Por Ana Falú (*) y Leticia Echavarri (**)
Las autoras plantean que los movimientos y organizaciones feministas y de mujeres son una barrera de resguardo a la canibalización de las zonas de la vida social aún no mercantilizadas, tales como las tareas de cuidado, la riqueza expropiada a la naturaleza y a los pueblos de las periferias, los bienes y poderes públicos, la energía y creatividad de trabajadoras y trabajadores. Habilitan así un movimiento creativo, de construcción de otros mundos posibles, con nuevas agendas políticas más democráticas y humanas. Sostienen también que el escenario electoral actual no puede leerse por fuera de la polarización regional y global, en donde se juegan centralmente dos modelos de vida y de pensar las democracias, los derechos, el Estado, las políticas públicas, la economía y la naturaleza: uno de ellos asociado al sostenimiento y flujo de la vida; y el otro, a su fagocitación y canibalismo. Y en este contexto, no es casual que los avances feministas se vean amenazados y sean colocados en el centro de las divisiones políticas.
Lo que está en juego
Abrumadas contemplamos lo que parece erigirse en acontecimiento de época, que actualiza en el imaginario social mundial aspectos que nos retrotraen a regímenes totalitarios del siglo XX, y que en nuestros territorios de América del Sur tuvieron su expresión en las dictaduras. Un momento en el cual las derechas más recalcitrantes dejan la periferia en la que se encontraban; y fortalecidas se constituyen en opciones posibles de gobierno.
Muestras de esta situación, hasta hace poco tiempo impensable —que en Argentina encuentra su manifestación más acabada en la candidatura de Javier Milei del partido La Libertad Avanza a la presidencia en la elecciones de 2023—, son las expresiones político partidarias encarnadas por Vox (España), Giorgia Meloni (Italia), Geert Wilders (Holanda), Viktor Orbán (Hungría), Jimmie Akesson (Suecia), Jair Bolsonaro (Brasil), Nayib Bukele (El Salvador), Rodrigo Chavez (Costa Rica) y Donald Trump (EE.UU).
Con diverso grado de matices, estas derechas radicalizadas expresan sus misóginas posiciones y colocan en agenda cuestiones referidas, entre otras cosas, a los peligros y decadencia moral que supone la “ideología de género” para la supervivencia de la institución de la familia (tradicional); la necesaria atención a la reproducción de la especie y la teoría del gran reemplazo; el riesgo en la sexualización de las niñeces; y alertan de modo general sobre leyes que “privilegian” a las mujeres por sobre los hombres, condenando a cualquier reconocimiento de las múltiples identidades sexuales y cuerpos disidentes. Van más lejos aún: oponen a la crítica al patriarcado lo que definen como la impronta “hembrista”.
De manera simplificada, la ecuación que realizan en sus discursos es que un retornar a los valores de la familia, el mercado y al orden “natural” de las jerarquías establecidas es la solución necesaria para terminar con los complejos problemas actuales que se agudizan en la desvalorización de la familia.
No es casual, ni arbitrario, que los avances de los movimientos y organizaciones feministas y de mujeres sean colocados en el centro de las divisiones políticas actuales. Es que el siglo XXI nos encuentra a las mujeres en sus diversidades: las migrantes, las trabajadoras, las precarizadas, las académicas, las jefas de hogar, las mujeres del colectivo LGTBQIA+, las de distintas etnias y religiones, las que ejercen cargos de liderazgos políticos, las jóvenes, entre muchas más, como nuevos y potentes sujetos políticos (Falú, Echavarri, Tello: 2021).
Y en este carácter —de sujetos políticos— se viene colocando una agenda política clave al momento de pensar y accionar propuestas viables y posibles para hacer frente a las dinámicas capitalistas, patriarcales, racializadas y colonialistas. Una agenda que contrarresta la fagocitación de la vida y los extractivismos que se ejercen sobre los cuerpos devaluados de las mujeres: el territorio cuerpo, el barrio, la casa, la ciudad. Y también, de la naturaleza, de la tierra, los ríos, los minerales, los árboles, los animales. Las propuestas feministas encarnan así otros modelos alternativos de vida, con otros contenidos posibles en la política pública, el cuidado comunitario y el trabajo. También en materia de vivienda, transporte y planificación urbanística, áreas de vital importancia para la sociedad (Falú,2020).
Son así —los movimientos y organizaciones feministas y de mujeres— una barrera de resguardo a lo que Fraser (2023) caracteriza como la canibalización de las zonas de la vida social aún no totalmente mercantilizadas, tales las tareas de cuidado, la riqueza expropiada a la naturaleza y a los pueblos de las periferias, los bienes y poderes públicos, la energía y creatividad de trabajadoras y trabajadores. También, —por la lógica de redes e interconexiones en las que este movimiento se construye y fortalece—, se presenta como espacio de resistencia a la obstrucción, la interrupción del acceso a los afectos y la nutrición que el modelo neoliberal provoca para sostenerse (Rolnik, 2019), habilitando así un movimiento creativo, de flujo vital, de apertura a la construcción de otros mundos posibles.
En fin, lo que está en juego en los polarizados escenarios globales actuales son dos modelos de vida, de pensar las democracias, los derechos, el Estado, la política, las políticas públicas, la economía y la naturaleza; uno de ellos asociado al sostenimiento de la vida, y el otro a su fagocitación y canibalismo.
En un círculo sin fin: más desigualdades = avance de la derecha – Avance de la derecha = más desigualdades
El retorno a la “nueva normalidad” invocada una vez pasada la larga pandemia global parece desvanecerse en un mundo cada vez más desigual, de agudas polarizaciones en las condiciones de vida materiales de las personas, en el que el 1% de la población mundial acumula casi el doble de riqueza que el resto (Oxfam, 2023), y en ese contexto las más perjudicadas son las mujeres. El “Panorama de género 2023” (ONU Mujeres, 2023) advierte que, de mantenerse las tendencias actuales, más de 340 millones de mujeres y niñas (8% mundial) vivirán en la pobreza extrema en 2030, y cerca de una de cada cuatro experimentará inseguridad alimentaria moderada o grave. La situación específica en Argentina no escapa al contexto aludido y viene siendo crítica, con datos de pobreza del primer semestre de 2023 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) que refieren a un 40,1%, y de indigencia de un 9,3%, lo que equivale a 4,3 millones de personas. Esta situación afecta especialmente a las mujeres argentinas, las que al 2022 componían el 64% de los sectores de menores ingresos, con más alta tasa de desocupación y más expuestas a trabajos informales sin protecciones ni derechos laborales (Informe Igualar, 2022).
Por su parte, la brecha de género en los puestos de poder y liderazgo sigue estando muy arraigada en Argentina y en el mundo (Falú, Tello, Echavarri, 2022); y al ritmo actual de progreso, la próxima generación de mujeres seguirá dedicando una media de 2,3 horas diarias más que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el mundo; para Argentina —según la Encuesta de uso del tiempo del INDEC (2022)— se estima un promedio de 6 horas. Las violencias patriarcales siguen siendo un nudo especialmente crítico a nivel mundial, cuya expresión más extrema es el femicidio y que en Argentina, de enero a julio de 2023, verifica 1 muerte cada 29 horas (Informe Observatorio Ahora que si nos ven: 2023).
Esto es, asistimos a un mundo en el cual cada vez más lejanas parecen quedar las metas de la Agenda 2030 de “no dejar a nadie atrás”, y en especial para las mujeres.
Por su parte, según datos del Banco Mundial (2022) y de Oxfam (2023), nos encontramos ante el mayor incremento en la desigualdad entre países y la pobreza desde la Segunda Guerra Mundial. Países enteros son los que están al borde de la bancarrota y tres de cada cuatro gobiernos del mundo tienen previsto recortes en el gasto público por un importe total de 7,8 billones de dólares, aplicando medidas de austeridad en los próximos cinco años, que se extienden a los sectores de la salud y la educación. Y aquí, Argentina no es la excepción, a partir de la deuda contraída con el FMI por el gobierno de Mauricio Macri, deuda única en el mundo, y a la cual converge un escenario inflacionario espectacular, en donde se alinean los poderosos mercados que manejan las commodities del país y los capitales financieros.
Bajo el contexto expresado, América Latina viene siendo uno de los principales laboratorios de la nueva modalidad de poder propia del capitalismo contemporáneo. Un buen ejemplo es el caso de Jujuy en Argentina, donde el modelo extractivista está usando la violencia y el poder provincial impone una reforma constitucional en horas, que avanza en la apropiación de las tierras de los pueblos originarios para la expropiación del litio, y al mismo tiempo además la represión y restricción de la protesta. En la guerra desatada por el litio es impresionante la capacidad de resistencia demostrada; es una pueblada potente, inclaudicable, lleva un tiempo de resistencias, y son las mujeres las grandes protagonistas, son ellas las heroínas en la defensa de la tierra y el agua. En la intersección de territorios, mujeres y etnias, se expresa el modelo extractivista, en una devaluación de los pueblos originarios, comunidades que están siendo presas “de la polarización política, y más en un contexto de derechización de la oferta electoral” (Svampa, 2023).
La situación actual avizora un recrudecimiento de las carencias de la vida; de cercenamiento de derechos políticos —tal la proscripción de Cristina Fernandez—; de fragilización de las políticas de la memoria; de asesinatos de militantes —como el caso de Facundo Morales—; de agudización de las políticas de “mano dura”. También, la amenaza de un cercenamiento del conjunto de derechos ciudadanos conquistados, pero en especial los derechos de las mujeres.
Pero si América Latina viene siendo uno de los principales laboratorios —o quizás el principal— de este nuevo modo de poder extractivista del capitalismo, de estas expresiones de derechización extrema (ejemplos de ello: Jair Bolsonario en Brasil, José Antonio Kast en Chile y Javier Milei en Argentina), es al mismo tiempo el territorio donde se están elaborando las propuestas más avanzadas acerca de cómo construir otros modos de vida posibles, con aportes centrales de los feminismos. Y es aquí que se encuentran las mujeres indígenas, quienes han salido a resistir, poniendo el cuerpo, armando el Malón de la Paz, marchando desde Jujuy en defensa de sus territorios por más de 2000 km., sin que se las escuche. Y también, a cuarenta años de la recuperación democrática en Argentina, los avances de las feministas en todos sus arcos políticos —las comunitarias, las académicas, las villeras, las de los sindicatos, las de la economía popular, las de las ollas y merenderos—, concretando legislaciones de punta. El año 2013 se tornó un momento bisagra, con la emergencia del “Ni Una Menos”, la marea verde y la ley de aborto, con una instalación que transformó el mundo simbólico de la cultura general. Son todos esos avances los que actualmente se encuentran amenazados bajo el escenario electoral actual, el cual se ha derechizado, con una selección de candidatos y candidatas, los más oportunos para este conservadurismo creciente, algunos con programas y discursos que prometen lo que Richard Sennett (2019) define como las nuevas formas del fascismo.
Y es contra estos avances en la sociedad lationamericana y mundial que van las derechas más radicalizadas, como aquella que encarna Javier Milei de La Libertad Avanza, (candidato que ha sacado proporcionalmente la mayor cantidad de votos en las PASO), y que ha realizado afirmaciones tales como: eliminar el Ministerio de la Mujer y el INADI, al ser “mecanismos para la persecución de los que piensan distinto”; que la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas es algo que “baja el Estado con una intención de impulsar todo lo que tiene la línea de la izquierda y de la ideología de género”, en sintonía plena “con mis hijos no te metas”, síntesis de la expresión del pensamiento individualista y antiderechos, que refiere a la educación sexual como amenazante de la formación en el “temor a Dios”; y en relación al aborto, en la misma línea: “La mujer puede elegir sobre su cuerpo, pero lo que tiene dentro del vientre no es su cuerpo, es otro individuo”, calificándolo como un “asesinato agravado por el vínculo”. Y estos embates, tal como afirmamos, no son casuales, ni arbitrarios.
A modo de cierre: colocar una agenda política feminista en el centro
En esta elección derechizada la agenda política feminista se desdibuja; o bien no se coloca en términos de propuesta electoral; o es denostada y acusada como fuente de los problemas actuales.
Tal como afirmamos, no es casual, ni arbitrario, que los avances feministas sean colocados en el centro de la polarización política actual. Es que las mujeres feministas en cargos de decisión política, las sindicalistas, las académicas, las de los barrios y merenderos y trabajadoras de la economía popular, las indígenas, las lesbianas, las obreras o empleadas, las estudiantes son quienes en estos momentos, con compromiso y creatividad, construyen múltiples líneas de fuga, democráticas, habilitantes de otras subjetividades y otros mundos posibles, alternativas al poder disciplinador que busca retrotraer derechos, que pretende ejercerse sobre las mujeres en sus diversidades, sobre los cuerpos femeninos y feminizados, limitar o restringir el uso y apropiación de lo público.
Las configuraciones sociohistóricas que adquieren los sistemas económicos y políticos nunca son meras abstracciones. Su correlato es siempre la aspiración de producir existencia, y un determinado tipo de subjetividad que pueda habitarlos, transmitirlos, reproducirlos. Y desde los feminismos ya contamos con herramientas conceptuales y metodológicas que —lejos de reproducir— tienden a transformar situaciones de injusticia patriarcal, capitalista, racista y colonialista.
Tenemos propuestas concretas que se traducen en una agenda política feminista, construcción que resulta de la convergencia de distintos y complementarios espacios regionales e internacionales, que puede reconocer el proceso de los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (EFLAC) en su versión N° 15, cuyo primer encuentro fue Bogotá en 1981; o de las Conferencias Regionales de la Mujer de América Latina y el Caribe, organizadas por CEPAL, o Belém do Pará y el MECSEVI como el órgano técnico de seguimiento y monitoreo, y tantos otros. Agenda que alude a las violencias patriarcales, las violencias privadas y públicas, igual trabajo por igual salario, los cuidados como derechos y trabajo, el derecho a decidir sobre los cuerpos, las identidades sexuales, el urbanismo feminista y los modos de planificar las ciudades.
Contamos con narrativas que colaboran en el diseño de otras sociedades más justas, democráticas e inclusivas. Y en el seno de nuestras redes y organizaciones nos hemos (re)apropiado de esta facultad inalienable a la cual alude Benjamin (1936), de intercambiar experiencias, dando inicio a la construcción de una agenda viable y posible, que opera como resguardo a la canibalización de las zonas de la vida aún no mercantilizadas, y promueve el flujo y sostén de la vida, como modo de resguardo del movimiento creativo, hacia otras formas de pensar las democracias, los derechos, el Estado, la política, la política pública, la economía y la naturaleza.
(*) Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Feminista.
(**) Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Bibliografía:
Banco Mundial. (2022). La pobreza y la prosperidad compartida: Corregir el rumbo. https://openknowledge.worldbank.org/server/api/core/bitstreams/972eca5c-861c-5e4c-9962-717f4cd22e58/content
Benjamin, W. (1991) [1936]. “El narrador”. En Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV. Trad. de Roberto Blatt. Madrid: Taurus. 111-134.
Falú, A. (2020). La vida de las mujeres en confinamiento en las ciudades fragmentadas. Un análisis feminista de los temas críticos . Astrolabio, (25), 22–45. https://doi.org/10.55441/1668.7515.n25.29933
Falú, A., Tello, F., & Echavarri, L. (2022). Las mujeres en los gobiernos locales: espacios políticos y agendas en disputa. Más Poder Local, (48), 90-112. https://doi.org/10.56151/589.68.71
Fraser, N. (2023) Capitalismo Caníbal. Siglo XXI Editores.
CGLU (2021): «Hacia el municipalismo feminista global. Claves del Colectivo de Gobiernos Locales y Regionales en el Foro Generación Igualdad». Documento elaborado por la asesora de CGLU UBUNTU en materia de género Ana Falú y equipo colaborador: Leticia Echavarri y Flavia Tello.
Informe Igualar (2022) Observatorio de las Violencias y Desigualdades por Razones de Género del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación (MMGyD)
Observatorio Ahora que si nos ven. Informe 2023. En: https://ahoraquesinosven.com.ar/reports/175-femicidios-en-2023
ONU Mujeres (2023) Progress on the sustainable development goals. The gender snapshot 2023. UN Women and UN DESA. En:
OXFAM (2023) La Ley del Más Rico. Extraído en 14-10-2023 en: https://www.oxfam.org/en/research/la-ley-delmas-rico
Rolnik, S. (2019) Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tinta Limón.
Sennett, R. (2019) Discurso de recepción del Doctor Honoris causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.