Entrevista a Daniel Ortega
Para hablar de censos, Daniel Ortega * no es cualquier persona: egresado de posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales, es quien conduce el organismo estadístico encargado de implementarlo en Córdoba. Su experiencia se remonta al diseño e implementación del relevamiento provincial de 2008 y a los debates y preparativos que atravesaron el operativo nacional actual. Elegimos consultarlo para conocer, de forma coloquial y a través de sus propias palabras, el detrás de escena, ese infinito e invisible proceso que conlleva un censo: sus debates, su armado, sus pruebas y contrapruebas, los múltiples actores implicados en ese vasto rompecabezas, cuyas fichas están desparramadas por todo el territorio nacional.
Los contornos del rompecabezas
El Censo 2022, que ya empezó en formato digital y cuya etapa final será el 18 de mayo, debió realizarse en 2020, pero se demoró por la llegada de la pandemia. Esa postergación trajo desafíos y oportunidades, porque la versión que estaba “cocinándose” para 2020 era muy parecida a la del 2010, en la que se preveía un cuestionario ampliado y otro básico. En Argentina, nuestra tradición es de censos de hecho, que implican la típica pregunta respecto a dónde durmió la noche anterior cada persona. Técnicamente es muy eficaz, porque es como un “juego de la silla”, en el que congelas a todos en el lugar en que están en ese momento y, entonces, el objetivo principal del censo es contar las personas, y hacerlo bien. En ese sistema tenés un pequeño margen de error, respecto a quienes se movilizaron justo antes del censo, pero ayuda mucho en términos operativos. En Latinoamérica es muy común. Pero desde hace un tiempo se está pasando del censo de hecho al de derecho, que toma en cuenta la residencia habitual de cada persona. Eso lo define el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Si bien hay un intercambio permanente con las provincias para preparar el cuestionario y otras cuestiones, la potestad metodológica final la tiene INDEC, porque es un censo nacional.
Pero ocurrió que, cuando estábamos preparados para el Censo 2020, terminando de diseñarlo, ocurrió la pandemia y de manera obligada nos tuvimos que resguardar. Y ya nadie supo cuándo se iba a realizar, porque dependía de la extensión de la emergencia sanitaria. Esta situación no generó un freno, sino que por el contrario empezó una revisión importante del censo, que tenía sus riesgos, porque se empezó un examen metodológico profundo. Llevó, por ejemplo, a esta posibilidad de implementar el censo digital –que antes no estaba prevista-, a hacer un censo de derecho –que tampoco estaba previsto, y es un cambio muy importante-, a no tener un cuestionario ampliado, sino uno común para todos. O sea, hubo muchos cambios respecto a lo que se iba a implementar en 2020, lo cual también generó muchos desafíos. Hay que entender esto: se dice habitualmente que un censo nunca termina, porque cuando acabas el operativo y estás en el momento postcensal -analizando cómo salió -, empezás de vuelta las tareas precensales. Es casi continuo, como una cinta de Moebius, porque a medida que estás valorando y trabajando con los datos anteriores, ya tenés que empezar a evaluar cómo se irá preparando el próximo censo.
Un censo necesita tener una actualización del territorio. La analogía habitual es compararlo con un rompecabezas: tenés que saber cómo vas a dividir el territorio para que, a cada censista, le toque una carga de trabajo que pueda cumplir. Y que la suma de cada ficha de ese rompecabezas contenga a todo el país. Es difícil, porque hay localidades o zonas que crecen más o menos y para preparar el censo tenés que tener un listado actualizado, porque si no llegarás con tres censistas a lugares donde hacen falta diez. Esa instancia previa se denominó ADRA en este operativo, que significa Archivo de Domicilios de la República Argentina. Un trabajo previo que tuvo muchos contratiempos, porque se inició en 2019 -para finalizarlo lo más cerca posible del 2020, cuando iba a ser originalmente el censo-. Y en el medio de esa tarea se instauraron las restricciones, de manera tan estricta que ni nosotros logramos autorización para que nuestra gente siguiera en la calle realizando los relevamientos. Entonces, se empezó a trabajar en un híbrido entre trabajo territorial e imágenes satelitales. Las imágenes satelitales no son confiables, porque desde arriba puede advertirse una mancha uniforme, pero no sabés si tiene dos pisos, si es un galpón, un edificio o una casa. Entonces, se fue avanzando durante el primer semestre de 2020 con una enorme incertidumbre. Luego se definió postergar el censo sin fecha, pero había que terminar este trabajo extenso de archivo de domicilios, en todas las provincias, y un operativo que estaba pensado para finalizarlo en seis u ocho meses llevó finalmente casi dos años, con revisiones de las revisiones. La pandemia obligó a definir con precisión esta foto previa, que nos permitiera dividir el territorio. Porque hasta llegar a que el censista se siente con las personas, se involucra mucho a las viviendas. No estamos contabilizando solamente personas, sino también viviendas. O sea, en la etapa precensal, hay que contar de la manera más precisa posible a las viviendas, para saber cómo vamos a distribuir a los censistas.
Y así pasamos a la segunda unidad de análisis, que es el hogar: identificar cuántos hay dentro de esa vivienda. Es un concepto que para quienes no son del ámbito de la estadística puede ser confuso: las diferencias entre hogar, vivienda y familia. El hogar, en este caso, está constituido por las personas que conviven y comparten gastos de alimentación. O sea, si vivo en una casa con alguien, pero no compartimos ese tipo de gastos, claramente no tenemos una estrategia conjunta de vida. Entonces, una vez que el censista entra a la vivienda, allí puede haber uno o más hogares. Y ahí se inicia un cuestionario para cada uno de ellos, y dentro de cada hogar relevamos las características habitacionales y a cada uno de los miembros. Por eso decimos que es un censo sobre viviendas, hogares y personas, esas tres unidades de análisis.
Rompecabezas híbrido: “papel mata digital”
El censo digital es una experiencia que ya varios países hicieron. Lo que ocurre es que, lógicamente, lo habían implementado antes de la pandemia y sabemos bien que ésta aceleró el uso de tecnología de una forma inusitada. Entonces, al momento de evaluar el censo digital, se relativizaban las experiencias anteriores. Al revisar las de algunos países latinoamericanos, que lograron 7 u 8% de respuestas a través de esa vía, uno se preguntaba si semejante esfuerzo realmente valía la pena. Veíamos también que, en Estados Unidos, donde implementaron una modalidad híbrida entre digital y postal, esa cifra llegaba a un 50%, que ya es un porcentaje importante. Cuando Irlanda lo hizo, en 2010, contaba con un sistema georreferenciado, que permitía que a medida que las personas contestaban se iban cargando los datos y apagando las luces de ese hogar. Pero en Argentina, si bien ha habido un desarrollo muy fuerte de los registros administrativos y de tecnología del Estado en los últimos 10 años, no estamos al nivel de Suecia, Irlanda o Alemania. Entonces era un gran desafío cómo implementarlo, aprovechando el potencial de lo digital en la era pandémica; y por otro lado, compatibilizarlo con un censo en papel. Porque, reitero, el censo tiene un primer objetivo que es contar y hacerlo bien, y después caracterizar a las personas. Si no podemos contar bien, lo estamos tirando a la basura.
Argentina tiene una tradición censal vasta y sólida, con operativos de altísima calidad, y estamos acostumbrados a hacerlos muy bien. Desde los ochenta en adelante han sido muy buenos. Pero si miro al costado, veo el fantasma de Chile, que tuvo que repetir un censo en 2012. O sea, no vale la pena arriesgarse, porque es caro e implica mucho esfuerzo público. Era necesario tomar una decisión fuerte y hubo muchas reuniones federales, a nivel técnico, para conocer qué opinaban las provincias, aunque la decisión final fue del INDEC. Y, tras ese proceso, evaluo como excelente que el INDEC haya optado por ser innovador y conservador a la vez, ortodoxo y heterodoxo; porque si las estadísticas no se pueden comparar en el tiempo no sirven para nada, pero si uno no innova también se queda estancado, pues las sociedades van cambiando. Entonces, hay que ir innovando y a su vez garantizar la comparabilidad y la metodología, no es algo sencillo. Esta será la primera experiencia digital, que nos permite pensar en un censo 2030 totalmente pulido y revolucionario.
El costado ortodoxo de la decisión de INDEC implicó implementar un censo digital, pero el día del operativo los censistas visitarán la totalidad de las viviendas y preguntarán en cada caso si realizaron esa instancia previa. Y si fue así, anotarán el código de seis dígitos que te arroja el censo digital y habrá acabado la entrevista. Pareciera que estamos duplicando esfuerzos, pero claramente no podemos apostar y decir: “Bueno, ok, confío en la tecnología y todas las viviendas que respondieron al censo digital no las visito”. No podemos hacer eso, porque podemos tener baches y muchos problemas. Entonces, realmente celebro la decisión de afirmar: “Bueno, vamos a hacer un censo digital, pero lo vamos a hacer de manera responsable para evitar cualquier tipo de problema, y bajo la premisa de que ´papel mata digital´”. Entonces, en tanto responsables del censo nos quedamos tranquilos de que podemos corregir cualquier cambio que se puede dar en esa ventana de dos meses que se genera entre el digital y el presencial. Y, sobre todo, valoré mucho la decisión de INDEC porque, si bien estamos en una situación epidemiológica tranquila, nadie sabe ni sabrá cómo va a estar la situación el 18 de mayo.
Las fichas invisibles, el rompecabezas en riesgo
Un censo puede estar influenciado por un sinnúmero de imponderables y en Argentina tenemos muchos casos. Por ejemplo, el de 2001 se realizó un fin de semana. Además de que la gente viajó, antes del sábado y domingo hubo un paro docente, por lo cual se profundizó ese movimiento de las familias. Esa situación fue fundamental para los responsables de llevar adelante el censo, que además se realizó en noviembre -recordemos que en diciembre se produjo el estallido social de 2001-. En Córdoba el censo fue relativamente tranquilo, pero en provincia de Buenos Aires realmente fue un caos, porque hubo una adhesión importante a la medida de fuerza de los docentes de CTERA, lo que implicó que los censistas tuvieran que trabajar toda la semana siguiente para terminar el operativo. En el de 2010, durante el transcurso de la jornada muere el ex presidente Néstor Kirchner y los censistas preguntaban si el operativo se suspendía, lo que generó una situación caótica. En ese mapa de riesgo tan general, es realmente un desafío identificar y prever las soluciones.
Otro punto importante a considerar es que el censo está a cargo de los organismos estadísticos –INDEC, en este caso-, pero lo hace el Estado en su conjunto. O sea, los organismos estadísticos sin el Ministerio de Educación no podemos llevar adelante nada, se nos desploma la estructura de recursos humanos; sin el Ministerio de Gobierno, para articular con los municipios y las comunas, estaríamos en serios problemas. Tenemos que coordinar las eventuales contingencias con Gendarmería y las Fuerzas Armadas. También los operativos especiales, pues hay que censar a todo el mundo y cada quien tiene el derecho a ser censado: en las cárceles, en los geriátricos, en los hospitales. O sea, uno se queda con esa idea sencilla y romántica del censista recorriendo las calles, haciendo patria. Sin dudas es el operativo cívico más grande de un país –más que una elección-, pues involucra el 100% del territorio y de las personas. Cubrir el 70 u 80% de los casos es fácil, pero a medida que pretendemos -y debemos- llegar al 100%, se torna casi imposible: si hay diez mil personas en prisión, tienen que ser censadas; las personas en situación de calle, tienen que ser censadas; si hay abuelos en geriátricos y no pueden hacer la entrevista, tengo que censarlos de forma correcta. Entonces, lograr juntar las fichas del rompecabezas completo, obtener las últimas piezas, es muy complejo. En Córdoba todavía hay zonas a las que se llega en burro -en las sierras por ejemplo-, con casas que están en el medio de la montaña, y ese operativo empieza diez días antes. Entonces, es muy curiosa la organización de un censo, y muy particular, porque es enorme y detallada.
Cuidar las fichas
Con respecto a la seguridad informática, sobre la cual se ha debatido a raíz del censo, cabe destacar que al ingresar a la instancia digital se exige un número de DNI únicamente para validar que es una persona cierta y que tiene una fecha de nacimiento. Es para asegurarnos que no es un robot que está intentando dañar el censo, porque hay muchos hackers que se divierten o promueven este tipo de cosas. Y, por otro lado, por una convención internacional, según la cual se estipula que quien contesta sea una persona de catorce años o más, para que no se equivoque en las respuestas, pues se busca que sea alguien que maneje la información de la casa.
Pero el DNI con que ingreso a completar los datos no queda vinculado a la cédula del censo: puedo entrar a completar la información censal de mi madre y no va a quedar mi DNI almacenado junto con sus datos. Sólo se pide el DNI para poder entrar al sistema, que además tiene muchas capas de validación, por cuestiones de seguridad. La gente que comanda el censo digital montó su estructura en ARSAT, que realmente tiene infraestructura sobrada para manejar el flujo de demanda y brinda seguridad informática, con backups, con información que se va borrando, con información particionada en varios lugares, etcétera; o sea, de varias formas, para que ni siquiera sea atractivo hackearlo; es decir, si alguien logra hacerlo, va a encontrarse con algo totalmente incompleto y poco útil.
También es importante decir que el Estado ya cuenta con los datos de las personas, sólo que no los tiene integrados. Por ejemplo, la provincia de Córdoba tiene tres millones y medio de ciudadanos digitales. O sea, cerca del 80% de su población; es decir que el gobierno de Córdoba ya tiene el DNI, dirección de correo electrónico, nivel 1 y nivel 2 de ciudadano digital, algunos con fotos. O sea, existe ya una ciudadanía digital y están todas las medidas para garantizar la seguridad informática.
La formación, la mesa del rompecabezas
Mi formación académica incluye un paso importante por la Maestría en Demografía del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Facultad de Ciencias Sociales, que me aportó mucho. Por un lado, desde su estructura de materias, genera una matriz acerca de cómo analizar el fenómeno demográfico y aporta las herramientas necesarias para comprender lo que está por detrás del pragmatismo de un operativo, ya sea de una encuesta o un censo. Brinda las herramientas para entender qué estás intentando mostrar y uno puede utilizarlas para evaluar las preguntas -si realmente nos brindarán la información que pretendemos- y también para evaluar ese equilibrio entre la calidad del dato conseguido, cómo se aprovecha y qué va a estar midiendo realmente este fenómeno.
La Maestría está encarada desde un lugar muy claro en el concepto de las grandes variables demográficas de natalidad, de fecundidad, de mortalidad. Y amplía hacia cuestiones técnicas, como puede ser las proyecciones de población, por acciones teóricas que están por detrás de todas las estimaciones. Recordemos que para planificar un censo hay mucho de estimación, uno va generando escenarios de crecimiento en la etapa precensal. Porque cuando uno piensa en el operativo de relevamiento no lo hace desde un lugar naif, diciendo: “Bueno, salgan y veamos que encontramos”. No, ya debe haber un mapa preelaborado, que después va a tener su margen de error por supuesto. Pero hay puesto mucho conocimiento detrás de eso, y justamente creo que la Maestría nos brinda muchas herramientas en ese sentido.
* Egresado de la Maestría en Demografía del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales. Director General de Estadísticas y Censos de la Provincia de Córdoba.