Entrevista a Ana Sugranyes Bickel (*)
Defensora de la dignidad humana en el territorio y la ciudad, Ana Sugranyes recorre las últimas décadas de Chile, poniendo la lupa en los problemas habitacionales que fue atravesando el país. A partir de esas particularidades, nos deja un interrogante universal: “¿cómo logramos repensar el enfoque de lo que hemos aprendido respecto a la calidad del hábitat producido y gestionado por la gente, el enfoque de los derechos humanos?”.
Esta entrevista es parte de una serie que se produjo en el marco del XXVIII Encuentro de la Red Universitaria Latinoamericana de Cátedras de Vivienda/Hábitat (ULACAV), realizado en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) entre septiembre y octubre de 2022.
Este dossier, integrado por artículos y entrevistas a referentes académicos de toda América Latina, busca materializar uno de los ejes centrales de ese encuentro: la importancia de compartir y profundizar los sentidos y bases de las prácticas académicas, comprendiendo todo el espectro de posibilidades de los diferentes espacios formativos y valorizando -particularmente- los procesos y experiencias de trabajo territorial en el multidimensional y complejo campo de la vivienda y el hábitat. Los textos aquí reunidos, entonces, confluyen en el esfuerzo por reflexionar sobre las particularidades de cada lugar, al tiempo que señalan los puntos de contacto entre los países de la región, indispensables para una “integralidad del hábitat y sus fundamentos”.
Los problemas habitacionales en Chile: diagnóstico y perspectivas
Ana Sugranyes Bickel: En primer lugar, es necesario reconocer que la situación actual se inserta en una tendencia y un contexto global, donde el acceso a la vivienda es cada vez más lejano. En Chile es evidente que los problemas habitacionales afectan a más del 30% de la población, y esto sí es una novedad, porque desde hace 30 años se difundió en América Latina que teníamos capacidad de respuesta a la demanda habitacional. Entonces, ¿dónde están estos problemas?
Tenemos, por un lado, los condominios sociales, herencia de esa producción masiva de vivienda de mala calidad en terrenos aislados, a través del subsidio habitacional desde los años ochenta hasta 2005. Se han generado no solo los problemas sociales de “los con techo”, sino urbanos, por la concentración de la pobreza en grandes extensiones de la ciudad, pobreza estigmatizada en su propia pobreza, sin posibilidad de cambio. Desde 2005 el Estado ha intentado revertir estos conjuntos de vivienda social, pero el desafío es enorme y las condiciones de vida empeoran por los problemas generales con aumento de la violencia, narco y crisis económica.
Después están las llamadass “poblaciones tradicionales”, la forma en que se construyeron las ciudades en el país con la Operación Sitio, con loteos y urbanizaciones en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, y que han representado una respuesta evidente a los temas urbanos de la migración campo-ciudad̶̶ de aquellos tiempos, que en ciertos casos ha habido propuestas -en Ciudad Jardín, por ejemplo- con urbanización de buena calidad y potencial de respuesta a largo plazo. Sin embargo, por el abandono por parte del Estado de estas zonas urbanas, se han concentrado allí graves problemas de precarización y hacinamiento. Estas poblaciones tradicionales representan, a la vez, una cantera para la necesaria regeneración de barrios, aprovechando la buena urbanización allí existente.
Otro problema está dado por las distintas formas de desregulación en los centros urbanos y que se traducen en lo que se conoce en Chile como “guetos verticales”, que son inversiones de negocio inmediato para la construcción de torres de 30 a 40 pisos, con nanoviviendas de 20 metros cuadrados, que se ofrecen en arriendo y que hacen la vida imposible tanto en la torre como en el entorno; porque se radican en general en poblaciones tradicionales, a las cuales les afecta tanto la infraestructura como la calidad de vida.
El cuarto problema está dado por el flujo migratorio de la región. En las ciudades de Chile, dada la baja capacidad de fiscalización de las viviendas, se da otra forma de desregulación del arriendo y del subarriendo de piezas, de viviendas y de lotes, y esto se registra tanto en el centro -con la reproducción de conventillos- como en zonas periféricas -con la construcción de lo que llamamos “máquinas de piezas”, de muy alta densidad en lotes reducidos, con arriendo de piezas supuestamente con servicios.
Y el quinto problema es el más debatido, porque afecta al derecho de la propiedad: las tomas y los campamentos. Durante años Chile había dejado de tener un problema en ese sentido, porque había reducido los campamentos a un 2% del stock habitacional; pero desde el estallido social de 2019, la pandemia, la precarización del empleo y el alza de los costos del arriendo y compra de las viviendas, las tomas se están multiplicando. Es un problema, pero también otra oportunidad para escuchar a las pobladoras y entender otra forma de hacer ciudad.
El trabajo con organizaciones, la responsabilidad del momento
Ana Sugranyes Bickel: Voy a partir de una coyuntura específica: tenemos un gobierno joven, con dependencia respecto a lo que fueron las demandas del estallido social, y que ha establecido un Plan de Emergencia Habitacional, en un momento de grave crisis económica y con la perspectiva de que el Estado asegure la permanencia de muchas empresas en el mercado de la construcción, que se viene a pique. Entonces, lo que se ha propuesto este programa de emergencia, a diferencia de otros anteriores, es abrir un abanico de alternativas. En vez de centrarse únicamente en la vivienda individual en propiedad a través del subsidio habitacional, está la intención de ir abriendo los temas de la gestión de suelo, del arriendo público y privado, de las cooperativas, de la reapropiación, de edificios e inmuebles en desuso en los centros urbanos.
Hay una gran oportunidad, aunque también es cierto que Chile está atado entre las tradiciones, los protocolos y la normativa. Entonces, frente a esta inercia conservadora profunda de la sociedad, desde nuestra conciencia más avanzada en términos sociales, los profesionales del tema tenemos la responsabilidad de apoyar otras formas de hacer el hábitat, que vayan más allá de lo que saben o pueden hacer los municipios o el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Hay que apoyar a iniciativas descentralizadas que provienen de la propia organización territorial de la gente y en eso estamos, desde distintas instancias, tanto desde la arquitectura como desde grupos de profesionales multidisciplinarios; está también la opción de acompañar la consolidación de cooperativas. Hemos visto, en la historia del cooperativismo de vivienda en América Latina, que en el origen de esa gran fuerza de las cooperativas del Uruguay habían incidido las experiencias de Chile, pero nosotros perdimos eso; o sea, durante 50 años las cooperativas de vivienda desaparecieron del país, por el shock neoliberal. Ahora hay grupos pequeños, pero que representan la riqueza autogestionaria, de la propiedad colectiva y de la ayuda mutua, la posibilidad de hacer un hábitat de calidad. Y estas son las responsabilidades que tenemos como arquitectas y arquitectos, de ir acompañando, pensando y actuando en estas alternativas .
Estamos trabajando también con empeño y responsabilidad profesional en el acompañamiento a algunas organizaciones en campamentos en distintas partes, también en el norte del país. Esa región, por ser extractivista minera y por el gran flujo migratorio, cuenta con ciudades que son distintas. Cuando uno llega a Iquique, a Arica o Antofagasta, la sensación es estar en Lima, o en ciudades peruanas, colombianas y ecuatorianas. Estamos ante la riqueza intercultural dada por la migración, y ante la capacidad de proponer otra forma de hacer ciudad. Especialmente en el caso de Los Arenales en Antofagasta, un macrocampamento de más de 2000 familias, y en el cual de las 48 dirigentas que conducen ese proceso de autogestión, 44 son mujeres -pues esta es la realidad del hábitat en América Latina, siempre ha sido tema de las mujeres-. Hay una propuesta para hacer la radicación con urbanización de este campamento, pero no sólo para la respuesta individual de cada familia, sino para construir el derecho a la ciudad, para hacer de este barrio complejo un subcentro urbano de este sector norte de Antofagasta, con capacidad de infraestructuras y servicios, no solo para el campamento urbanizado sino todo el entorno. Sabemos que este tipo de iniciativa no puede contener la amplitud del problema en todo el país, pero sí dan una plusvalía social de demostrar que desde lo local y desde la organización puedes llegar a la calidad, una cosa que ni el Estado ni el mercado han demostrado en los últimos cincuenta años.
Chile después del plebiscito rechazado
Ana Sugranyes Bickel: Me voy a centrar en dos referencias: una proviene de Boaventura de Sousa Santos, quien interpreta lo que pasó en Chile el 04 de septiembre como originado en la inteligencia del aparato conservador, que destruye toda posibilidad de emancipación o de cambio, protege los intereses económicos, genera una maquinaria comunicacional adversa y destroza, entre tantas otras, las propuestas que hemos formulado para el derecho a la vivienda, a la ciudad, a los cuidados y sobre la función pública y ecológica del derecho de propiedad. Hemos fallado en esto y lo tenemos que analizar por la inteligencia de la “contrainsurgencia” -como se decía en otros tiempos-.
Pero también lo tenemos que entender a la luz de lo que aprendimos de la economista argentina Verónica Gago, en un libro que escribió hace años ya y que se llama “La razón neoliberal : economías barrocas y pragmática popular”, que expone que el neoliberalismo está anclado en los sectores populares, y que el individualismo y el uso de la lógica de mercado desde la individualidad de los más pobres son profundos. Es difícil elevar este individualismo a una propuesta colectiva y de cambio. Y esto lo vemos ahora, al momento de tener que volver a levantarse y seguir en esta larga lucha. Vemos a diario las contradicciones entre lo que es el discurso de la casa propia -usado en contra de la propuesta constitucional- y la posibilidad de avanzar hacia el enfoque de los derechos humanos. Entonces, en esta disyuntiva, tenemos que pensar que la casa propia, al final de cuentas, es la lógica de necesidad de cada familia, y es el ente rector que determinó que muchas personas votaran por el rechazo a la propuesta de reforma constitucional. Y entonces, ¿cómo logramos repensar el enfoque de lo que hemos aprendido respecto a la calidad del hábitat producido y gestionado por la gente, el enfoque de los derechos humanos? Es un problema que tenemos en todo el continente -o en el mundo entero- y está muy presente en la pelea diaria por la vivienda y por la calidad de vida en los barrios.
(*) Arquitecta PhD. Presidenta de la red Housing and Land Rights Network (HIC-HLRN), secretaria del Comité Hábitat del Colegio de Arquitectas y Arquitectos de Chile; y asesora de la Corporación Rompiendo Barreras. Integrante de la Red Universitaria Latinoamericana de Cátedras de Vivienda/Hábitat (ULACAV).