Género y etnia como dimensiones de indagación

Por Gabriela Bard Wigdor * y Paola Bonavitta **

Argentina relevará por primera vez la diversidad de género y étnica en el censo nacional, lo que permitirá reflejar la realidad demográfica de una importante porción de la población. Para las autoras –investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales- esta información ofrecerá insumos para realizar diagnósticos y políticas dirigidas a intervenir sobre las violencias propias de los Estados Nación capitalistas. Pero también expone una demanda cada vez más creciente de generar estadísticas con perspectiva de género e interseccionalidad, que indaguen sobre los atravesamientos de clase, racialidad, etnia, identidad de género, discapacidad en relación con el acceso a la educación, la tierra, la vivienda y el trabajo.

 

Introducción

El Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas consiste en un instrumento de relevamiento estadístico aplicado a un territorio nacional y en un momento determinado. En efecto, es una foto cuantitativa de las principales características demográficas y socioeconómicas de la población que reside en un territorio nacional, sus condiciones habitacionales y la estructura de la población de su última década. A partir de la información estadística que surge del censo, esta es recurrida para el diseño de políticas públicas en diversos ámbitos y sectores; así como fuente para investigar, planificar e impulsar intervenciones basadas en información oficial. Por tanto, el censo es tanto una herramienta de gobierno como una intervención de corte político-científica que, como sostiene Giddens (1999), es esencial al poder del Estado y también a otros muchos medios de organización social.

Como dispositivo de la biopolítica [1], el censo ofrece información relevante para dimensionar las características de la población y rastrear socio-estadísticamente diferentes aspectos que pueden ser usados como mecanismos de marcación y control de la población, tanto como instrumento de inclusión ciudadana. Esta tensión es fundante de la forma de gubernamentalidad estatal y se sitúa en el conflicto entre las ansias coloniales y biopolíticas de marcar “al Otro” y la necesidad de tomar “elementos científicos” para gobernar con mayor eficacia sobre las demandas/necesidades de la sociedad (cfr. Hernández, 2020). De allí la importancia de las dimensiones que se tienen en cuenta para censar, ya que, si desconocemos aspectos fundamentales de la población, difícilmente sepamos cuáles son las políticas públicas y estrategias que el Estado debe promover.

En Argentina, el último censo realizado fue el 27 de octubre del año 2010, una fecha que también es recordada porque fue el día en que murió el expresidente Néstor Kirchner (2003-2007). Luego de este operativo, el censo debería haber vuelto a realizarse durante el año 2020, pero tuvo que ser postergado por la pandemia global de Covid-19. Por eso, este año 2022 el censo se realiza y se propone tanto de manera presencial (el 18 de mayo), como virtual y desde los hogares, a través de una plataforma online que permite completarlo de modo personal y domiciliario durante dos meses previos a la jornada nacional del censo. En esta edición, el formulario está compuesto por 61 preguntas, 24 relacionadas con las características de las viviendas y hogares y 37 sobre la estructura de la población en diversos aspectos, incorporando como novedad preguntas sobre la autopercepción del género y la etnicidad.

En ese sentido, bajo el lema “Reconocernos”, el censo 2022 ha organizado un instrumento que se propone recoger información sobre el origen étnico de las familias, identidades y diversidades de género. Pretende así dar cuenta de la diversidad cultural y de género que existe en nuestro país, cruzando esos datos con información sobre el nivel de estudio alcanzado por lxs [2] integrantes de las familias o la situación habitacional. En concreto, el censo incorporó una pregunta sobre la autopercepción de identidad de género, amplió el alcance de la pregunta sobre autorreconocimiento e incluyó preguntas en relación con potenciales discapacidades de lxs miembrxs de la familia.

En relación con el tema, Joaquín Sarmiento, director General de Estadísticas y Censos de Salta, sostuvo en una entrevista radial que recupera Nicolás Hirtz para el diario Página 12 (2022), que el censo incluye estas nuevas preguntas para visibilizar colectivos que suelen estar marginados en las cifras oficiales. Así, el censo 2022 demuestra una potencial mirada interseccional [3] sobre la composición de la población argentina, lo que podría repercutir en la creación de políticas públicas, programas e investigaciones que tomen el género, la clase, la discapacidad y la racialidad como aspectos fundamentales de la lectura demográfica de las poblaciones. A continuación, nos detendremos en la incorporación de las preguntas por género y por etnia.

 

Aportes y limitaciones de la incorporación de la pregunta por identidad de sexo/ género

El censo 2022 será el primero que se realiza desde que existe la Ley de identidad de género (Ley 26.743) sancionada en 2012, e incorporará preguntas sobre la identidad de género y el sexo de nacimiento de las personas encuestadas. Esto es un avance, ya que Argentina no cuenta, a diferencia de otros países de nuestra América -como México-, con estadísticas específicas diferenciadas por género. Como consecuencia de que el género no sea visibilizado y de que no se aporten bases empíricas suficientes y precisas que den cuenta de la magnitud y complejidad de la desigualdad de género, las políticas públicas tienden a ser androcéntricas.

Atendiendo a esta realidad, el censo 2022 contempla como una de las preguntas vinculadas al sexo-género la siguiente: ¿Cuál es el sexo registrado al nacer? Y las opciones de respuesta son: varón, mujer o ninguna de las anteriores. Esta indagación es problemática, ya que no comprendemos cómo es posible responder que no se fue registradx al nacer como hombre o mujer, cuando vivimos en una sociedad que nos ha organizado biopolíticamente de modo heteronormativo y como sexos binarios, lo que implica ser marcadxs ya desde el vientre materno como hombres o mujeres a través de la elección de nuestros nombres y de las expectativas generizadas que emergen en las familias. Además, cuando nacemos, rápidamente la medicina y el sistema de salud hegemónico nos organizan como cuerpos femeninos o masculinos y en el registro civil, donde debemos ser documentadxs, no se ofrece la opción de no identificar el sexo. De modo que la respuesta seguirá siendo siempre binaria y esto es un aspecto importante del que debe ocuparse el Estado porque el sexo no es una descripción estática, sino que se configura como una de las normas mediante las cuales se es reconocidx como sujetx de derechos o no, a partir de la inteligibilidad cultural que se impone como heteronormativa (Cfr. Butler, 1993).

Asimismo, la normalización sexual durante el nacimiento atenta contra la integridad, autonomía y diversidad corporal de todas las personas, pero especialmente de quienes son sometidas a intervenciones médicas para adecuarlas a los estándares de “normalidad sexual”, como sucede con las personas intersex. En efecto, cuando nace una persona sin definiciones anatómicas claramente identificables como de varón o mujer, se le aplican operaciones para modificar sus características sexuales y adaptarlas al binario sexual. Si bien la Argentina no cuenta con estadísticas propias referidas a la prevalencia de intersexualidad en la población, a nivel global, 1 de cada 2000 niños/as nacen con lo que se interpreta como “ambigüedad en su genitalidad”. Debido a esto, existen en Argentina proyectos de ley que buscan proteger a las personas contra la asignación sexual compulsiva y, en particular, eliminar la categoría de sexo de cualquier documento público o privado. La intención es que quienes no cuajan en una categoría sexual predefinida no deban sufrir mutilaciones y violencias adaptativas. La apuesta es corregir los conceptos erróneos y no a las personas.

En consecuencia, la utilidad de esta pregunta es controversial; por un lado, violenta el derecho a la intimidad de las personas intersex y transgénero; por otro lado, es ineficiente porque ya sabemos la respuesta de antemano: el sexo de nacimiento de las personas en el heteropatriarcado siempre será una imposición del discurso médico-científico hegemónico. Por tanto, ¿no sería más útil a los fines de las políticas públicas preguntar si hubo experiencias de violencia de género al nacer, como son las asignaciones compulsivas de sexo? Recordemos que la ley 26.743 de identidad de género permite modificar el nombre, la imagen y el sexo registrado en los documentos en cualquier momento de nuestras vidas, excepto al nacer, momento en el cual debemos identificar a nuestrxs hijxs de manera binaria. Asimismo, si queremos saber cuántas personas abrazan un género diferente al sexo con que fueron designados al nacer, alcanza con la pregunta por la autopercepción de género. Por ello, si bien la pregunta por el sexo de nacimiento es un gesto interesante de apertura a otras sexualidades, sería necesario ajustar cómo contemplar respuestas que visibilicen la violencia de género que supone definir a una persona como de un sexo u otro sin su consentimiento. Al respecto, Florencia Guimaraes, activista travesti de “Furia Trava” y presidenta de “La Casa de Lohana”,  sostuvo que es problemático que se consulte en el censo por el sexo asignado al nacer. Para la activista, esta pregunta confronta con la Ley de Identidad de Género porque es violatoria de la identidad:

 “Yo no tengo ganas de responder cuál fue el supuesto sexo que me impusieron dependiendo de mi genitalidad. Hay una cuestión violatoria de los derechos humanos. No es necesario. Con poner el género de la persona es suficiente. Yo no voy a responder esa pregunta y quedaré fuera del censo nuevamente. Me parece violatorio a mi identidad y mi privacidad (…) “Sigue colaborando al binarismo de género, atándonos a la genitalidad y al biologicismo” (Guimaraes en Florencia Da Silva, 2022)

Otra de las preguntas incorporadas en el censo 2022 es la de autopercepción de género y ofrece como alternativas: mujer; mujer trans/travesti; varón; varón trans/masculinidad trans; no binario; otra identidad/ninguna de las anteriores; prefiero no contestar o ignorado. Si bien las categorías explicitadas no abordan el amplio abanico de identidades autopercibidas, rompe con la obligación de identificarse únicamente como mujer o varón. De hecho, en el censo del 2010 se había realizado la misma pregunta, pero con opciones de respuestas dicotómicas entre varón o mujer. Por tanto, este es un paso importante en términos de derechos, ya que no importa lo que lxs censistas opinen sobre el tema; tienen que registrar y respetar lo que cada censadx responda. Sin embargo, sería aún más interesante si en lugar de nueve opciones disponibles en el cuestionario sobre  identidad de género, se colocara un casillero en blanco a completar, porque de lo contrario, siempre habrá personas que quedan por fuera. Nos parece relevante que contemos con cifras sobre cuántas personas no binarias habitan nuestro territorio, dónde se encuentran y en qué condiciones viven, porque son datos que solo se reunían (y de modo informal), por las organizaciones territoriales y activistas que cuantificaban a esxs otrxs que el Estado negaba o ignoraba. La visibilización es el primer paso para que las políticas públicas dejen de ser patriarcales y para que el Estado demuestre compromiso político con el reconocimiento y la inclusión social.

Otro de los apartados del censo que queremos analizar es aquel que se dirige “a todas las mujeres de 14 a 49 años” y que indaga específicamente sobre partos y nacimientos de hijxs. Aquí emergen dos obstáculos significativos; por un lado, se incurre en un borramiento de las identidades de género no cisheterenomadas que tienen hijxs a cargo, ya que no sólo las personas que se autoperciben como mujeres pueden parir, sino que cualquier persona con capacidad de gestar como son los varones trans, por ejemplo. En segundo lugar, porque se invisibiliza el hecho de que, en nuestro país, las niñas son obligadas a parir, sobre todo antes de la sanción de la Ley Nº 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que entró en vigor en enero de 2021. En efecto, en la Argentina y según cifras de UNICEF (2018), cada tres horas una niña de entre 10 y 14 años atraviesa un parto. El 80% de estos casos son resultado de abusos sexuales intrafamiliares. Este asunto es grave y necesitamos contar con información oficial para proteger a las niñeces de situaciones de abuso. Es una obligación del Estado garantizar este cuidado y un derecho humano.

 

Sobre afrodescendencia y pueblos indígenas

Nuestra América fue y es mayormente gobernada por elites blancas y propietarias del poder económico social e institucional de los Estados, desde el genocidio de la conquista española/portuguesa y luego con los imperialismos ingleses y norteamericanos hasta la actualidad. De hecho, fue con la imposición del Estado Nación en nuestros territorios, cuando el color de piel comenzó a ser un marcador de humanidad o salvajismo, fue la blanquitud lo que definiría la posición que ocuparían los diversos sectores en la estructura de poder social. En ese marco, el racismo emergió como clasificador de los cuerpos, junto a la clase y el género, y el varón blanco, ilustrado y burgués se convirtió en el modelo de ciudadano. Así, la ficción de la raza se constituyó como un instrumento central para el capitalismo y para la modernidad, como paradigma epistémico que permitió el aniquilamiento, explotación y subordinación de los cuerpos racializados, feminizados y de sectores populares.

En ese sentido, las naciones capitalistas y heteropatriarcales se sostuvieron y se sostienen sobre la ficción de la blancura y el mestizaje voluntario de sus poblaciones, como dispositivos que niegan el intento de exterminio de los pueblos originarios de Abya Yala (Nuestra América) y la violación de las mujeres indígenas. Estas son estrategias de los conquistadores para la ocupación de los cuerpos-territorios en cualquier guerra u ocupación colonial a lo largo de la historia. De este modo, se gobierna con el objetivo del blanqueamiento cultural y “el racismo no es un mero prejuicio individual sino una política estructural e institucional que genera efectos y afectos sociales” (Bard Wigdor y Artazo, 2021:182). Así, Nuestra América reproduce la ficción de un pueblo homogéneamente blanco y mestizo. Por eso los censos realizados hasta la fecha perpetuaban el concepto de lo nacional como sinónimo de blanquitud y homogeneidad étnica-cultural.

Sin embargo, y aun luego de más 500 años de genocidio indígena, en el país existen numerosos pueblos y naciones indígenas que resisten a la colonización y al aniquilamiento de sus idiomas, culturas y formas de conocimiento. De allí que incorporar la pregunta por la etnia al nuevo censo es una acción dirigida a la atención de una demanda histórica por el derecho a ser reconocidxs en nuestras múltiples identidades y una respuesta provisoria ante la deuda argentina de reconocerse en su composición plurinacional, tal como ya lo hicieron Bolivia, Ecuador y prontamente en Chile y Perú, donde se están impulsando constituyentes por un Estado Plurinacional.

Por consiguiente, la pregunta que formula el censo sobre el tema es: “¿Se reconoce indígena o descendiente de pueblos indígenas u originarios?” y las opciones de respuesta son Sí; No; Ignorado. Luego se pregunta sobre cuál pueblo indígena y se brindan opciones para responder a ello o se puede responder Ignorado. Finalmente, se pregunta si “habla y/o entiende la lengua de ese pueblo indígena u originario”, con idénticas opciones de respuesta. En esos casos, las preguntas que nos surgen tienen que ver con lo Ignorado, ya que es un indicador que puede leerse como visibilizador o como negador de identidades. No obstante, debemos señalar que la formulación de la pregunta haciendo hincapié en el reconocimiento puede constituirse en una oportunidad para recuperar identidades y genealogías históricas que amplíen y garanticen el acceso a la tierra, así como el respeto y conservación de los idiomas, culturas y las formas de gobierno propias de cada pueblo/nación indígena.

Por otro lado, en relación con la afrodescendencia, el censo anterior al de este año 2022 solía calificar de trigueños a la población afro local, alimentando el mito de que aquí no hay población afro y reduciéndola al color de piel. Esta representación racial niega que en Argentina existan comunidades compuestas por personas afrodescendiente, inmigrantes afros y africanos. Al respecto, en un muestreo que realizó el Censo del Bicentenario de 2010, podemos advertir que 150 mil personas se autorreconocieron como afrodescendientes en Argentina. Mientras que la comunidad afro argentina estima que es alrededor de 1.500.000 de argentinxs e inmigrantes en el país son de origen afro. Por ello, la pregunta sobre el origen afro de las personas en el censo, permite indagar sobre las identificaciones raciales y, al mismo tiempo, cruzar datos que den cuenta de cómo viven en Argentina y a qué capitales acceden, a fines de construir políticas diferenciadas y afirmativas que fortalezcan la inclusión real.

En concreto, en este censo 2022, se incorpora la pregunta por la afroascendencia y las opciones de respuestas son: Sí; No; Ignorado. Que se habilite la respuesta de ignorado, podrá visibilizar que existe memorias ancestrales que han sido borradas y arrebatadas por la colonialidad eurocéntrica del saber y del poder, luego de siglos de dispositivos estatales de instauración de genealogías que se suponen europeas. Por eso, contribuye a develar que existen personas que desconocen sus orígenes indígenas y afrodescendientes debido al borramiento de su memoria histórica por los diferentes dispositivos raciales que contribuyen al mito nacional de que “todxs bajamos de los barcos”. En este aspecto, será necesario conocer cómo se analizarán luego las respuestas que señalen ignorar sus orígenes, ya que podría decantar en alguna campaña de reflexión sobre el tema y de recuperación de la identidad como derecho humano.

 

Reflexiones

Si los censos son dispositivos de obtención de datos para insumo de los gobiernos y clasificación de las poblaciones, resulta necesario que se tome información útil para que las políticas públicas se direccionen hacia los sectores vulnerados históricamente por el Estado, como son las corporalidades feminizadas, racializadas y discapacitadas [4]. Sin duda, la información de un censo no va a terminar con una cultura colonial, capacitista ni con el patriarcado, pero sí ofrece insumos para buenos diagnósticos y acciones que se dirijan a intervenir sobre las violencias propias de los Estados Nación capitalistas.

En ese sentido, la configuración de este censo 2022 nos permite instalar la demanda de estadísticas con perspectiva de género e interseccionalidad, que indaguen sobre  los atravesamientos de clase, racialidad, etnia, identidad de género, discapacidad en relación con el acceso a la educación, la tierra, la vivienda y el trabajo, no sólo para construir una fotografía de la situación que vivimos en el país, sino que para diseñar propuestas que actúen sobre los factores que hacen de la condición corporal, sexual, racial y de genero una desventaja social.

Asimismo, resulta clave para el éxito de este censo y cualquier instrumento de recolección de datos demográficos, que existan capacitaciones y formación en perspectiva de género para lxs censistas y artífices de estos instrumentos. El contenido de la capacitación que se brinda a lxs encuestadorxs tiene que contemplar los modos en que se efectúan estas preguntas y conocer los espacios institucionales a los que se puede recurrir en que caso de que alguien necesite ayuda, de manera de que este tipo de preguntas y sus respuestas no se constituyan en formas de revictimización de las personas que sufren violencias sexistas. Al respecto, una compañera de la “Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina” (A.T.T.T.A) filial Córdoba [5] nos decía: “me molesta la pregunta por el sexo de nacimiento, pero más me importa cómo me tratan los censistas, de qué manera me hacen estas preguntas tan íntimas y delicadas para nosotras”. En efecto, para que una persona exprese abiertamente su identidad de género o étnica frente a otra persona -en este caso, quien censa- se precisa de un trato empático, respetuoso y cuidadoso en la manera y en el lugar donde se realiza la encuesta. A veces, los hogares no son ambientes cuidados ni amorosos, por tanto, se tiene que prestar atención para no provocar mayores y nuevas violencias, estigmatizaciones y silencios. De manera que lxs censistas necesitan formarse para comprender y reconocer cuando no es recomendable insistir o reiterar preguntas que no quieren o no pueden ser respondidas públicamente y sugerir otros modos de conversar, habilitar la palabra y derivar a la persona, en caso de que fuera necesario, hacia las instituciones que se destinan para la atención de problemáticas vinculadas al tema.

 

* Investigadora Asistente del CONICET. Doctora en Estudios de Género, Magíster y Licenciada en Trabajo Social. Profesora de la carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales-UNC.

 

** Investigadora Adjunta de CONICET.  Dra. Estudios Soc. de América Latina, Mg. Sociología y Lic. Comunicación Social.

 

 

Bibliografía

Amnistía Internacional (2018) “Embarazo en la adolescencia en Argentina” https://amnistia.org.ar/wp-content/uploads/delightful- downloads/2017/05/05-Embarazo-Adolescente.pdf

Bard Wigdor, G. y Artazo, G. (2021) “Cuerpos jerarquizados: La colonialidad de la raza, el género y la clase en primera persona”. En: Escrituras anfibias: ensayos feministas desde los territorios de Nuestra América. https://ffyh.unc.edu.ar/publicaciones/wp-content/uploads/sites/35/2021/10/EscriturasAnfibias.pdf

Butler, J. (1993) Cuerpos que importan. Argentina: Planeta

Da Silva, F. (2022) “Es violento que se consulte en el censo por el sexo asignado al nacer” nota del 31 de enero para Revista Sudestada. https://www.editorialsudestada.com.ar/es-violento-que-se-consulte-en-el-censo-por-el-sexo-asignado-al-nacer 

Foucault, M (2007). Nacimiento de la bio-política. Buenos Aires: FCE.

Giddens, A. (1999). Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza Editorial.

Hernández, P. (2020) “Descolonizar el censo. La división social de las ciencias sociales y el lugar de sus herramientas en la genealogía colonial”.  Tabula Rasa, núm. 34. https://doi.org/10.25058/20112742.n34.09

Hirtz, N. (2022) “Un Censo con espíritu inclusivo”. Diario Página 12, 16 de marzo de 2022 – https://www.pagina12.com.ar/399410-un-censo-con-espiritu-inclusivo

Unicef (2018) “Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia”. Buenos Aires, https://www.unicef.org/argentina/media/3961/file

[1] La biopolítica desde Foucault (2007), hace referencia a un conjunto de estrategias orientadas a direccionar o hacer de la vida algo administrable por parte del Estado. En efecto, el censo es una indagación que cuenta, administra y marca a las personas para ser incluidas en los registros estatales.

[2] A lo largo del texto usaremos la letra x para evitar vocales que en español se presentan como masculinizadas o generizadas (la “a” o la “o”). Es una decisión política que aporta a un lenguaje no sexista y una manifestación verbal creativa que nos conduce al recurso gráfico de utilizar la “X” cuando queremos referir a seres humanxs. En efecto, la “x” sirve precisamente para no hacer género e incluir todas las identidades/sexualidades en nuestra escritura y comunicación.

[3] La interseccionalidad es una herramienta analítica que reconoce que las desigualdades sistémicas se configuran a partir del entrecruzamiento de diferentes factores como el género, la etnia y la clase social. El concepto fue acuñado en 1989 por Kimberlé Williams Crenshaw, académica y profesora estadounidense negra, quien define la interseccionalidad como “el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales”.

[4]  La discapacidad no es esencialmente un obstáculo para los cuerpos que presentan diversidad funcional y/o discapacidades concretas, sino que es la sociedad quien construye dicha discapacidad como un problema cuando no genera estrategias de inclusión. Es decir, no existen personas discapacitadas esencialmente, sino entornos discapacitantes.

[5] Página oficial de ATTTA http://attta.org.ar

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