Polarización y radicalización de la derecha: una aproximación al caso argentino

Por Diego Dalmaso Olivera (*) y Emilia Kreiman (**)

PREMIO 40 AÑOS DE DEMOCRACIA | CONCURSO DE ENSAYOS: En los últimos tiempos, la “grieta” se presenta como una imagen para caracterizar la política argentina. Desde diferentes interrogantes, Dalmaso Olivera y Kreiman abordan en este trabajo la traducción conceptual de dicha metáfora en la noción de “polarización”: ¿actualmente existe en Argentina una polarización o una radicalización de la extrema derecha? ¿Es posible observar alguna relación entre ambos procesos? ¿Qué impactos pueden comportar para la calidad de la vida democrática? ¿Qué papel desempeña y qué relación guarda la economía con el proceso de consolidación democrática?.

Este ensayo presenta, en primera instancia, una revisión de la literatura científica acerca de las discusiones teóricas sobre la polarización, sus tipos y sus efectos sobre la democracia. En segundo lugar, examina algunas investigaciones empíricas recientes sobre la polarización referidas al caso argentino, con la intención de “mapear” los issues más gravitantes en la actualidad. Por último, se realizan algunas observaciones respecto a la irrupción de nuevos espacios y plataformas políticas radicales de derecha, la forma en que actualizan el debate sobre la polarización y los desafíos que exigen reflexionar sobre las problemáticas de la crisis y transformaciones de la coyuntura política nacional actual.

1. Introducción

Entre mediados de los setenta e inicios de los noventa, la caída de los regímenes autoritarios de la Europa meridional, el colapso de la Unión Soviética y el retorno a la democracia de los diferentes países de Latinoamérica, supuso la adopción de diversas formas de gobierno democrático, configurando lo que a la postre se denominaría la tercera ola de democratización (Huntington, 1991; O’Donnell, 1996). El gran proceso de transformación política y el viraje hacia las formas democráticas estuvo acompañado por una suerte de optimismo teleológico democrático, condensado como espíritu de época en la idea del fin de la historia. En efecto, parecía que todas y cada una de las “nuevas” democracias terminarían por adoptar, de manera más o menos lineal, los patrones y formas de institucionalización de las “democracias consolidadas” del cuadrante Noroccidental. Sin embargo, a pesar del optimismo inicial, la percepción de las deficiencias en el funcionamiento de las jóvenes democracias, así como el temor al retorno del autoritarismo, diluyó rápidamente la confianza depositada de manera casi automática en el proceso de consolidación y maduración de las jóvenes democracias. En este sentido, una de las obras más importantes fue Ilusiones sobre la consolidación, publicada por O’Donnell en 1996 (Abal Medina, 2021); ya que polemizó dicha simplificación e idealización de los procesos de transición y consolidación democrática.

Dicha coyuntura histórica habilitó una serie de interrogantes sobre diferentes aspectos de los recién conformados regímenes democráticos. En el caso de los países latinoamericanos, los mismos terminaron por configurar tres agendas de investigación en las ciencias sociales. La primera de ellas se enfocó en los procesos de transición democrática que experimentaron los países de la región desde los ochenta. La obra que inspiró gran parte de las producciones científicas del período fue Transiciones desde un gobierno autoritario, realizada de manera conjunta por O’Donnell y Schmitter (1988). La segunda, cuyo auge tuvo lugar entre los noventa y el comienzo nuevo siglo, se concentró en el proceso de consolidación de las democracias que emergieron desde regímenes autoritarios (Pastor, 1989; Mainwaring, O’Donnell y Valenzuela, 1992; Hagopian y Mainwaring, 2005 en Ruiz, 2017). En esta serie de trabajos, los ejes centrales de discusión fueron el problema de la consolidación de los regímenes democráticos recién establecidos y la identificación de los factores que podían afectarla, tales como el modo de transición, las instituciones políticas y los factores económicos (Abal Medina, 2021). Por último, motivada por las deficiencias de las nuevas democracias, una tercera agenda de investigación se abocó al estudio de la calidad de la democracia en América Latina (Munck, 2007).

Partiendo de la premisa según la cual toda democracia es imperfecta y perfectible (O’Donnell, 2010), el ensayo que aquí presentamos se inscribe en algunas discusiones propias de las últimas dos agendas señaladas: la consolidación democrática y la calidad de la vida democrática. Así, el presente trabajo surge a raíz de los siguientes interrogantes: ¿actualmente existe en Argentina una polarización o una radicalización de la extrema derecha? ¿Es posible observar alguna relación entre ambos procesos? ¿Qué impactos pueden comportar para la calidad de la vida democrática? ¿Qué papel desempeña y qué relación guarda la economía con el proceso de consolidación democrática?

Es importante observar que no existe una definición comúnmente aceptada de lo que significa calidad democrática, cuáles son los atributos que la caracterizan y los factores que la condicionan. Sin embargo, es posible identificar un punto de partida que generalmente es aceptado por la literatura: las concepciones minimalistas de democracia que enfatizan las elecciones regulares y competitivas resultan insuficientes para examinar la calidad de una democracia (Munck, 2013; Bühlmann et al. en Barreda y Ruiz, 2017). El debate sobre los atributos que definen la calidad de la vida democrática se establece entre dos grandes grupos de cientistas sociales. Por un lado, un agrupamiento de investigadores se circunscribe a una concepción minimalista y procedimental de la misma, asociados en general a la noción de poliarquía dahliana. Por otro lado, algunxs cientistas proponen definiciones procedimentales de la democracia algo más ampliada, incorporando, algunxs de ellxs, aspectos sustantivos a la misma (Barreda y Ruiz, 2017). En este ensayo, partimos de una definición que reconoce como aspectos determinantes de la calidad democrática aspectos estructurales: niveles de desarrollo y desigualdad, por un lado; y los grados de polarización, por otro. Dicha elección obedece a que la evidencia empírica muestra que dichos factores se asocian directamente con la calidad democrática (Mauro, 1995; Hagopian, 2005; Bermeo, 2009).

El ensayo consta de las siguientes secciones: en primera instancia, se presentará una revisión de la literatura científica acerca de las discusiones teóricas sobre la polarización, sus tipos y sus efectos sobre la democracia; en segundo lugar, se examinarán algunas investigaciones empíricas recientes sobre la polarización referidas al caso argentino con la intención de “mapear” los issues más gravitantes en la actualidad; por último, se realizarán algunas observaciones respecto a la irrupción de nuevos espacios y plataformas políticas radicales de derecha, la forma en que actualizan el debate sobre la polarización, y los desafíos que exigen continuar reflexionando sobre las problemáticas de la crisis y transformaciones de la coyuntura política nacional actual.

2. La polarización como objeto y problema en las ciencias sociales

En este apartado, nos dedicaremos a examinar qué entendemos por polarización y cuántos tipos es posible identificar.

En ciencia política, uno de los primeros, más originales y relevantes estudios sobre la polarización la realizó el politólogo italiano Giovanni Sartori, contenido en su obra Partidos y Sistemas de Partidos: marco para un análisis (2005). En dicho libro, Sartori se concentró en estudiar uno de los conflictos que por entonces atravesaba y estructuraba la dinámica conflictiva de la sociedad italiana: el clivaje izquierda-derecha. Parcialmente superpuesto al conflicto entre católicos y laicos en torno al carácter del Estado, el clivaje izquierda-derecha marcaba las pautas de la conflictividad de la Italia de los años setenta.

De la primigenia obra de Sartori nos interesa recuperar dos ideas fundamentales, puesto que en la actualidad continúan suscitando discusiones entre los cientistas sociales. La primera de las ideas es su definición de la polarización como un fenómeno ideológico: “la polarización mide la dispersión de los partidos políticos en un continuum ideológico e indica el rango de elecciones ideológicas que representan los partidos” (Dalton en Barreda y Ruiz, 2017, p.5). Asimismo, se trata de un continuum ideológico que se establece entre los partidos políticos, expresándose sus efectos en el sistema de partidos. Así, contamos con una primera gran aproximación conceptual: la polarización ideológica.

La segunda noción, sumamente importante para el objeto de este ensayo, se asocia a los efectos perniciosos para la democracia que Sartori asignaba a la polarización ideológica. En efecto, para Sartori (2005) las interacciones que se producen en un sistema de partidos dependen de los niveles de polarización ideológica, dando lugar a interacciones “centrípetas” (característicos de sistemas poco polarizados) y “centrífugas” (sistemas muy polarizados). De esta manera, en los sistemas de partidos altamente polarizados aparecen una serie de síntomas que perjudican la funcionalidad del proceso democrático: “el argumento más repetido es que un alto grado de polarización entorpece el establecimiento de acuerdos y compromisos entre los partidos, lo que comporta consecuencias políticas e institucionales desfavorables” (Barreda y Ruiz, 2017, pp. 5-6). Esta concepción sobre la polarización ideológica ha impregnado gran parte de las producciones científicas y académicas sobre el fenómeno, siendo asociado de forma recurrente a dos problemas: la inestabilidad política y las dificultades para la gobernabilidad. En relación a la inestabilidad política, Sartori (2005) observó que los altos niveles de polarización podían hacer peligrar la legitimidad y la estabilidad de un sistema político. En la misma línea, otros autores han señalado que los sistemas de partidos muy polarizados tienden a experimentar mayores niveles de conflicto político y protestas populares (Barreda y Ruiz, 2017). Por otra parte, en relación a los problemas de gobernabilidad, el más destacado por la literatura es el de parálisis institucional, es decir, la dificultad para sancionar políticas públicas debido a las obstrucciones para conformar coaliciones legislativas (Ipar, 2019; Ruiz, 2017).

Sin embargo, esta interpretación sobre la polarización ha sido puesta en discusión. En efecto, algunas investigaciones se dedicaron a mostrar las consecuencias positivas que la polarización ideológica imprime sobre distintos aspectos del proceso político (Wang, 2014). Así, según Barreda y Ruiz (2017) una de las principales consecuencias beneficiosas de la alta polarización es “que contribuye a mejorar la calidad de la representación. Un sistema de partidos polarizado permite a los ciudadanos conocer con claridad las posiciones de los partidos ante distintas políticas públicas y elegir el partido que se ajusta mejor a sus preferencias” (Barreda y Ruiz, 2017, p.6). Al mismo tiempo, esto conduciría a mejorar la capacidad de control de lxs ciudadanxs respecto a lo que hacen los funcionarios y el gobierno. En resumidas cuentas, un sistema de partidos ideológicamente polarizado contribuiría al mejor desempeño de la representación política, entendida aquí como mandato (transferencia a lxs gobernantes de las preferencias ciudadanas) y como rendición de cuentas (control ciudadanx de la acción de los representantes).

La cuestión de los efectos de la polarización ha encontrado su traducción en las discusiones de la vida cotidiana, expresándose en el sintagma grieta. En efecto, hablar de una sociedad agrietada reenvía, en términos metafóricos y topológicos, a la existencia de un espacio ensanchado que dificultaría la construcción de acuerdos sobre una base común. Asimismo, se ha superpuesto semánticamente a dicho concepto cierta carga negativa, por otra parte presente en las formulaciones clásicas á la Sartori, tal como hemos visto: una suerte de hiato ideológico y político insalvable sumamente perjudicial para el devenir del proceso político democrático. La grieta sería, por lo tanto, aquel espacio que habría que clausurar, eliminándolo de la vida política porque sus efectos para la calidad de la vida democrática, e incluso para su existencia misma, serían negativos. No obstante, la problemática de la polarización, lejos de plegarse a un debate normativo respecto al cual pronunciarse por la afirmativa o la negativa, exige su investigación empírica. De hecho, las investigaciones que en la actualidad están dedicadas al estudio de este fenómeno colocan en el centro de sus pesquisas el grado, umbral o nivel óptimo de polarización que es beneficioso para nuestras sociedades. En consecuencia, el problema de la polarización, o de la grieta, no puede resolverse a priori, sino por medio de la identificación de los niveles en que la misma deja de reportar sus beneficios en términos de representación política y procesos electorales y comienza a constituir un obstáculo para el desenvolvimiento del sistema político. En este sentido, Barreda y Ruiz (2017), a pesar de haber identificado y mostrado los beneficios que supone la polarización para algunos países latinoamericanos en relación con la calidad democrática, terminan concluyendo su artículo con una invitación a proseguir con su estudio:

En próximos trabajos, los efectos positivos que aquí se han encontrado entre la existencia de polarización y unos procesos electorales y una representación de calidad han de ser completados con una discusión sobre los umbrales de la polarización. Es necesario reflexionar sobre el grado de polarización que es funcional para la calidad de la democracia y el nivel a partir del cual los efectos negativos sobre la inestabilidad y la ingobernabilidad de los sistemas políticos […] relevan a los efectos positivos sobre la calidad de la democracia que aquí se han descrito.” (s.f)

Hasta aquí hemos introducido una de las formas o variantes de la polarización, estrictamente ideológica. Además, hemos visto que, en dicha concepción, la polarización ideológica se refería al ensanchamiento ideológico respecto al sistema de partidos, especialmente a las élites partidarias que lo conforman. No obstante, los estudios sobre polarización han trascendido ambas esferas, la del contenido y la del sujetx de la polarización. Excedieron la esfera del contenido porque dejaron de analizar exclusivamente el continuum ideológico izquierda-derecha: empezaron a investigarse issues de la más variada índole, que no necesariamente se asociaban a la cuestión estrictamente ideológica (retomaremos en la siguiente sección). Asimismo, desbordaron la esfera del sujeto de la polarización porque dejaron de enfocarse únicamente en las élites partidarias, apareciendo en su lugar el estudio de la polarización a nivel de la ciudadanía. Así, se abandonó la centralidad que hasta entonces tenía el ámbito institucional (sistema de partidos) en el estudio de la polarización. Quizá resulte importante indicar que todo este proceso fue acompañado e impulsado por y desde la sociología, en un intento por elaborar conceptual y empíricamente una problemática hasta entonces bajo el dominio más o menos exclusivo de la ciencia política.

Como resultado de esta serie de mutaciones de contenidos, sujetxs y ámbitos, como así también de la creciente injerencia de la sociología y los sondeos de opinión a nivel ciudadanx, las investigaciones sobre la polarización se enriquecieron. En efecto, la polarización comenzó a ser acompañada de otros adjetivos, bajo la consideración de que la polarización estrictamente ideológica resultaba insuficiente para capturar todas las conflictividades a nivel social y político. Apareció, por tanto, el estudio de otras dos formas o variantes de la polarización: la política y la social.

La polarización política puede definirse de la siguiente forma: atañe a todas aquellas conflictividades o clivajes de tipo político que estructuran los debates de una sociedad y que exceden al continuum izquierda-derecha. Un par de ejemplos quizás sirvan para ilustrar con claridad dicha definición y mostrar su pertinencia. En algunos casos, el clivaje izquierda-derecha es un mal predictor de las acciones de los partidos políticos o del comportamiento electoral de lxs ciudadanxs. En efecto, el examen de dos casos nacionales como el argentino y el peruano muestra que allí, al menos hasta 2017, la polarización ideológica izquierda-derecha era bastante baja y, en consecuencia, su capacidad de predicción o explicación era bastante mala (Ruiz, 2017). Sin embargo, los niveles bajos de polarización ideológica no significan la ausencia de todo conflicto o clivaje en una sociedad. Según la interpretación de dichos autores: “probablemente lo que sugiera el dato es que las interacciones entre los partidos discurren por cauces diferentes a la contraposición izquierda-derecha. En esos casos, otros clivajes resumirían el conflicto de manera más precisa, por ejemplo podría ser un conflicto fujimorismo-antifujimorismo, o peronismo-antiperonismo” (Barreda y Ruiz, 2017, p.11).

Por otra parte, la polarización social incluye una gama diversa de issues alrededor de los cuales la sociedad y los grupos que la conforman disputan. Los issues que se convierten en ejes del conflicto social no pueden definirse de antemano, sino que dependen de las coyunturas históricas. Por esa razón, aunque existen investigaciones sumamente interesantes sobre la polarización política y social de los últimos 15 años (Obradovich, 2021; Malamud y de Luca, 2010), decidimos recuperar una más reciente: un trabajo de Kessler y Vommaro (2021) que se ha encargado de mapear in extenso la polarización social en la Argentina (ver siguiente sección).

Una de las conclusiones que podemos extraer del recorrido que hemos emprendido en este apartado es que la polarización presenta tres tipos, de fronteras porosas entre sí y, por tanto, sólo relativamente autónomas unas de otras: ideológica, política y social. En la siguiente sección trataremos de mostrar una suerte de fotografía respecto a la polarización de la sociedad argentina.

3. Una fotografía de la polarización en la Argentina reciente: rupturas y continuidades

En el apartado anterior nos hemos dedicado a presentar los tipos de polarización que, en términos teóricos y empíricos, actualmente se están trabajando en las ciencias sociales, especialmente en la ciencia política y la sociología. Retomando dichas nociones generales, ahora esbozaremos una suerte de diagnóstico sobre la polarización en el escenario nacional actual, a su vez trataremos de identificar algunas rupturas y continuidades en relación a algunos issues fundamentales.

De acuerdo a Kessler y Vommaro (2021), para observar la polarización de la Argentina en la actualidad es necesario considerar diversos aspectos, la forma en que se articulan y posicionan los diversos grupos sociales, al mismo tiempo que se consideran los realineamientos internos en cada uno de ellos. Contemplando que no se puede trazar una frontera que diferencie de manera sencilla la sociedad argentina, los autores indagan la complejidad de posicionamientos y configuraciones que se evidencian alrededor de determinados issues. Estos autores señalan la existencia de dos grandes grupos sociales: el grupo conservador y el progresista. La imposibilidad de identificar una linealidad entre grupos e issues significa que, al interior de los grupos conservadores y progresistas, hay diferencias de posicionamiento alrededor a determinados cleavages, presentándose segmentos más moderados y otros más extremistas.

Los issues se pueden agrupar en tres agendas temáticas: la cultural-moral, la social y la económico-distributiva. Exponer detalladamente cada uno de los issues que conforman cada una de las agendas, como así también los alineamientos sociales que suscitan, excede los objetivos y posibilidades de este ensayo, razón por la cual nos centraremos en una interpretación general de los mismos a la luz de las nociones sobre la polarización que hemos presentado.

Con respecto a la primera agenda analizan tres tópicos: aborto, divorcio y homosexualidad, a pesar de su historia relativamente compartida cada una tuvo su auge en la agenda pública en distintos momentos históricos. Por un lado, el divorcio fue un debate de fines de los años ochenta, donde se diferenciaba una polarización muy articulada con el núcleo conservador asociado a la Iglesia católica. Con la incorporación legislativa, el proceso de secularización y el paso del tiempo se considera que fue disminuyendo la intensidad del debate. El otro tema que generó gran división en la agenda fueron los avances en materia de derechos LGBTIQ+. Si bien tuvieron gran visibilidad en el 2010 con la incorporación de la Ley de Matrimonio Igualitario, es un issue que aún continúa suscitando disputas sociales y políticas, ya que los grupos conservadores se movilizan ante distintos avances o manifestaciones en demanda de derechos (por ejemplo, el movimiento “Con mis hijos no te metas” en reacción a la “ideología de género”). Por último, el tema del aborto ha generado recientemente una gran polarización social en la Argentina, debido al crecimiento del movimiento de mujeres y la incorporación en la agenda del Estado que le otorgó el debate legislativo.

Por otra parte, el issue que más sobresale en la agenda social es la cuestión migratoria, es decir, qué opiniones existen en torno a los derechos que deben gozar los extranjeros en nuestro país. La cuestión migratoria está actualmente en el centro del debate político porque existe alrededor de ella una gran polarización entre los grupos conservadores, reacios a promover derechos para dichos sectores, y los segmentos progresistas, proclives a la sanción de los mismos.

En cuanto a la tercera económico-distributiva se diferencian dos subtemas. Por un lado, la cuestión de la desigualdad de ingresos; y, por otro lado, el reclamo de beneficios para aquellos sectores vulnerables a ciertos derechos. De esta manera los autores construyen dos categorías de acuerdo a las respuestas de lxs encuestadxs: responsabilidad estatal y responsabilidad privada /individual. Aquí se distinguen dos posturas antagónicas en relación a la cuestión distributiva, ya que los segmentos progresistas se manifiestan a favor de la promulgación de políticas sociales y la (re)distribución de ingresos a través de medidas estatales; mientras que lxs conservadores defienden posturas mayormente privatistas que defienden “la desigualdad como incentivo para el progreso individual y un enfoque individualista del desempeño económico” (Kessler y Vommaro; 2021, p. 11). Por otro lado, el issue referente a la posición del Estado en la implementación de políticas activas para reducir las desigualdades de ingreso entre ricos y pobres muestra una gran polarización entre conservadores y progresistas (Kessler y Vommaro, 2021, p.47).

En general, la agenda económico-distributiva muestra una gran polarización en casi todos los cleavages que la componen, asociándose de manera tendencial las posiciones conservadoras a posturas muy individualistas y las posturas progresistas a opiniones solidarias, apareciendo el Estado como uno de los vehículos de la misma. Asimismo, la alta polarización que estos tópicos despertaban entre conservadores y progresistas en 2017, hoy en día se ha profundizado a causa de la radicalización de la extrema derecha y el desplazamiento del sistema de partidos hacia dicha dirección. Más adelante retomaremos esta cuestión.

Ahora bien, es importante señalar que las polarizaciones culturales, sociales y económico-distributivas que hemos examinado no son de suyo perjudiciales para la democracia. Al contrario, ellas pueden estar en la base de la vigorización de los debates democráticos y de la calidad de los mismos. La cuestión fundamental estriba, como hemos venido argumentando, en una cuestión de grados y de intensidad de las polarizaciones y en la capacidad del sistema político para asimilar y procesar dichas demandas que surgen en la sociedad argentina.

Sin embargo, existe un issue particular que, en el estudio de Kessler y Vommaro (2021), no mostraba polarización: el del consenso democrático. Este tópico resulta de vital importancia a la hora de analizar las crisis y tensiones actuales de la política. En este issue se registra una ruptura respecto al período anterior. En efecto, según los autores hacia 2017 “[no había] polarización en relación a la posición frente a la democracia, y tampoco frente a la movilización de cierto ‘orgullo nacional” (Kessler y Vommaro; 2021, p. 9). No obstante, en este punto consideramos que el trabajo empírico de Kessler y Vommaro quedó desactualizado. Si revisamos la coyuntura política de los últimos años, los análisis de diversxs autores permiten problematizar la solidez del consenso democrático que Kessler y Vommaro observaban hace unos años. De acuerdo a Brusco (2023), en los tiempos recientes se profundizaron las “identidades post-partidarias” en Argentina, refiriéndose al avance de la extrema derecha, las cuales ponen en jaque o limitan en cierta medida el sistema de partidos institucionalizado. Para el caso argentino, identifica a dicha extrema derecha con el espacio político encabezado por Javier Milei: “La Libertad Avanza busca acabar con la casta política porque está harta de la política y del Estado, por disconformidad con el resto de partidos o para ponerle un límite al gobierno” (Brusco; 2023, p. 110). Entre algunas de las causas que explican este fenómeno se encuentra la crisis de representación crónica (Suarez Cao en Instituto de Investigaciones Económicas UNAM, 2022), jalonada por la desconfianza en los partidos políticos y la pérdida de vinculación de los mismos con la ciudadanía, generando a largo plazo una crisis aguda de gobernabilidad.

En este punto de la argumentación, interesa reflexionar sobre la forma en que dichas identidades anti establishment transforman la polarización expuesta y analizada previamente. De acuerdo a Brusco, “la polarización —perniciosa según fueran McCoy (2019) o Torcal (2023) quienes la evaluaran— ya no es un fenómeno novedoso en Argentina. Más bien la persistencia de la polarización política con resultados insatisfactorios parece haber llevado en una situación de empate de frustraciones al desarrollo de una identidad post partidaria que activada por ciertos líderes se asocia con una identidad de extrema derecha” (McCoy, 2019; Torcal, 2023 en Brusco; 2023, p.113). Según Suarez Cao en Instituto de Investigaciones Económicas UNAM (2022), actualmente estamos viviendo en una época distinta a la que conocíamos, debido a la incipiente polarización asimétrica de la política argentina. Irrupción de la extrema derecha cuyos efectos son, cuanto menos, tres: (a) en primer lugar, fracturó el escenario electoral bicoalicional argentino. Específicamente, el crecimiento de La Libertad Avanza muestra y se explica mediante la activación de una polarización asimétrica, desplazando el sistema de partidos hacia uno de sus polos, al tiempo que aparece como una opción electoral y política viable que rompe el bicoalicionismo electoral consolidado desde 2015. Esto imprime efectos en todo el sistema de partidos, ya que los partidos y sus plataformas políticas tienden a desplazarse hacia la derecha en términos generales; (b) en segundo lugar, la polarización política reciente ha llegado a tal punto que ha empezado a resquebrajar, de manera incipiente, el consenso democrático sólidamente establecido hace una década atrás. Constituye, por lo tanto, una crisis de la opinión ciudadana sobre la preferencia democrática (ver el apartado siguiente); (c) en tercer lugar, la polarización asimétrica hacia la derecha que hemos identificado implica un fenómeno nuevo en la política argentina. En efecto, el continuum izquierda-derecha no ha tenido, en términos históricos, la misma importancia y capacidad de articulación política, social y económica en la Argentina como la han tenido otros cleavages, por ejemplo, peronismo-antiperonismo. En este sentido, anuda y profundiza un proceso que se ha venido gestando desde hace un tiempo: “esto es novedoso para Argentina […] Ni la izquierda ni la derecha representaban a grupos de tamaño considerable de la sociedad argentina en las primeras décadas del actual ciclo democrático” (Catterberg, 1989; Lodola, 2013 en Kessler y Vommaro, 2021). Así, la polarización y relevancia crecientes del continuum izquierda-derecha que experimenta Argentina puede entenderse como una transformación política del país. Sin embargo, se trata de un fenómeno en ciernes, cuyos alcances y consecuencias resultan difíciles de conjeturar.

4. Consideraciones finales

En este ensayo hemos recuperado algunas producciones sobre la polarización realizadas en el marco de las ciencias sociales, señalando la importancia de abordar la misma en sus tres formas o expresiones: como fenómeno ideológico, político y social. A partir de ello hemos mostrado los rasgos principales que adquiere la misma en la Argentina de nuestros tiempos, al tiempo que se han esbozado algunos de los fenómenos recientes que la han actualizado y en cierto sentido redefinido. En esta clave, se ha ofrecido como hipótesis de explicación tentativa de la coyuntura política actual la activación de una polarización asimétrica hacia la derecha. En efecto, una de las preguntas que motivó este ensayo, a saber: ¿polarización o radicalización de la derecha?, puede responderse de manera provisoria de la siguiente manera: en la Argentina contemporánea existe un doble proceso interconectado de polarización política jalonada por la radicalización de uno de sus polos: el de la extrema derecha. Ahora bien, más allá de las especificidades de tipo nacional, consideramos necesario inscribir este doble proceso en dos registros adicionales: regional y económico. Concluiremos, pues, con algunas observaciones asociadas a estos dos planos de análisis.

Según el último informe de Latinobarómetro (2023), Argentina registra un 62% de apoyo neto a la democracia, con un aumento de siete puntos porcentuales desde 2020 (55%); para esta porción de la ciudadanía, la democracia continúa siendo, aún con sus desperfectos, el tipo de régimen político preferido. Sin embargo, aunque el dato anterior puede parecer auspicioso, existen ciertos indicios que tensionan dicho diagnóstico optimista. En efecto, aunque a nivel regional el país cuenta con la menor cantidad de ciudadanxs indiferentes al tipo de régimen preferencial (15%), el apoyo al autoritarismo ha crecido 5% respecto a 2020 (de 13% a 18% en la actualidad). Según el informe “esto sorprende en Argentina […] y aunque existe una mayoría que quiere la democracia sin tapujos, su minoría autoritaria es sustantiva representando entre ambas un tercio de los ciudadanos” (Latinobarómetro, 2023, p.27). Así, pues, esto no constituye simplemente algo que sorprenda, sino también un motivo de preocupación, ya que existe en nuestro país un 33%, es decir unx de cada tres ciudadanxs, para los cuales la democracia es, o bien indiferente, o bien un régimen no preferencial. Este fenómeno, situado entre la apatía y el autoritarismo, configura parte de la crisis de la política y de la democracia que signa la coyuntura actual.

A nivel regional, el diagnóstico es aún más delicado. En efecto, en 2023 el apoyo hacia la democracia a nivel subcontinental se ubica en 48%, lo que significa una disminución de 15 puntos porcentuales desde el 63% de 2010. Además, han crecido los segmentos poblacionales desafectados políticamente o abiertamente autoritarios. Así, el autoritarismo se ha ido validando poco a poco, al tiempo en que en el período “aumentaron aquellos a quienes les da lo mismo el tipo de régimen, lo que implica que un populismo o un autoritarismo les son indiferentes” (Latinobarómetro, 2023, p.18).

Por último, queríamos finalizar abriendo un debate que consideramos central para pensar la crisis y transformación de la política argentina y regional. Así, la pretensión consiste en no clausurar el debate democrático sobre sí mismo, sino abrirlo en relación a la cuestión económica y su relación con la democracia. Existen un par de razones de fondo por las cuales la incluimos en estas reflexiones finales. Dichas razones son dos: (a) la primera se asocia a la contribución directa, empíricamente probada, de los niveles de desarrollo y los niveles de desigualdad económica como determinantes de la calidad de la vida democrática (Barreda y Ruiz, 2017); (b) la segunda se relaciona al reconocimiento del impacto directo que tiene la economía en los procesos de consolidación democrática. En efecto, según Przeworski en su libro Qué esperar de la democracia: límites y posibilidades del autogobierno, los resultados económicos, en particular el desarrollo económico, operan como factor esencial en la consolidación democrática: “el desarrollo económico puede contribuir a la segunda etapa, pero resulta inoperante para explicar la primera [la primera etapa es la de establecimiento de una democracia]. Más que precondiciones sociales de la democracia, lo son de la consolidación democrática” (Ferrant, 2018, p.212).

Partiendo de estas premisas, parte considerable del declive en la preferencia por el régimen de tipo democrático puede explicarse por medio de las crisis económicas. En un período de casi tres décadas, el impacto de las crisis económicas ha sido considerable: por ejemplo, el influjo de la crisis asiática es evidente entre 1997-1998, años en los cuales la preferencia democrática se ubicaba en torno al 65%, y luego, post-crisis 2001, la misma había descendido hasta un 52%. Como corolario y manifestación directa de dicho proceso se encuentra el que se vayan todos que signó la política argentina de comienzos de siglo. Después hubo una recuperación entre 2002 (53%) y 2010 (63%), en lo que se llamó “el quinquenio virtuoso”, donde casi toda la región era democrática y los países experimentaron simultáneamente crecimiento económico. No obstante, dicho crecimiento económico de la región no logró desmantelar las desigualdades de manera sustancial, pero sí contribuyó a la formación y el fortalecimiento de las clases medias (Latinobarómetro, 2023).

Sin embargo, luego del impulso democrático de la primera década del siglo, a partir de 2010, cuando terminaron las políticas macroeconómicas contracíclicas disminuyó el crecimiento económico y comenzó el declive sin retorno del apoyo a la democracia. La importancia de dichas políticas económicas estriba en que son herramientas que logran morigerar los impactos de las crisis económicas, sobre todo en relación a los sectores más vulnerables, mediante políticas activas de redistribución del ingreso. No obstante, desde que las mismas se desactivaron, el apoyo ciudadano hacia la democracia ha ido disminuyendo de manera tendencial y sistemática, al tiempo que la indiferencia o el abierto autoritarismo han conquistado terreno.

Estos hechos permiten explicar que la región experimente una época de recesión democrática. No se trata, por cierto, de un diagnóstico completamente sombrío para la Argentina, algo mejor “equipada” para resistir las embestidas del autoritarismo que el resto de América Latina, pero sí constituyen, a nuestro parecer, señales de alarma. El magro desempeño económico, los niveles aún sustantivos de desigualdad persistentes, junto al aumento paralelo de la opción autoritaria y la persistencia de la desafección política configuran algunos de sus síntomas.

A 40 años del retorno de la democracia, Argentina y la región se encuentran ante un desafío fundamental para el devenir de nuestras democracias: revertir el halo de desilusión que hoy en día la recubre para un segmento considerable de la ciudadanía.

Post Scriptum

Cuando escribimos este ensayo en julio pasado de 2023, las encuestas pronosticaban un buen resultado para La Libertad Avanza (LLA), con cierta variabilidad entre ellas. Sin embargo, ninguna la colocaba como la primera fuerza a nivel nacional. De la elección apenas ocurrida hace unos días, nos parece interesante presentar algunas reflexiones que podemos hacer en relación a las PASO.

En primer lugar, el triunfo de LLA en 16 de las 24 provincias la colocó como la coalición política más elegida, lo cual configura un escenario novedoso de la política argentina en el cual se interrumpió el bicoalicionismo que signó las elecciones nacionales, por lo menos desde 2015, dando lugar a una “elección de tres tercios”.

En segundo lugar, sin desactivar los clivajes políticos tradicionales de la argentina, por ejemplo, peronismo-antiperonismo, el surgimiento y éxito electoral de LLA viene ligado a la consolidación de un nuevo clivaje que divide la sociedad entre “casta/anticasta”, o, si se prefiere, entre “política/antipolítica”. Los efectos de ordenamiento social que tenga dicho clivaje en el futuro es algo aún por observar. Sin embargo, creemos que ya ha empezado a marcar cierto rumbo de la política argentina.

En tercer lugar, lo que hemos llamado una polarización asimétrica hacia la derecha se expresó, en términos electorales, no solamente en el éxito de LLA, sino también en la elección de los candidatos y el perfil de las plataformas electorales de las otras fuerzas; en otras palabras, el tono de la campaña se derechizó. Así, este efecto de desplazamiento puede observarse tanto en la coalición oficialista, que presentó como principal candidato a una figura política propia del centro del espectro político; como en la interna de Juntos por el Cambio, establecida entre Halcones y Palomas, la cual dio como vencedores a los primeros.

En cuarto lugar, es notorio observar que fueron las elecciones con menor participación desde el regreso a la democracia: “el 30,38% del padrón que no fue a votar; significa ‘la primera fuerza’ de la elección. Son más de diez millones de electores” (Cruz, 2023). Este constituye, como señalamos más arriba, uno de los síntomas de la desafección política.

Por último, es importante destacar que todos estos factores explicativos no están aislados, sino que se articulan y representan el panorama actual de la argentina post pandemia con diversas crisis (política, social y económica), en donde la ciudadanía exhibe un descontento con los dirigentes políticos, los partidos políticos y el sistema político.

(*) Estudiante de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)

(**) Estudiante de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)


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