La Universidad pública como un destino colectivo: desafíos institucionales y políticos de gestión y articulación

Por María Inés Peralta (*) y Jaschele Burijovich (**)

Cada generación mira el futuro desde la experiencia que la constituye. Usamos el término “mirar” como sinónimo de “hacia dónde”, “para qué”, “por qué”; o sea, las razones que nos convocan a caminar, a tomar decisiones, a habitar las instituciones.

Nosotras comenzamos a transitar como estudiantes una universidad pública intervenida por la dictadura militar y vivimos la experiencia de su recuperación democrática y de la defensa de los derechos humanos. También como docentes fuimos protagonistas de su reconstrucción postdictadura y de la resistencia al ahogamiento presupuestario del período menemista. En articulación con nuestra práctica universitaria, la recuperación democrática también nos encontró en el trabajo territorial/ barrial, en las organizaciones de educación popular y de derechos humanos, en las instituciones públicas y estatales. Nos politizamos en esas prácticas asentadas en el vínculo entre las universidades y las luchas sociales.

La calidad y gratuidad de la educación superior, la inclusión de los sectores populares, la movilidad social ascendente, la perspectiva latinoamericana y la defensa de los derechos humanos son rasgos identitarios de nuestra universidad pública argentina. Ellos se constituyeron en las razones, los por qué, el sentido de la universidad que nos propusimos defender desde que la comenzamos a habitar.

Desde este recorrido personal e histórico, la creación de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) nos invitó a reforzar nuestras apuestas por llenar de contenido crítico, emancipatorio, situado y articulado con las experiencias y los contextos particulares, a la Universidad Pública y a las Ciencias Sociales. Podríamos decir que nos hemos dedicado a construir y reconstruir instituciones sociales con la profunda convicción de la política como herramienta de transformación.

En diciembre del 2023 sabíamos que se vendría un contexto más crítico que el vivido en el menemismo para lo público-estatal, y lo confirmamos a comienzos del 2024. La educación superior pública ha sido elegida como uno de los enemigos principales de los intereses que el presidente Javier Milei representa. Al recorte presupuestario, que no tiene comparación en la historia reciente, se le suma el carácter simbólico de su ataque, que intenta sembrar todas las sospechas posibles sobre la universidad pública. Sin embargo, tal como lo demostraron las marchas masivas y la evidencia de las últimas encuestas, las universidades gozan de una gran legitimidad social por su masividad, por su despliegue territorial, por su respuesta a los problemas sociales, por su calidad académica reconocida en todo el mundo.

La magnitud del embate requiere una respuesta que esté a la altura del peligro que estamos enfrentando: una respuesta masiva, unificada, amplia, abierta, contenedora, colectiva, creativa.

¿Cómo conducir y gestionar una institución universitaria en este contexto tan crítico? Recuperando pilares que definen a la universidad pública argentina, pero asignándoles un contenido actualizado y reinventando sus significados desde nuestra experiencia de la política universitaria en estos 40 años de democracia.

-La autonomía, que nos convoca a reconocernos con criterios políticos propios, diferentes a los partidos políticos, a las organizaciones gremiales, a las organizaciones territoriales o de la sociedad civil. La autonomía universitaria, al igual que todo proceso democrático, se desarrolla con contradicciones, tensiones y luchas; con demandas de ampliación de derechos y con avances que hay que defender porque siempre están en peligro; y con la búsqueda del equilibrio para tomar las mejores decisiones viables dentro del margen de libertad, que nos permitan resistir a la imposición de decisiones de otros.

-El cogobierno es un impulso democrático e igualitarista. Lo practicamos como una apelación al registro y a la escucha del “otro/a”: su visión, su preocupación, su proyecto, en la confrontación, en el debate de ideas y desde allí, en la construcción de la tarea compartida. Las prácticas democráticas tienen estilos de ser jugadas: en nuestro caso, priorizamos los argumentos expuestos una y otra vez, la información amplia y pertinente, la transparencia, la convicción sobre los procesos colectivos, la búsqueda de comprensión y consensos, las estrategias para llegar a la meta; en definitiva, la disposición permanente a dar razones de las acciones, para que las mismas sean comprendidas y asumidas por el colectivo como las mejores decisiones viables en un cierto momento histórico.

– Las luchas populares, colectivas y feministas de las que fuimos parte a lo largo de nuestra historia nos permitieron construir desde la práctica cotidiana nuestros modos de ejercer la gestión: desde el cuidado, desde la responsabilidad, desde la valentía, desde la paciencia, desde la ecuanimidad, desde la comprensión del punto de vista del otro y la otra y de las nuevas generaciones que van conformando la comunidad universitaria, desde el reconocimiento de la diferencia.

Estos tres lineamientos nos sostienen ante conflictos, crisis e incertidumbre: un modo de concebir la autonomía, el cogobierno y el poder en vistas al ejercicio de una gestión decanal dialógica, deliberativa, ecuánime, argumentativa, participativa, paciente y priorizando los antagonismos principales por sobre los secundarios.

(*) Decana de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

(*) Vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

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