La deuda: fuerza estructurante y clave hermenéutica de la democracia

Por Andrés Matta (*)

El autor propone una reseña sobre el libro de Ariel Wilkis, “Una historia de cómo nos endeudamos”, destacando como uno de los puntos fuertes de su perspectiva el enfoque en la desigualdad, “entendiendo que los mercados financieros se convirtieron en una nueva fuerza estructurante en la sociedad”. Subraya además su interés por las finanzas “de los de abajo” para comprender cómo las diferencias en la participación en el mercado financiero afectan las brechas sociales. Por último, destaca también en Wilkis el estudio de la deuda como una clave para interpretar la vida social.

El último libro de Ariel Wilkis, Una historia de cómo nos endeudamos. Créditos, cuotas, intereses y otros fantasmas de la experiencia argentina (Siglo XXI Editores, 20241), es una invitación a releer nuestra historia reciente a partir del vínculo entre las deudas y las instituciones que supimos construir en cuarenta años de democracia. La propuesta es original porque lo hace a partir de una detallada historización de las deudas de los hogares y las personas, en lugar del transitado debate sobre el endeudamiento público, pero además es desafiante: nos sugiere que en este recorrido hay un método de análisis social que nos permitirá comprender nuestras aspiraciones y fracasos como sociedad democrática (pág. 21).

Para quienes no han descubierto previamente al autor, o para quienes conociendo su trayectoria aún no han accedido a esta última obra, propongo a continuación una breve contextualización de la misma, para luego plantear algunos de los aportes e interrogantes que puede inspirar su lectura.

El libro en el contexto de la disciplina y de la obra del autor

Este último libro de Ariel Wilkis, es un nuevo hito del autor en una trayectoria consistente de investigación en el campo de la sociología económica. No sólo es de destacar este trabajo sistemático y coherente, sino la particular elección del sub-campo al que ha abocado sus esfuerzos intelectuales, denominado comúnmente como la sociología del dinero y las finanzas.

Desde la separación de la economía del resto de las ciencias sociales como resultado de la Methodenstreit y la revolución marginalista a fines del siglo XIX, ha habido distintos intentos de cerrar esta brecha, y la sociología económica es uno de ellos, estructurándose como campo científico con cierta autonomía desde la década de 1980. En su interior, conviven distintos enfoques que suelen clasificarse a partir de sus objetos de estudio o de su posicionamiento respecto a las grandes perspectivas sociológicas preexistentes2, aunque para este caso puede ser provechoso realizar otra distinción: entre aquellas líneas que abordan temáticas que tradicionalmente han sido compartidas por ambas disciplinas (siendo un caso evidente el de los estudios laborales) y aquellas que disputan la interpretación de fenómenos que se han considerado consuetudinariamente como parte del núcleo privativo de la economía. El trabajo de Wilkis es un claro representante de estos últimos, algo que se puede confirmar a partir de los argumentos de ciertos detractores que podrían resumirse de este modo: Podemos comprender que estudien sobre el empleo, el consumo o la organización industrial, pero ¿que tiene para decir un sociólogo sobre el dólar, la inflación o los mercados financieros?.

Por cierto, el autor retoma una tradición que desde los orígenes de la sociología ya abordaba los fenómenos asociados al dinero, enriquecida luego por los debates de las últimas cuatro décadas y en particular por los posteriores a la crisis financiera de los años 2008 y 2009. Frente a las definiciones económicas que tienden a desvincular al dinero de su origen social y lo analizan sólo por su rol instrumental en el mercado (medio de pago y de intercambio, reserva de valor y unidad de cuenta abstracta), los sociólogos han buscado ampliar su comprensión como equivalente general (Marx, 1872), medio absoluto (Simmel, 1900) o medio generalizado de intercambio” (Parsons, 1951). No obstante, estos autores clásicos aún veían al dinero como algo homogéneo y universal, como un medio que facilita los flujos de los sistemas económicos. Por ello, Wilkis prefiere considerar al dinero no como variable independiente, sino como fenómeno que depende de una multiplicidad de usos y significados. De este modo, lo define en sus obras como un hecho social total (referencia a otro clásico como Marcel Mauss), como un gran socializador, con capacidad de mantener y recrear los vínculos y de dibujar un orden social; un mundo de jerarquías monetarias y jerarquías morales (Wilkis, 2013).

Quienes han seguido la abundante producción de Wilkis podrán percibir, además, que este libro es quizás uno de los más apegados a la descripción empírica y con escasas referencias teóricas. Es recomendable entonces realizar un ejercicio de intertextualidad vinculándolo con una trilogía previa que incluye a Las sospechas del dinero: antagonismos y sentimientos en la vida popular (2013), El laberinto de las finanzas y la moneda (2015, coautoría con Alexandre Roig) y El dólar. Historia de una moneda argentina (2019, coautoría con Mariana Luzzi). En estos textos Wilkis aborda la sociología del dinero y las finanzas considerando las particularidades latinoamericanas (algo que comparte con colegas como L. Müller, M. Villarreal, o J. Ossandon), con una mirada que busca alejarse de ciertos reduccionismos comunes en el campo y en diálogo con otras temáticas, como la de los estudios de la acción colectiva o de la pobreza.

Una de las notas distintivas de este posicionamiento es que pone su foco en la desigualdad, entendiendo que los mercados financieros se convirtieron en una nueva fuerza estructurante en la sociedad, reproduciendo o incluso revirtiendo las desigualdades existentes. En ese contexto, desde sus primeros estudios en Villa Olimpia, Wilkis se ha ocupado de las finanzas “de los de abajo” en lugar de las altas finanzas (ámbito preferido por sus homólogos de los países desarrollados), para comprender cómo las diferencias en la participación en el mercado financiero afectan las desigualdades sociales. Hay en este recorrido una referencia explícita a la perspectiva de Paul Langley (2008), estudiando la financiarización de la vida cotidiana, sus prácticas, vínculos sociales, saberes, identidades y valores. Entre otros autores con quien comparte perspectiva3, hay también en estas obras un tributo explícito a Viviana Zelizer y a Pierre Bourdieu a quienes apela para completar la mirada de Larissa Lomnitz (1975) que según su perspectiva sobrevaloraba las relaciones de reciprocidad no mercantiles.

La deuda como clave hermenéutica

En este libro, el autor destaca con diversas expresiones la importancia de estudiar las deudas, no sólo por la relevancia intrínseca al fenómeno sino por considerar que con ello se propone además un método, en el cual las deudas se erigen como una clave hermenéutica de la vida social. En particular, se plantea comprender de qué modo los significados y usos del dinero han configurado la política democrática realmente existente (pág. 19). Por ello, en distintos apartados se denomina a las deudas como cifra y símbolo de la democracia, un método para comprender sus promesas y fracasos (pág. 12); dando forma y contenido, cálculo y malestar a la experiencia social (pág. 53), y llegando a afirmar que nada hay en la vida social por fuera de las deudas (pág. 18).

Hay en este proyecto no sólo una reminiscencia al Nietzsche de la Genealogía de la moral, sino puntos de contacto (algunos explícitos) con obras recientes como la de C. Lapavitzas (2009) quien expone la forma en que se han financiarizado nuestras condiciones de existencia; o con Maurizio Lazaratto (2011), quien también sugiere que es mejor hablar de deuda que de finanzas, ya que esto nos ubica en el contexto de las relaciones de poder y sus modalidades específicas de producción y control de la subjetividad. Nos recuerda a su tiempo a esta forma particular de homo economicus que ya no es el sujeto encerrado por las sociedades disciplinarias, sino el hombre endeudado de las sociedades de control (Deleuze, 1990).

Esta propuesta ya parece ser suficientemente explícita y desafiante, pero Wilkis va más allá y alude incluso a las finanzas como un eslabón escondido de las narrativas contemporáneas de las ciencias sociales sobre la integración social (pág. 14), siempre proclives a centrarse exclusivamente en el trabajo (Wilkis, 2021). A su modo de ver, el trabajo genera movilidad, pero son el consumo y el crédito los que permiten apropiarse simbólicamente de las posiciones en la estructura social. Manifiesta por tanto que debemos tomar a las deudas como crucial fuente de conexión social en reemplazo, complementariedad y tensión con el trabajo.

Para comprender los entrelazamientos profundos entre todos estos fenómenos, se propone el concepto de infraestructuras monetarias de bienestar”, entendido como una infraestructura social, un sistema distribuido que facilita la circulación de valores morales y un recurso para la construcción de un mundo compartido. Este sistema vincula al Estado, los mercados y las familias a través del dinero, el crédito y el consumo. En esta configuración, el mercado del crédito no es un espacio externo a la infraestructura de bienestar sino uno de sus polos más dinámicos y centrales, planteando a su vez un desafío al Estado bienestarista, ya que la apropiación material y simbólica de la oportunidad de acceder a una mejor posición social no surge del propio Estado.

Preguntas inquietantes, anomalías y nuevos fantasmas

La lectura de Una historia de cómo nos endeudamos…” suscita una gran cantidad de interrogantes y líneas de investigación adicionales. Dada la brevedad que corresponde a una reseña, me centraré sólo en tres de ellas.

Sobre el rol de los Estados: en un contexto cultural donde abruma la información y donde todo parece existir en un eterno presente, otro aspecto notable del texto de Wilkis es su recuperación minuciosa de la historia reciente a la luz del método que nos ha propuesto.

Parafraseando a Byung-Chul Han, podríamos decir que para el autor, cada época tiene sus deudas emblemáticas y sus traumas asociados: los desalojados de la 1050; los remates de campos y el voto cuota de la década de 1990; el crédito subsidiado y orientado al consumo de la postconvertibilidad; los endeudados por los créditos UVA, entre otros.

Esta historia lleva a pensar de manera inevitable en el rol de las instituciones y de las políticas públicas respecto a las deudas, lo que invita a pensar el tema en varios niveles.

El primero podríamos decir que es estructural, ya que cabe preguntarnos si es siquiera posible (para la sociedad o los Estados) poner algún límite institucional a la financiarización, como si ésta fuera una un fenómeno emergente o una consecuencia indeseada del capitalismo. Todo indicaría que se trata más bien de un mecanismo central del propio sistema: el crecimiento y la búsqueda de ganancias requieren de la expansión del consumo y del aumento del capital fijo, y ambos exigen a su vez expandir el endeudamiento mediante distintos niveles de apalancamiento (Harvey, 2019).

La realidad empírica nos muestra que más allá de cualquier especulación, los Estados han decidido participar activamente de este mecanismo. Observamos que en el siglo XXI las instituciones ya no se crean como en la antigüedad para salvar a los deudores sino a la banca (Graeber, 2011). Pero además, aún quienes no han contraído deudas en el mercado, son parte de este sistema de modo indirecto a partir del protagonismo de los Estados en los mercados de crédito, como creadores de instrumentos financieros y tomadores de deudas, pero también como prestamistas (piénsese, por ejemplo, en lo que implica la gestión financiera de los fondos de previsión social).

En el contexto argentino, finalmente, comprobamos que así como cada época tiene su deuda, tiene también sus políticas que surgen a modo de espejo. En los últimos 20 años hemos asistido a una financiarización de las políticas públicas: los créditos Ahora 12 y de Anses, la Comisión Nacional del Microcrédito (CONAMI) y la promoción del microcrédito productivo, o la promoción de la educación financiera en las escuelas y universidades. Aunque se hayan sucedido gobiernos con diferencias sobre el vínculo entre el desarrollo y el origen del dinero, el mecanismo se sostiene.

Es en este contexto en que la pregunta formulada por Wilkis en el capítulo tres se vuelve particularmente inquietante para los diseñadores de política pública y, en particular, si son críticos de este sistema: ¿qué es más igualitario, un sistema que excluye del consumo o uno que incluye profundizando las dinámicas de endeudamiento?(pág. 126). Este interrogante no se responde, y quizás por esa razón, permanece reverberando a lo largo del resto de la obra y probablemente exija algo que el autor también insinúa: que se incluya la dimensión financiera entre los instrumentos de quienes piensan e implementan las políticas sociales.

La anomalía Argentina: otra cuestión interesante que emerge del recorrido que realiza el libro refiere a cierta particularidad argentina en el vínculo entre las deudas y la movilización social. En general, los estudios señalan el rol de la deuda como un gran disciplinador social: Si logramos que inviertan sus ahorros en sus casas y sean dueños de ellas, (los trabajadores) no se irán ni harán huelga (Ehrenreich y English, 1978). Sin embargo, algo que demuestra el texto es que en Argentina las deudas han sido grandes motores de la acción colectiva en distintas etapas, en la medida que han generado identidades sociales y morales en la lucha por el reconocimiento: las diversas organizaciones “víctimas” de la Ley 1050, el Movimiento de Mujeres en Lucha, Hipotecados UVA, etc.

El libro no profundiza sobre las razones de esta aparente paradoja por lo que es razonable preguntarse si puede deberse a las singularidades del funcionamiento del crédito en Argentina que como en tantos otros temas ha pendulado de una crisis a otra entre el keynesianismo en su conocida versión estatista y un keynesianismo privado (Crouch, 2011) en la que el Estado también es protagonista, aunque promoviendo y avalando la vuelta del crédito privado. Esto genera por un lado que no se haya desarrollado un mercado financiero semejante a los del resto de los países: Argentina es actualmente una de las naciones con menores tasas de endeudamiento privado, tanto de los hogares como de las empresas (menor al 5% y al 18% según el Fondo Monetario Internacional)4. Pero además, en cada etapa siempre existe la percepción (¿los fantasmas a los que alude el título de este libro?) de que las reglas de juego pueden modificarse cíclicamente y, por ello, los agentes desarrollan patrones de comportamiento que también se reiteran de modo recurrente, incluyendo el reclamo y la acción política para incidir en estas reglas.

Perspectivas futuras (subjetividades y performatividades): finalmente, y dado que el libro culmina su análisis en 2023 con su foco en el proceso inflacionario y las consecuencias de la pandemia de covid-19, también resulta interesante preguntarse por otros cambios que están ocurriendo a nivel de las subjetividades y de los procesos de socialización impulsados desde, al menos, dos espacios diferentes. Por una parte, desde el mercado, una serie de innovaciones tecnológicas como el auge de las fintech, las billeteras virtuales, las criptomonedas, están facilitando el acceso al mundo de las finanzas a un gran número de personas , en particular aunque no solamente de jóvenes nativos digitales. A esto se suma de manera complementaria el incremento de la educación financiera, no sólo en ámbitos no formales (medios de comunicación, redes sociales, canales de streaming), sino en la educación formal5.

En este contexto, resultará interesante indagar cuál será el devenir futuro del recorrido descrito por WIlkis, en la medida en que la incorporación de mayor cantidad de personas al mundo financiero no sólo implicará que éste se expanda significativamente. Si la tesis del autor resulta correcta, probablemente este proceso contribuirá dado su carácter performativo a la reproducción de sus reglas de juego y a una mayor financiarización de la vida social, lo que generará a su tiempo nuevas configuraciones en las infraestructuras monetarias de bienestar.

No podemos conocer cuáles serán estas nuevas configuraciones, pero no es difícil sospechar que será territorio para indagar sobre nuevos fantasmas en la experiencia argentina.

(*) Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y Director del Observatorio Social y Cultural para el Desarrollo Sostenible de la UNC.


2 Si tomamos, por ejemplo, la clasificación de Neil Fligstein, en la “estructura intelectual de la sociología económica” pueden señalarse los enfoques de redes sociales (Mark Granovetter), política económica (Karl Polanyi), la sociología cultural de la economía (Viviana Zelizer), campos (Pierre Bourdieu, Neil Fligstein, etc.), estudios centrados en la performatividad de las teorías económicas (Michel Callon), entre otros.

3 Por citar solamente algunos: N. Fligstein, A. Goldstein, S. Kornrich, A. Hicks; J. Montgomerie, D. Tomaskovic-Devey y K. Lin.

4 Compárese estos valores con países europeos, donde las hipotecas y los créditos universitarios llevan a que algunos países lleguen al 52% o sean superiores al 150% . También en los países cercanos, como Chile (45%) o Brasil (35%).

5 Al punto que hay quienes consideran que incluso en muchos contextos la educación superior (cuando se basa en el endeudamiento) tiene como propósito enseñar la deuda (Lazzarato, 2011).


Referencias

Crouch, C. (2011). The Strange Non-Death of Neoliberalism. Cambridge/Malden, Polity.

Deleuze, G. (1990) (2006) “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, Polis ,13.

Graeber, David (2011). En deuda: Una historia alternativa de la economía. Ariel.

Harvey, D. (2019) Marx, El Capital y la locura de la razón económica, Akal, Bs. As.

IMF (2024) Global Debt Database, 2022 data. En https://www.imf.org/external/datamapper/datasets/GDD

Langley, P. (2008). The Everyday Life of Global Finance: Saving and Borrowing in Anglo-America. Oxford University Press, Oxford.

Lapavitsas, C. (2009). El capitalismo financiarizado. Expansión y crisis. Maia Ediciones, Madrid.

Lazzarato, M. (2013) La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre el hombre endeudado, Amorrortu, Bs. As.

Marx, K. (1872) (2005) El Capital. Libro I. SXXI Editores.

Parsons, T (1951) (1976) El sistema social. Revista de Occidente, Madrid.

Simmel, G. (1900) (1976) Filosofía del dinero. Instituto de Estudios Políticos. Madrid.

Wilkis, A. (2013) Las sospechas del dinero. Moral y economía en la vida popular. Paidós, Bs.As.

Wilkis, A.; Roig, A. (2015) El laberinto de las finanzas y la moneda. Nuevas perspectivas en los estudios sociales de la economía. Biblos, Bs. As.

Wilkis, A.; Luzzi, M. (2019) El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019). Ed Crítica, Bs. As.

Wilkis, A. (Ed) (2021) Las formas elementales del endeudamiento. Consumo y crédito en las clases populares y medias de Buenos Aires y Santa Fe (2010-2019). Ediciones UNL. Santa Fe

Previous post En clave comparada. Mirar a otros para mirarnos
Next post Las deudas como método biográfico sociológico