La universidad como crisol de la Patria Grande

Por Francisco Córdova (*)

Pocas cosas son tan efectivas para crear unidad que las experiencias comunes y colectivas que trascienden nuestras vidas ofreciéndole un sentido. Aquellas nos resuenan como díría Hermut Rosa, se nos enfrentan, nos hablan y nos transforman la vida en compañía colectiva en tanto apertura de futuros posibles, lo que podría entenderse como una amplitud de la libertad junto a otras y otros. Porque la universidad no es sólo una experiencia utilitarista centrada en una vectorización económica del laburo, sino que es una experiencia de vida integradora que forma personas en un contexto social y un mundo dado que pueden (y deben) transformar.

Vengo de Chile, un país que mediante la violencia y la opresión de una dictadura sufrió la imposición de hacer del derecho a la educación de sus habitantes una mercancía, un bien de

consumo, un nicho para la rentabilidad del capital. Lo que debía diluir las barreras de origen que nos separan comenzó a consolidar las estratificaciones sociales según el poder económico familiar. La calidad de la educación recibida y las posibilidades de acceder a la educación superior depende del dinero que puedas gastar (o endeudarte) en ello. Por otra parte, la relación entre clase social y el abandono de la universidad es concreta, especialmente en los primeros años de carrera. Así, no es de extrañar que las profesiones de élite y las profesiones menos reconocidas y remuneradas están también entrelazadas con la clase social. Es como vivir en una sociedad estamental, donde la herencia otrora sanguínea se desplaza a la herencia económica-cultural-social.

Por lo general hay una chance y una edad. Prácticamente es imposible en Chile poder continuar una formación universitaria luego de haber comenzado a trabajar. Y no sólo el impedimento mayor es el dinero, también está el tiempo y el diseño de la educación universitaria. El y la laburante que estudian una carrera universitaria y la jubilada o dueña de casa que decide cumplir un sueño que no pudo en su juventud, prácticamente no existen en Chile. Comenzar de nuevo, ampliar las habilidades profesionales, darse una nueva oportunidad en la vida mediante la universidad es una utopía. Pero no es así en la Argentina, y por ello estoy acá.

Argentina para América Latina ha sido el refugio de una idea humanista universal, ha hecho carne constitucional principios claves de la modernidad, dando piso para alcanzar nuestra libertad emancipadora como humanidad, aquella que incorpora y no niega nuestra relación de interdependencia e interafectación social, y que hace de las fronteras políticas delimitaciones que no detienen la fraternidad Latinoamericana, que no es otra que el amor y reconocimiento de las y los otros como legítimos otras y otros en nuestra Patria Grande. La educación pública de alta calidad y universal que ofrece Argentina es una oportunidad y un refugio para nuestra Latinoamérica y el mundo.

La pluralidad de sus aulas es riqueza pura. Distintas experiencias culturales entrelazadas en el aprendizaje y la maduración de la propia vida. Y esto no habla de lo distinto que somos en tanto diferencia, sino pluralidad que apunta a multiplicidades de experiencias y sus voces en el mundo que nos es común. No excluye, suma. Todo ello es un sello de calidad académica y de integración geopolítica.

En Chile nos formamos académicamente entre chilenos y chilenas, una jaula de endogamia cultural (que se ha roto en parte a nivel escolar por las actuales olas migratorias). El roce con otras experiencias de mundo, el escuchar otras voces y sentires nos es ajeno en las aulas universitarias. Nuestro modelo nos encierra, en cambio el de ustedes les abre el continente y les integra. Así, la universidad puede acometer sus misiones en un mundo que pierde su sentido: permitir que lo plural tenga espacio y voz, que la curiosidad tenga aliento, que la imaginación tenga materialidad, donde el humanismo tenga una guarida que le salve del sinsentido y donde la Patria Grande y la articulación Latinoamericana tenga un crisol donde puedan desarrollarse.

¡¡¡Gracias por eso!!!!

(*) Estudiante de la carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

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