de investigación. Ese rasgo tiene que ver con el atributo joven de aquellos que acompañan a otros jóvenes en sus recorridos por estos programas socioasistenciales de inserción laboral.
En una encuesta que realizamos a quienes desarrollan dicha tarea en programas de infancia y juventudes de la provincia de Santa Fe11 de un total de 48 respuestas, 19 acompañantes tienen una edad que oscila entre 24 y 31 años, la misma edad de muchos de los jóvenes que participan del programa.
A partir del cruce de este dato con otras fuentes utilizadas, advertimos el rasgo joven de los agentes que se desempañan como acompañantes y construimos como hipótesis que dicho atributo responde a la alta flexibilidad que el proceso de trabajo supone. Esa flexibilidad nos vuelve a ubicar en el punto anterior respecto de qué implica ser maleables en cuanto a la administración del tiempo; pero también dicha flexibilidad se manifiesta en la versatilidad que estos agentes deben construir para propiciar la articulación con las instituciones de la política social. Lo expuesto supone acompasar entre la disponibilidad de otras instituciones, la temporalidad propia de los jóvenes y las instancias que el programa impone.
Entendemos que la flexibilidad, versatilidad y elasticidad en el proceso de trabajo encuentra en los jóvenes un agente propicio, por dos cuestiones: por un lado, porque la oferta laboral para jóvenes de los últimos 30 años se presenta (casi) institucionalizada con dicha condición, forjando un carácter flexible para lograr la inserción (Sennett, 200012)13. Es por lo tanto una característica del mercado de trabajo (a los y las jóvenes parecería que siempre les esperan trabajos precarios y flexibles en sus primeras inserciones) pero además, se ha ido convirtiendo en una particularidad de la subjetividad de los jóvenes, que señala el modo espasmódico, fluctuante e intermitente de relacionarse con las instituciones: en este caso el trabajo. El horario flexible (Sennett, 2000: 58) que este trabajo implica genera una apariencia de mayor libertad y la posibilidad de conciliar con otras actividades (estudio, cuidado, otros trabajos). Por otro lado, porque los jóvenes encuentran en el acompañamiento un modo de aprendizaje para trabajar en el Estado, fundamentalmente en el campo socioasistencial. Nos referimos específicamente a estudiantes de carreras ligadas a las ciencias sociales, jóvenes que participan en organizaciones de la sociedad civil o que son militantes de partidos políticos. Es decir que, aún con esta flexibilidad, esta actividad es valorada porque permite formarse para el trabajo en lo social.
Siguiendo esta orientación, podemos advertir que para las políticas de acompañamiento, la plasticidad de los agentes estatales se torna neurálgica, ya que las posibilidades de trazar trayectorias singularizadas en pos de la inclusión o la restitución de derechos se conciben proporcionales a las capacidades de lectura del contexto, la territorialidad y la invención creativa de quienes llevan adelante tales tareas.
Dilemas para seguir profundizando
A partir de dilucidar el atributo joven de los acompañantes, y como cierre provisorio, queremos señalar dos aspectos que emergen de las particularidades que la “cercanía generacional” plantea entre acompañantes y acompañados: la “horizontalidad” y las precariedades.
La cuestión de la “horizontalidad” se presenta en las entrevistas en un sentido dilemático: tener la misma edad que los acompañados supone un gran desafío. Porque si bien para generar la “confianza” necesaria para la construcción de la grupalidad es importante “ir a la par” (Nueva Oportunidad, 2018: 71), el modo en el que se construye esa relación de tanta cercanía genera diversos conflictos. Son fundamentalmente los funcionarios quienes consideran que los acompañantes deben ubicarse como la referencia del Estado para los jóvenes y, en tal sentido, remarcan la necesidad de la asimetría en el rol, considerando un riesgo que el acompañante se vea como un pibe más. Este dilema se refuerza con las debilidades institucionales señaladas previamente. Es decir, la multiplicidad y variedad de tareas que llevan adelante los acompañantes (organización de talleres, compra de materiales, asistencia de los jóvenes, seguimiento de situaciones individuales, redes interinstitucionales, informar cuándo está disponible para cobrar la beca, por nombrar algunas) generan confusiones respecto de los roles, las jerarquías y la organización que la puesta en marcha del programa requiere. Este desdibujamiento de la función ocasiona que, en muchos casos, sea el vínculo afectivo con los acompañantes lo único que sostiene la participación de los jóvenes en la propuesta.
En relación al segundo aspecto, acompañantes y acompañados comparten variadas precariedades en sus inserciones laborales. Los jóvenes que participan del programa cobran la beca por capacitarse y, en algunos casos, los mismos acompañantes cobran la beca como “salario” por cumplir su función. Si bien esta situación no es la habitual y sólo se produce en casos extraordinarios, las condiciones laborales de los acompañantes son de una gran precariedad. Los salarios son bajos (en relación a la canasta básica o a un sueldo promedio mínimo vital y móvil) y cobran de manera informal, a través de convenios tercerizados con organizaciones sociales. Con lo cual, ambos comparten no sólo su condición juvenil, sino las precariedades en las ofertas disponibles para sus inserciones laborales14. Se trata de una propuesta que no sólo en su formulación sino también en el imaginario de sus actores plantea lo imperativo de acompañar a jóvenes de sectores populares para su inserción laboral.
La precariedad no sólo se expresa en torno a lo salarial, sino también en relación a la inestabilidad e intermitencia de los acompañantes. Teniendo en cuenta lo que abordábamos previamente, en donde describíamos que gran parte de la tarea tiene que ver con sostener la participación en el tiempo, la alta rotación atenta contra esa posibilidad. Las escasas propuestas de supervisión, acompañamiento y retrabajo propician estas intermitencias.
Para cerrar este artículo, consideramos pertinente hacer una mención en torno a las potencialidades que el acompañamiento de jóvenes a jóvenes supone: la referencia que establecen, la construcción de una interlocución desde la confianza y el registro respecto de situaciones problemáticas que puedan estar atravesando quienes participan del programa. En ese sentido, consideramos que los acompañantes generan un entramado que permite a los jóvenes “hacerse un lugar” (Chaves y Segura, 2015), construir una referencia, un espacio y tiempo en donde ser alojados.
(*) Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
1 Hacemos referencia a la situación que vivimos durante los años 2020 y 2021, momento en el que se desató a nivel mundial una pandemia por el virus de covid-19, conocido como coronavirus, transformando nuestra cotidianidad.
2 Cuando mencionamos datos reales queremos señalar específicamente un aspecto que tiene relación con la violencia altamente lesiva (VAL) ligada al narcotráfico en Rosario y que es el aumento de la tasa de homicidios. Desde el año 2011 esa tasa viene creciendo, con algunos altibajos en ciertos períodos, pero con una tendencia sostenida a la alza, profundizada y agudizada en los últimos dos años. El aumento de la VAL no está únicamente vinculado a la problemática de comercialización de drogas ilegalizadas sino a diferentes cuestiones (sociales, políticas, económicas), que generan que su despliegue sea cada vez mayor. Para más datos, se puede consultar al Observatorio del Ministerio de Seguridad de la provincia de Santa Fe https://www.santafe.gob.ar/ms/osp/.
3 Desde el discurso mediático y desde algunos partidos políticos (en época de campaña) se construyen radiografías, análisis, discursos, en torno la ciudad, desde el título de “guerra narco”. Esa construcción tiene efectos objetivables en la realidad ya que para quienes no viven aquí, Rosario se encuentra atravesando una “guerra” con toda la connotación que eso conlleva.
4 En Rosario existen variados equipos de investigación que abordan temáticas vinculadas a las juventudes. Esos equipos tienen anclajes institucionales en diferentes facultades de la Universidad Nacional de Rosario (Derecho, Psicología, Ciencias Políticas, Antropología).
5 Entendemos aquí la idea de reflexividad en el sentido en el que la plantean Bourdieu y Wacquant (2005) de construir el objeto en términos de relaciones sociales, ubicándonos en un lugar de permanente escrutinio “del inconsciente científico colectivo fijado a las teorías problemas y categorías (especialmente las nacionales) del juicio académico” (2005: 69).
6 Excluimos de este análisis la educación formal, ya que consideramos que la misma se encuentra dentro de las políticas sociales “clásicas” de institucionalización de las trayectorias vitales juveniles y, en este caso, nos interesa puntualizar en políticas que intervienen con jóvenes de sectores populares, que se encuentran en los márgenes o con una situación de intermitencia respecto de esos soportes tradicionales.
7 Hacemos aquí referencia específicamente a los proyectos de investigación que venimos llevando adelante desde la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR): PID “Burocracias de a pie: los acompañamientos en las políticas de infancias y juventudes”, dirigido por la Dra. Silvina Fernández y codirigido por la Dra. Evangelina Benassi (2020-2023); al proyecto interdisciplinario de la UNR (PIUNR) “Juventudes, violencia(s) y burocracias estatales”, dirigido por la Dra. Eugenia Cozzi y codirigido por el Dr. Nicolás Barrera (2021-2024); el PID de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR “Sostener la política: los acompañamientos en las políticas de infancias y juventudes. Interacciones, procesos de trabajo y burocracias”, dirigido por la Dra. Evangelina Benassi y codirigido por la Dra. Silvina Fernández (2023 – actual).
8 El Programa “Santa Fe Más” es un programa de capacitación en oficios, para jóvenes de 15 a 31 años. Los jóvenes se capacitan en algún oficio en particular, con dos talleres semanales y por dicha participación cobran una beca mensual (actualmente es de aproximadamente 9500 pesos). En Rosario participan (estimativamente) 12000 jóvenes en 500 espacios de formación, lo que hace suponer que el número de acompañantes es cercano a esa cantidad.
9 No es objeto de este trabajo realizar una genealogía de este tipo de políticas en la provincia de Santa Fe y en Rosario en particular, pero sí es menester mencionar que el Programa “Santa Fe Más” es la continuidad de otro programa con gran impacto en las juventudes santafesinas, que fue el Programa “Nueva Oportunidad”. Dicho programa, en primera instancia municipal (2013), luego se amplió a toda la provincia con la segunda gestión del gobierno socialista, a cargo de Miguel Lifstchiz.
10 Señalamos específicamente programas para jóvenes, porque en el caso de los acompañamientos en políticas de infancia en general estos se desarrollan de manera individualizada.
11 Nos referimos en este caso no solamente al Programa para Jóvenes “Santa Fe Más” sino también al Programa de Acompañamiento Personalizado de la Dirección Provincial de Niñez, Adolescencia y Familias. Si bien en este artículo centramos nuestra mirada en los programas para jóvenes, en el PID articulamos la mirada respecto de la intervención con ambos sectores sociales, niños y jóvenes.
12 Retomamos la idea de flexibilidad que plantea Sennett (2000) en su libro La corrosión del carácter: “el sistema de poder que acecha en las formas moderna de flexibilidad está compuesto de tres elementos: reinvención discontinua de las instituciones, especialización flexible de la producción y concentración sin centralización del poder” (2000: 48).
13 El cruce entre trabajo y juventudes es un tema ampliamente estudiado por diversos/as autores y perspectivas de las ciencias sociales. Algunas referencias ineludibles son Eugenia Roberti, Verónica Millenaar, Claudia Jacinto, Pablo Perez, Gonzalo Assusa, Mariana Buso, Agustina Corica y Ada Freytes Frey.
14 En una conversación informal con una acompañante que se desempeñaba como pasante en uno de los tantos talleres de inserción laboral para jóvenes, nos comenta una situación que le generó un gran dilema y fue cuando propició la presentación de los jóvenes en becas laborales en el “Tríptico de la Infancia” de Rosario, un espacio que por lo general es valorado por el aprendizaje que dicho trayecto supone. El dilema tenía que ver con que ella también se presentaría en dicha convocatoria, y sentía que estaba “compitiendo por un trabajo” con los mismos jóvenes a los que acompañaba.
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