La universidad pública en cuestión. El ataque de la ultraderecha libertaria y la disputa por la identidad universitaria

Por Marcelo Nazareno (*) y Valeria Brusco (**)

La ciencia responde al

desafío de la historia

multiplicando los puntos de vista por

medio de conclusiones provisorias,

abiertas, es decir, condicionales.

Maurice Merleau-Ponty

Cuestionar una forma

de actividad o un terreno

conceptual no es proscribirlo

ni censurarlo, es, mientras dura,

suspender su juego habitual

para preguntar acerca de

su constitución.

Judith Butler

La Universidad Pública argentina está bajo un ataque feroz. Por su virulencia en términos institucionales, políticos, presupuestarios y discursivos, es una agresión inédita en tiempos de vigencia del orden democrático en nuestro país. No es un ataque circunstancial. A lo que apunta el gobierno de Javier Milei es a la desaparición de la Universidad Pública tal como se consolidó en un largo proceso que se inició con la Reforma de 1918: autónoma, cogobernada, democrática, gratuita y de excelencia.

La razón de esta agresión es, creemos, algo más profundo que el superficial y oportunista anti intelectualismo propio de muchas de las ultraderechas que emergieron a nivel global en los últimos lustros.

El caso argentino es, en este sentido, particular. No sólo el gobierno de Milei es una derecha radicalizada en el sentido de ser reaccionaria como muchas otras ultraderechas que hoy dominan la escena política en muchos países. Es, además, una derecha ultraliberal (autodenominada libertaria), que combina de un modo paradójico (pero consistente, como demuestra Wendy Brown) su carácter reaccionario con un extremo neoliberalismo (mientras, en cambio, en el Norte global predominan ultraderechas también reaccionarias, pero nacionalistas, estatistas y nativistas).

El neoliberalismo de Milei explica parcialmente su agresión a la Universidad Pública argentina. Como sostiene María Esperanza Casullo en un reciente reportaje en el diario “La Nación”, otras experiencias neoliberales en el país tenían un proyecto para las Universidades Nacionales, en línea con lo establecido por el Plan Bolonia y su sustento conceptual: el “capitalismo académico”. Este proyecto, en Milei, no aparece porque su objetivo es la destrucción de la vida universitaria tal como existe hasta hoy.

Creemos que una segunda razón para este ataque existencial se relaciona con el particular significado que la Universidad Pública tiene para la sociedad argentina en su conjunto. La Universidad Pública argentina es sentida como propia y vivida en su cotidianeidad por la gran mayoría de les ciudadanes. Las Universidades Nacionales tienen una intensa y profunda presencia en la sociedad civil (en hospitales, en ONG´s, en la defensa de derechos humanos, en las dinámicas territoriales, en movimientos sociales de todo tipo, etc.), retroalimentada tanto por sus prácticas extensionistas como por la inclusión en sus claustros de estudiantes de todos los sectores sociales, en particular, de los sectores populares. Siendo el proyecto político de Milei el de una desarticulación de los lazos sociales en favor de un individualismo exacerbado, la Universidad Pública, alimentada, como señalara recientemente la decana de la FCS, María Inés Peralta, por la utopía de “ser pública, ser de todes”, aparece como un obstáculo de primer orden para que aquel proyecto se consolide.

Finalmente, pero no menos importante, creemos que el ataque de Milei remite, en sus razones, a una dimensión ontológica. Reflexionar, sin concesiones intelectuales ni políticas, sobre esta dimensión, es un imperativo que emerge, como señalara recientemente nuestro colega Javier Cristiano, de la propia naturaleza brutal del ataque libertario, que nos interpela respecto al ser Universidad Pública.

La dimensión ontológica involucra a la propia lógica del discurso universitario que se instituye en torno a la noción de conocimiento científico. Este tipo de conocimiento pretende diferenciarse, sin que ello implique preeminencia alguna, de otros conocimientos y saberes, adoptando para ello una disposición metodológica que lo transforma en un tipo específico de discurso. A partir de la constitución del capitalismo como un sistema de poder predominante, la Universidad como concepto y como discurso, pasó a ocupar un lugar central en el sostenimiento de los procesos de acumulación y en el tratamiento de los problemas sociales, culturales e ideológicos derivados de los mismos.

Para cumplir su función, este discurso debía autonomizarse de otras lógicas discursivas (por ejemplo, la religiosa) en tanto, por definición, el conocimiento científico sólo emerge como tal a partir del libre despliegue del valor de conocer, sin otro límite ni impulso de lo que Weber llamó la vocación científica. Sin embargo, como el propio Weber lo reconoce, la especificidad de este conocimiento surge del poner en duda todo, incluso el sentido de esta vocación. En el discurso universitario predomina, para usar la feliz expresión de Nelly Richard, la crítica de la crítica. El discurso universitario aparece entonces con una doble faz: una asociada a la dominación capitalista (como lo denunciaran Lacan y Foucault), y otra asociada al cuestionamiento radical de toda certeza y todo poder instituido. A pesar de su funcionalidad, y por las mismas condiciones para que ella sea posible, en el discurso universitario habita una insurgencia permanente, que permea todas sus prácticas y componentes institucionales.

La Universidad es el ámbito de una disputa continua entre estos dos elementos constitutivos de la ontología universitaria: su adecuación a los requerimientos (muchas veces contradictorios) de la lógica del capital, de una parte; su cuestionamiento, sedimentado en su propio ethos, a todo principio que se pretenda fundamento de una supremacía hegemónica, incluida la del capital. La insurgencia permanente que habita lo universitario apunta a señalar, siempre, el vacío constitutivo que sostiene toda pretensión de dominación; en la Universidad habita, por ello mismo, una potencialidad emancipatoria, que se retroalimenta y se multiplica exponencialmente si, como sucede en la Universidad Pública argentina, esta insurgencia aparece fuertemente articulada con otros saberes insurgentes que habitan la vida social y política.

La Universidad, como concepto es, entonces, por definición, en contraposición a la idea de Louis Althusser, un contra-aparato hegemónico. Está incluida en los espacios sometidos a la dominación hegemónica, pero habilita, por la naturaleza de aquella inclusión, cuestionamientos radicales a esa hegemonía.

La derecha radical libertaria desconfía de los métodos de disciplinamiento de esta insurgencia por parte del proyecto universitario del “neoliberalismo progresista”, como lo llama Nancy Fraser. Para Milei, la única solución posible, es que el ethos universitario deje de existir porque intuye, acertadamente, que la insurgencia universitaria es inerradicable e indisciplinable.

Quienes queremos sostener la Universidad Pública como una de las dimensiones que contribuyen a la conformación de horizontes emancipatorios enfrentamos, entonces, una doble amenaza. De un lado, una derecha radical reaccionaria que promueve su desaparición. De otro lado, un proyecto neoliberal “progresista” que pretende convertirla en una simple extensión de la lógica del mercado.

Frente a estas amenazas, la única defensa posible es la radicalización democrática de todos los ámbitos de la vida universitaria y su articulación con otros saberes emancipatorios, porque la crítica de la crítica, abre, por definición, la posibilidad de concebir sociedades emancipadas, y la emancipación, como idea y como práctica, requiere para desplegarse una democracia profunda y fuerte.

(*) Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

(**) Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

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