Por la Cátedra “Introducción al Conocimiento de las Ciencias Sociales” de las Licenciaturas en Ciencia Política y Sociología. (*)
En una coyuntura tensionada entre discursos progresistas, neoliberales y neoconservadores, las autoras se preguntan qué está en juego con relación al campo de las ciencias sociales, cuya labor se encuentra atacada y en el ojo de la tormenta. El escenario en el que nos colocan estas elecciones —consideran— “nos convoca a un compromiso social, porque esta afrenta que se ha vuelto a instalar contra las Ciencias Sociales no tiene sólo como finalidad el desfinanciamiento de las instituciones del Estado —como las universidades públicas y los organismos de ciencia y técnica—, sino, y principalmente, el ataque a las políticas públicas, la pérdida de derechos conquistados, la sumisión ante los poderosos (la casta económica de la que Milei no habla, pero para la que trabaja) y la vuelta al oscurantismo”.
En medio de las celebraciones por los 40 años de democracia ininterrumpida en nuestro país, con sus conquistas y deudas, nos encontramos frente a un proceso eleccionario que pone en escena disputas y conflictos que habitan en nuestra sociedad. Desde la cátedra de Introducción al conocimiento de las Ciencias Sociales, asumimos el desafío de preguntarnos acerca de lo que está en juego en esta compleja coyuntura tensionada entre discursos progresistas, neoliberales y neoconservadores, que han puesto el foco —entre otras cosas— en las Ciencias Sociales.
No es la primera vez que las Ciencias Sociales se encuentran en el ojo de la tormenta. Recordemos que durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) de la alianza Cambiemos —hoy llamada Juntos por el Cambio (JxC)—, las Ciencias Sociales fueron el blanco de un ataque feroz orquestado por medios de comunicación hegemónicos y del que se hicieron eco las redes sociales, donde se expusieron de modo descontextualizado y burlón investigaciones financiadas por el CONICET que eran catalogadas como “irrelevantes”, “inútiles” o “ridículas”. Incluso muches investigadores sufrieron persecución mediática y hostigamiento a través de las redes. El 2015 y 2016, particularmente, fueron años de arremetida sistemática contra las Ciencias Sociales, donde se afirmaba su “inutilidad social” y la indignación de que sean financiadas con fondos del Estado.
Este fue el marco propicio para un brutal recorte presupuestario en ciencia —y también en educación— que fue acompañado, en el 2018, por la eliminación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Mincyt) y su reducción a secretaría, lo cual debe comprenderse más por su efecto político que como medida administrativa (Soria, Torrano, Echeverry, 2019). Dicha pérdida de rango jerárquico de la ciencia no sólo tuvo efectos en el presupuesto destinado a investigación, sino también en la pérdida de autonomía e independencia y, fundamentalmente, en términos simbólicos, revelaba el desprecio por la ciencia de la gestión de la alianza Cambiemos y el estatus degradado que se quería transmitir a la sociedad.
Dora Barrancos (2019) caracterizó a este período como “bullying” contra las Ciencias Sociales. De acuerdo con la historiadora, que, además, en ese entonces, era directora de la gran área de Ciencias Sociales y Humanas del CONICET, se trató de una acción para socavar el sistema de respetabilidad de las Ciencias Sociales, basado en una completa ignorancia sobre el sistema científico de nuestro país que se plasmaba en dos grandes mitos: el excéntrico, según el cual las Ciencias Sociales se han ocupado de problemas que no existen en la sociedad; y el exógeno, que apuntaba a que las Ciencias Sociales reproducen teorías foráneas que no tienen que ver con nuestra realidad. Mitos que vienen a instalar la “ociosa excentricidad” y la “esterilidad exógena” de las Ciencias Sociales.
Hoy nos encontramos frente a los mismos ataques que, aunque se intentan presentar como “novedosos”, son parte de una vieja política que reflota las premisas de un modelo neoliberal que ya transitamos en la década del noventa y en el período de gobierno de la alianza Cambiemos. Esta política neoliberal, a través del achicamiento del Estado y del gasto público, junto con la primacía del mercado en la distribución del bienestar social, recuperan la gramática del “sálvese quien pueda” y de la “guerra de todos contra todos”. Las consecuencias ya las sabemos: mayor concentración del capital en pocas manos y empobrecimiento extremo de grandes sectores de la población.
Hace un par de meses, el candidato a presidente por La Libertad Avanza, Javier Milei, luego de las elecciones PASO del 13 de agosto, retomó la embestida contra las Ciencias Sociales prometiendo además, en caso de ser electo, el cierre del Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación y la privatización del CONICET. Bajo los dichos: “Que quede en manos del sector privado. Que [les investigadores] se ganen la plata sirviendo al prójimo, a una mejor calidad y un mejor precio, como hace la gente de bien”. Ante la repregunta del periodista, completó: “¿Qué productividad tienen? ¿Qué han generado? No se notan [los desarrollos]”. Esto recuerda los dichos del ex ministro de Economía menemista, Domingo Cavallo, quien en el 1994, en pleno proceso de privatización y desmantelamiento del Estado, propinó el tristemente recordado “andá a lavar los platos” a la reconocida socióloga y demógrafa Susana Torrado.
También en el debate de candidates a vicepresidentes, Victoria Villarruel, de La Libertad Avanza, justificó el cierre del CONICET, ya que se investigarían cosas como “el ano de Batman”. Sobre este punto, nos interesa remarcar dos cuestiones. La primera es que esta respuesta de Villarruel tiene su origen en un escrache televisivo de Eduardo Feinmann para desprestigiar al CONICET en 2017 que, además, se basó en una descontextualización de una investigación que hacía referencia a una lectura sexo-disidente de historietas. También es importante recordar que el periodista dio ante cámara los datos personales del investigador, convocando y direccionando un accionar violento hacia esta persona. En segundo lugar, que este ataque no sólo está dirigido a las investigaciones en Ciencias Sociales, sino también a las diversidades sexo-génericas; su objetivo es instalar un discurso de odio contra las personas que expresan y viven su identidad de género y/o su sexualidad de una manera no heteronormativa.
Este refritado “bullying” contra las ciencias en general, y las Ciencias Sociales en particular, se articula con un conjunto de “dispositivos de violencia” (Zavaleta Betancourt, 2018) que pivotan entre una puesta en escena que “ridiculiza” el trabajo de les científiques, a partir de un recorte insidioso de títulos de publicaciones y proyectos de investigación. Asimismo, desconoce las trayectorias y los objetos-sujetos de investigación con los que esas trayectorias se vienen construyendo. Sumado a ello, un ejército de trolls y haters que inunda las redes sociales con provocaciones, ataques y amenazas y un discurso mediático oportunista que promueve, a través de la indignación y el odio, el desfinanciamiento de la ciencia y la pérdida de soberanía científica.
Tal como advertía Oscar Varsavsky (1969), si realmente imaginamos una sociedad diferente, debemos apostar por una manera de hacer ciencia que acentúe la autonomía científica y tome distancia de la ciencia de las relaciones coloniales. Y, para esto, es imprescindible que sea el Estado, y no el mercado, el que oriente y financie la investigación. Ya que el Estado es el único que puede velar por el bien común y resolver las necesidades de la sociedad. Para lo cual es indispensable dirigir la mirada hacia lo local y regional, más que pretender homogeneizar y descontextualizar el conocimiento.
Desde la epistemología feminista se ha señalado —algo que no podemos negar— que la ciencia es una actividad social (Harding, 1996) y como tal se vincula con los modos en los que la sociedad comprende y debate sobre el mundo, con sus acuerdos y discrepancias. La ciencia, en tanto construcción social y parte de lo social, es clave para la comprensión y transformación del mundo. En este sentido, las Ciencias Sociales son sumamente necesarias en tanto colaboran para comprender los aspectos sociales y culturales de los sujetos y su forma de organización social y política, junto con las jerarquías, clasificaciones y segregaciones que también forman parte del tejido social. Pero, además, las Ciencias Sociales permiten indagar sobre el modo en que se produce conocimiento en nuestras sociedades. Así, las Ciencias Sociales son imprescindibles para modelar el futuro de una sociedad que pretenda aspirar a un buen vivir y a la construcción de una ciudadanía plural y democrática.
Los discursos que desprecian a las Ciencias Sociales con un argumento anclado en la dicotomía ociosidad/productividad, desconocen e invisibilizan los aportes de estas ciencias, no sólo en relación a los procesos de desarrollo en su dimensión de crecimiento económico, sino, y especialmente, al reconocimiento de derechos y ampliación de ciudadanía, a la redistribución del bienestar, al mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores más vulnerados, a la equidad y a la justicia social. Además, ignoran la contribución que en nuestro país hicieron, y hacen, les cientistas sociales para el diagnóstico y diseño de políticas públicas que atiendan a las necesidades locales. Y su aporte para la construcción de conocimientos en diálogo con diversos colectivos para el reconocimiento y efectivización de derechos, particularmente en relación al género, las diversidades sexo-genéricas y las comunidades indígenas y campesinas. Como así también su importancia para la revisión de nuestra historia y la reivindicación de “memoria, verdad y justicia”.
Los derechos conquistados por los movimientos sociales en las últimas décadas, en articulación con los aportes de la comunidad científica de nuestro país, buscan construir una sociedad más igualitaria, inclusiva y democrática, que actualmente se encuentra en peligro. El escenario en el que nos colocan estas elecciones nos convoca a un llamamiento en defensa de las mismas y un compromiso social, porque esta afrenta que se ha vuelto a instalar contra las Ciencias Sociales no tiene sólo como finalidad el desfinanciamiento de las instituciones del Estado —como las universidades públicas y los organismos de ciencia y técnica—, sino, y principalmente, el ataque a las políticas públicas, la pérdida de derechos conquistados, la sumisión ante los poderosos (la casta económica de la que Milei no habla, pero para la que trabaja) y la vuelta al oscurantismo. ¡No pasarán!.
(*) Equipo docente de la cátedra: Andrea Torrano, Romina Cristini, Lucía Busquier, Mariana Palmero y Luz Achaval.
Referencias bibliográficas
Barrancos, D. (2019) “Las ciencias sociales en la encrucijada actual. Aportes y potencialidades de nuestro campo para complejizar la realidad”, en: Dora Barrancos. Devenir feminista. Una trayectoria política-intelectual, Martín, A. L. y Valobra, A. M. (comps.), Buenos Aires: CLACSO, pp. 649-658.
Harding, S. (1996) Ciencia y feminismo, Madrid: Ediciones Morata.
Soria, S., Torrano, A. y Echeverry, A. (2019) “Ajuste en ciencia y tecnología ¿qué pasará con las Ciencias Sociales?”, Cuadernos de Coyuntura No. 3.Las Ciencias sociales y la defensa de la Universidad pública, Facultad de Ciencias Sociales-UNC, Córdoba, pp. 43-50.
Varsavsky, O. (1969) Ciencia, Política y Cientificismo, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Disponible en:http://docs.politicascti.net/documents/Teoricos/Varsavsky_CPC.pdf
Zavaleta Betancourt, J. A. (2018) “Elementos para la construcción del concepto de campo de la violencia Sociológica”, Sociológica (México), vol. 33, núm. 93, pp. 151-179