Por Liliana Kremer (*)
La perspectiva de pensar un mundo en constante cambio supone un terreno idóneo en donde florece la posibilidad de crear diferentes espacios y proponer nuevas formas de habitarlo a través del trabajo académico e, incluso más allá, mediante experiencias individuales y colectivas. El libro editado por Bussoletti, Canal y Kremer se presenta como un espacio de saber en el que se vislumbran otras maneras de habitar el mundo, advirtiendo que no se trata solamente de una cuestión de activismo y voluntarismo, mucho menos de algo instrumental, ya que los tránsitos no están desligados de los procesos históricos a los cuales se encuentran anclados.
El libro que reseñamos se titula “En los bordes de otras formas de habitar”, y contó como equipo editor a Denise Bussoletti, Carlos Yáñez Canal y Liliana Kremer, con el aval del Instituto de Política, Sociedad e Intervención Social (IPSIS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Surgió como una necesidad de ubicarse desde otros lugares para pensar de otro modo, y deriva de lo que no se dice o no es evidente en diversas investigaciones. En dichos escenarios nos acercamos a la construcción de tramas y urdimbres desde lo invisibilizado, lo invisible, lo no visto, con el fin de articular, en la disolución de las fronteras, aquello que aparece / desaparece en el medio, como un posible espacio de saber en el que se vislumbran otras formas de habitar el mundo.
Los diferentes escritos que conforman este libro están acompañados por un atractivo hacia las fallas, las fisuras, las hendiduras, las grietas. Se trata de espacios liminales que al ser habitados se vuelven inmensos, a la vez que, metafóricamente, des-bordan y a-bordan, y nos ayudan a ver más acá y más allá, adentro y afuera, adelante y atrás, arriba y abajo, en una continua exploración que resulta de experiencias, cuerpos, posturas, gestos, reflexiones, sentires, en y desde los bordes.
En este sentido, nos orientamos a problematizar las fronteras disciplinarias, sexo-genéricas, engeneradas, amorosas, eróticas, corporales, buscando diluirlas, con el fin de hacerlas fluidas y porosas. Más que tapar agujeros, intentamos abrirlos para romper con los cierres y facilitar lo que ha sido truncado y sujetado en los extremos y en el centro. De esta manera, nos orientamos al descubrimiento de lo indeterminado, lo indefinido, lo espectral, lo fantasmal, todo lo que está íntimamente relacionado con lo inacabado, lo incompleto, lo ambiguo, lo transitorio, que no es visto por la visualidad del panóptico, y cuyos nombres se refieren a lxs jóvenes, las mujeres, lxs afro, lxs queers y lxs trans.
En el a-bordaje de los bordes aparecen diferentes nociones (en algunos casos en forma clara y en otros traslapadas), como “intersticios”, “pliegues”, “umbrales”, “medio”, “intermezzo”, “entre medio”, “entre-verdades”, la “conjunción” y el “Y”, “con”, “exposición”, “arrugas”, “fugas”, “tercero incluido”, “himen”, “lógica excursiva”, los “indiscernibles” e “indecidibles”, la “excepción”, el “entredós”, el “intervalo”, lo “liminar”, lo que nos lleva a pensar que los bordes son asumidos como un dispositivo epistémico. Además, se da una explosión semántica incalculable que podría perderse en la carencia de especificidad e impedir el asumir y apropiarse de forma clara del concepto. Aun así, el reto ha sido grande, ya que se vislumbran posibilidades creativas inconmensurables, dislocamientos situacionales y contaminaciones innovadoras, lo que nos conduce a pensarlos desde la ontología de la relacionalidad.
De acuerdo con lo anterior, no sólo hablamos del problema del ser, aunque hemos preferido el concepto de habitar puesto que, aunque se reconoce en la dificultad de partir con la ruptura de las fronteras en forma independiente y autónoma, esperábamos estar lejos de sustancialismos y de esencialismos. En ese habitar el presente nos ha asistido la preocupación por darle la palabra a los otros y lo otro que han sido excluidos, marginalizados, subalternizados y discriminados, con la intención no solo de reconocerlos, sino de asumirlos responsablemente desde el punto de vista político, social y cultural, en el sueño de que los trabajos presentados contribuyan a la transformación de lo existente y construyan nuevas posibilidades de habitar el mundo en una forma más democrática. “Que la categoría [humano] se elabore en el tiempo y que funcione a través de la exclusión de una amplia serie de minorías significa que su rearticulación se iniciará precisamente en el momento en el que los excluidos hablen a y desde dicha categoría” (Butler, 2006, p. 30). Asimismo, queremos contribuir o proponer otras formas de decir y de narrar orientadas no sólo a la denuncia, sino a establecer o generar reflexiones sensibles sobre otras formas de habitar el mundo para luchar contra su inhabi(li)tación.
Las dificultades de escribir desde esos otros lugares, en contra de prácticas discursivas reduccionistas y excluyentes, se asumen en múltiples lenguajes, en muchos casos apoyados en la disciplinariedad, la indisciplinariedad, la extradisciplinariedad, la multidisciplinariedad, la interdisciplinariedad, pero que insinúan y proponen múltiples tensiones derivadas de las formas en que se ha construido y construyen los cuerpos, las emociones, los placeres, los sentimientos y la razón misma.
En ello encontramos implícitas ideas sobre las estéticas, el espacio, las sexualidades, el género, el lenguaje, la política, la cultura. Con esto también se perfila una apuesta para pensar lo humano como un cuerpo vivo y viviente, pensante, sintiente, inmanente y deseante, lo que nos hace confluir en un sujeto corporizado que se confronta continuamente con los dispositivos maquínicos de una contemporaneidad tecnocapitalista que, a través de nuevas formas del biopoder, busca controlar con diferentes dispositivos las pasiones, los deseos, los sentires; en fin, otras formas de habitar, en su negación. Así, el rescatar un materialismo corporal, basado en la interconectividad cuerpo-mente, permite a su vez la conexión con lo vivo, en una dinámica que vincula el exterior con el interior en sus multiplicidades. Dicha vinculación, además de impedir el eterno retorno de lo mismo, nos vincula con otros en un flujo impersonal de intensidades.
Como sujeto corporizado, como carne que siente, se configura, desde la piel como envoltura y órgano vital, una mirada háptica (capaz de asir) en una contemplación respetuosa, erótica, de la existencia encarnada de otro. También, en dicha orientación hacia el exterior hay una inclinación hacia una ética de la afirmación y la alegría en contra de toda la negatividad y carencia del modelo esquizoide del capitalismo contemporáneo. En la incorporación, corporización, encarnación de la vida, la subjetividad no se reduce a algo fijo y estable, sino al efecto de un proceso que no tiene destinos prefijados con anterioridad. Entender el afecto como potencia es abrir campos de devenires minoritarios en la idea de “desracializar”, “desexualizar”, “desnaturalizar”, la estabilidad de lo Uno, de la identidad en su no movimiento, de la persona y los procesos de personalización en Occidente” (Yáñez Canal, 2014, p. 128-129).
Habitar el mundo de otra manera no es solamente una cuestión de activismo y voluntarismo, mucho menos es algo instrumental, ya que los tránsitos no están desligados de los procesos históricos a los cuales se encuentran anclados. La responsabilidad respecto a los ambientes que habitamos es evidente debido a la capacidad de interactuar y de afectar o ser afectados en grados diferentes. En estos términos, las otras formas de habitar se confrontan con la normatividad y sus normalizaciones, cuyas subjetivaciones derivan del poder y del saber, pero no dependen necesariamente de ellos. La subjetividad es una dimensión que resiste a los poderes y a los códigos (Foucault, 1986), y denota continuos desplazamientos y negociaciones entre diferentes.
Apelamos al acontecimiento para sostener que los procesos de subjetivación de esas otras formas de habitar se producen en prácticas que nos remiten a lo impensado, hacia la ruptura de las fronteras, en franca apertura y flexibilidad y en tiempos discontinuos y dinámicos. Asimismo, los cuerpos en el tiempo son entidades corporizadas e incorporadas, plenamente inmersas en redes de interacción, negociación y transformación complejas con otras entidades y a través de ellas. La subjetividad es un proceso que trata de crear flujos de interconexiones y de impacto mutuo. Aquí la afectividad es la palabra clave y cumple una función estructural en la visión nómada de la subjetividad, relacionada con la temporalidad íntima del sujeto y, por tanto, también con lo que comúnmente llamamos “memoria” (Braidotti, 2009, p. 214).
En los trayectos y trayectorias que se pueden desglosar en lo expuesto anteriormente, el texto se encuentra organizado en varias partes tratando de conjuntar textos afines, que no expresan una continuidad claramente definida y delimitada. De esa manera, el libro contiene estas temáticas y autores/as:
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Una mirada a la asexualidad – Luis Felipe Sfeir-Younis.
La asexualidad pertenece a una larga historia de sexualidades alternativas desde los comienzos de la modernidad en que, de una manera u otra, le han tenido que decir “no” al sexo. En este grupo se ubican los que han querido tener sexo, pero no han podido por algún impedimento fisiológico o psicológico, como los grupos de hombres impotentes o mujeres frígidas (McLare, 2007); los que han querido, pero se les ha negado ese derecho, tales como las mujeres ‘puras’ o ‘totales’ del siglo XIX (Welter, 1996); grupos que quieren placer sin relaciones sexuales, como los ‘masturbadores’ de principios de la época moderna (Laqueur, 2003); grupos que han querido tener sexo, pero se les ha negado la oportunidad con los que ellos(as) desean tener sexo, como grupos homosexuales (Vernon, 1997); y grupos que han querido pero que tomaron la decisión de no tener sexo, como los célibes. Hoy en día, en la posmodernidad, una época de expansiones significativas de las libertades sexuales, han surgido grupos que no tienen ni han tenido ningún deseo de tener sexo, como son los asexuales.
La modernidad está llena de ejemplos en los que las autoridades morales dominantes, religiosas, médicas, políticas o educacionales, utilizaron las mismas estrategias que emplearon para marcar y justificar la esclavización de los africanos (Fausto-Sterling, 1998), la subordinación de las mujeres (Schloesser, 2002), el genocidio de indígenas (Gupta en Bishop, 2013), para también controlar y justificar la marginalización, la persecución y la crueldad contra sexualidades alternativas, definiéndolas en el siglo XIX como patologías, desviaciones, perversiones sexuales o degeneraciones morales que las hacían merecedoras de tan injustos tratamientos.
Hoy en día, frente a la asexualidad, lo no-sexual, estas autoridades morales han sido incapaces de responder, se sienten desarmadas, llenas de sorpresa y hasta espanto frente a una orientación “sexual” a la que no tienen nada que decir, ya que las conductas asexuales no son excesivas, ni los asexuales pueden ser marcados por la posesión de alguna “marca de inferioridad”. Los asexuales no desean, no les interesa ni quieren tener sexo. Aunque la asexualidad podría ser definida por las autoridades como algo “anormal” (Cryle & Downing, 2010), un defecto o una enfermedad (en un cuerpo sano), la asexualidad no justifica el término degeneración o perversión moral, ni tampoco la cura moral se podría aplicar a esta condición sexual (Beccalossi, 2010). La indiferencia, el ridículo, la medicalización y el esfuerzo por hacer de esta orientación sexual algo invisible, parecerían ser sus únicas reacciones.
No sólo las instituciones y autoridades que representan la hetero-normatividad se encuentran perplejas en presencia de la asexualidad, sino también los grupos LGTBI, agrupación que les ha incluido en su seno, ya que muchos ven al asexual como una(o) homosexual tímida(o), una sexualidad que tal vez no merezca ser reconocida como una orientación sexual, una minoría sexual que supuestamente no sufre de prejuicios y discriminaciones de la misma manera e intensidad que los otros grupos dentro de la coalición, lo que hace muy difícil la inclusión de las personas asexuales de lleno como una fuerza significativa en el movimiento de sexualidades alternativas.
En nuestra cultura altamente sexualizada (Weeks, 2004), es muy difícil encontrar una mención sobre la asexualidad en la mayoría de los textos y conversaciones sobre lo sexual. Aunque es probablemente “la conducta sexual” que más ha crecido en las últimas décadas y representa, además, una nueva “orientación sexual”, los estudios sobre la sexualidad no encuentran un lugar adecuado donde ubicar lo “no-sexual”. A la asexualidad la han hecho invisible.
Sin embargo, la curiosidad, la existencia de un “punto ciego” en la literatura académica, el interés por crear un mundo más justo con menos presión de comprometerse con lo sexual, la limitada literatura que existe, y los desafíos que la existencia de la asexualidad confronta a los estudios de sexualidad, han motivado a algunas personas a investigar la asexualidad (Bishop, 2013).
Más que una orientación, para muchas feministas, la asexualidad es una postura política, una negación de la visión sexual predominante de la heterosexualidad, una reacción antisexista, una desexualizacion, y un acto de resistencia contra estructuras heteronormativas y patriarcales en un mundo sexualizado, desigual e injusto. (Przybylo, 2019).
La asexualidad se ubica fuera de lo sexual, en contradicción a lo sexual, fuera del sexo, y una prueba de vida completa sin participar en el mundo del deseo y lo sexual. Es, por un lado, el polo opuesto de lo sexual y las sexualidades y, por otro, una tercera alternativa, en oposición a lo heterosexual y lo LGBTs.
La asexualidad nos obliga a repensar y revisar los conceptos, teorías y percepciones que tenemos sobre la sexualidad en general. Nos presenta nuevos conceptos, hace distinciones importantes sobre lo sexual, y nos revela nuestros propios estereotipos y supuestos que guían nuestras perspectivas sobre lo sexual.
Cuerpos no-pertinentes: Diversidad funcional, performatividad y alianzas queer-crip – Jessica Morales Guzmán.
La mayoría de los cimientos de la subjetividad occidental se caracterizan por matices estáticos, unidimensionales y totalitarios, que enmarcan al “sujeto” como único referente y eje central de toda forma de reconocimiento y producción de saber. Estas maneras de situarlo como amo y señor de sí mismo, de los demás y de todo lo que lo rodea, generan polémica cuando se sitúa en el campo de la discapacidad.
En todo este edificio epistemológico, la identidad convierte al cuerpo en un objeto de control productivo y útil, que es atravesado por los poderes estatal, psiquiátrico, médico, filosófico, político y social.
En esta estructura, se instaura y objetiviza todo proceso subjetivo, en partes generales, convirtiendo el habla, los discursos, la familia, el amor y las relaciones, en planos morales-hegemónicos que se reproducen, verticalmente, de manera unidimensional. Por ende, si la subjetividad es producto de diversas maneras de control, y el lenguaje, como herramienta biofísica, le da sentido al mundo actuando sobre nuestra realidad, todo tipo de recepciones son articuladas y nombradas según nuestra estructura subjetiva. De ahí que, al encontrarse con lo “diferente”, las denominaciones que se le dan a lo diverso se configuran por medio de esquemas monolíticos y peyorativos.
Esto ha llevado a que, a lo largo de la historia, la manera de nombrar las distintas diversidades se haga bajo distintivos ofensivos: maricones, chuecos, subnormales, marginales, marimachas, idiotas o retrasados, lo que establece su existencia por medio del oprobio. Asimismo, diferentes movimientos y teorías enmarcadas en pro de la diferencia, no se interesaban o no daban las respuestas necesarias, fuera de preconfiguraciones recibidas históricamente. Los feminismos hegemónicos, por un lado, no abrían posibilidades a “otras” mujeres, a otros “cuerpos”, al igual que los movimientos tradicionales de discapacidad seguían bajo discursos médicos y en un desconocimiento sobre los temas de género.
Para comenzar, la palabra discapacidad, según raíces latinas, significa “cualidad de ser inválido o de perder una capacidad” y está compuesta por el prefijo dis- (divergencia, separación múltiple), capere (agarrar, tomar, recoger), más el sufijo -dad (cualidad). A su vez, en inglés está compuesta por una raíz causal, el prefijo dis- (que significa no, o ausencia de) y de la palabra habilidad (que significa ser capaz). Por consiguiente, se construirá la persona discapacitada a partir de la no-habilidad, de la ruptura de categorías estéticas, fisiológicas y de la norma.
Este artículo se centra en la percepción de “discapacidad”, a partir de algunas posturas de pensamiento. Históricamente, el paradigma de la discapacidad siempre ha estado presente. Para los griegos, la belleza era símbolo de fuerza, de ahí que las personas con cierta limitación física eran exterminadas o expulsadas de las ciudades; por ejemplo, los casos de infanticidio a quienes fueran deformes o con alguna dificultad física. Platón, en su libro Las leyes, plantea que, para asegurar un Estado ideal debe haber un número de personas, en el que los discapacitados no tienen lugar para ser reconocidos como ciudadanos.
Representaciones mediáticas sobre la diversidad sexual en la prensa escrita. Los casos de los diarios La Patria y Q’hubo en Manizales- Colombia (1985-2015) – Iveth Katherine Collazos Silva – Carlos Yáñez Canal.
En este artículo se realiza un análisis de las publicaciones noticiosas emitidas por la prensa escrita de la ciudad de Manizales (Caldas, Colombia) (diario La Patria y diario Q’hubo) durante los años 1985-2015, con el propósito de identificar representaciones sociales presentadas y caracterizadas por estos medios en torno a la construcción de las disidencias sexuales de la ciudad. A la luz del análisis crítico del discurso, enfocamos la discusión a través de la teoría ideológica de Van Dijk y las aproximaciones sobre las actitudes y acciones normalizadas de construcción de “otros negativos”.
Las palabras claves seleccionadas para realizar el rastreo de prensa fueron comunidad/ población LGBT, gays, lesbianas, homosexuales, travestis, transexuales, prostitutas, trabajadoras sexuales, así como cualquier tipo de enunciación coloquial usada para nombrar a la población LGBT, a las disidencias sexuales y a las trabajadoras sexuales.
El corpus del análisis se realizó en las publicaciones del diario La Patria en los años 1985, 1991, 2004, 2005, 2011, 2013 y 2015 con un total de 144 noticias. Posteriormente esta búsqueda se extendió al diario Q’hubo en los años 1995, 1999 y 2000, con un total de 82 noticias, buscadas en forma intencional, lo que completó el panorama de rastreo de la información.
Memorias vivas: remembranzas de mujeres trans trabajadoras sexuales de Manizales, Colombia. – Morgan Londoño Marín.
Este artículo constituye un desafío al olvido y una afrenta contra el exterminio, que reafirma la vida y reivindica la existencia de las mujeres trans. Se elaboró a partir del desarrollo de espirales de memorias en un grupo focal con las integrantes de la organización Armario Abierto, en donde reunimos los baúles de recuerdos de cada una, compartiendo fotografías, testimonios y archivos significativos para las trabajadoras sexuales trans de Manizales (Colombia). En la primera parte se exponen algunos debates académicos en torno a las construcciones de memoria, que versan sobre sus orígenes, sentidos y alcances y, finalmente, se relatan algunas de las remembranzas recuperadas sobre momentos especiales compartidos con las mujeres trans que viven en nuestros recuerdos.
Las formas de elaboración y difusión de las memorias hegemónicas han sido producidas y emitidas principalmente por “autoridades públicas” del Estado, que prestan su servicio a favor del ejercicio de poder institucional, por medio de la construcción de “discursos oficiales” que centran sus relatos en la repetición detallada de las acciones letales; de manera que llegan a infundir un mensaje paralizante sobre el conjunto de la población. Como alternativa de resistencia frente a estas estrategias de terror, se han propuesto otras formas de construcción de las memorias, que emergen desde los grupos que han sido marginalizados, pues se parte de la apuesta por plantear las memorias como construcciones inacabadas que siempre son factibles de ser disputadas. En este sentido, las memorias vivas se oponen a la realización simbólica del exterminio y potencian las redes de sociabilidad, afectividad y política, desde enfoques que centran los marcos de interrogación en las experiencias vitales, que dejan a un lado el espanto, para convocar al (re)encuentro alrededor de recuerdos revitalizantes que estimulan la acción.
Oquimbalaue – a escrita do corpo: Mulher, teatro e resistência negra – Thalita Moreira, Denise Bussoletti.
Este trabajo busca por la escritura de investigación, defendida como escritura del cuerpo, encontrar una propuesta de resistencia que se afirme por el arte, por la educación y por todo aquello que por los caminos de la ancestralidad se reivindique como actual e imprescindible.
Todo el esfuerzo se da en el sentido de expresar el movimiento de nacimiento y la construcción de un personaje que por el arte y la educación busca construir su identidad de artista/ educadora/ investigadora; en fin, de una mujer que, junto a otras tantas mujeres negras, asume por el texto y por la vida la necesidad de constituirse en autora y protagonista de su propia historia.
“Oquimbalaue” es el nombre de este personaje síntesis que busca expresar no sólo algunos de los movimientos identitarios de las autoras, sino también apuntar a permitir el tránsito, el movimiento por la escritura que promueva el encuentro del objetivo de la propuesta de la investigación pretendida. El silencio impuesto trasciende el sonido y la voz; es una idea, una política. Una máscara representa el colonialismo como un todo. Ella simboliza políticas sádicas de conquista y dominación y sus regímenes brutales de silenciamiento de los(as) llamados(as) ‘Otros(as)’: ¿quién puede hablar? ¿Qué sucede cuando hablamos? ¿Y de qué podemos hablar? (Kilomba, 2010, p.172)
Juventud, ideas en torno a verdades y mentiras: un estudio exploratorio – Liliana Kremer, Paola Bonavitta, María Fernanda Espejo, Youby Jean Baptiste.
En sociedades como las nuestras, patriarcales, capitalistas y colonialistas, las sexualidades no se manifiestan de manera libre y sin estereotipos. Por el contrario, están atravesadas por estereotipos de género y de bellezas occidentalizadas, sexismos, heteronomías, cuerpos hegemónicos y diferentes maneras en las que hemos aprehendido cómo vivir y gestionar nuestros vínculos sexo-afectivos. Asimismo, pensar en la sexualidad nos lleva a reflexionar sobre el amor romántico y su directa vinculación con las violencias sexuales y con las mentiras que sostenemos para poder encajar en un sistema que nos exige ciertos comportamientos predeterminados.
Los mitos del amor romántico terminan sosteniendo violencias de género y sexuales que atraviesan las relaciones en las juventudes. Frente a esto, nos preguntamos: ¿las violencias existen porque la forma en que se ama la incluye? ¿En el amor está todo permitido? ¿Sin límites? ¿Cómo perciben sus peleas los jóvenes que están de novios? ¿Cómo creen y sienten que aman? Existe una tensión entre la violencia y el amor de pareja. La coexistencia de ambos se encuentra en el propio discurso amoroso, que es fragmentario y discontinuo (Barthes, 2001; Bataille, 2010). Desde la noción de erotismo de Bataille (2010), comprendemos que hay contextos de sentido y motivaciones que incluyen a ambos miembros de la pareja que permiten entender el amor vinculado a la violencia. Esto no implica justificar la violencia en tanto fue una provocación de una parte hacia la otra, sino que permite, por un lado, entender el sentido por el cual se dan esos juegos y conductas de placer y agresión en un contexto específico; y por el otro, analizar qué pautas de cortejo (Cosse, 2010) son consideradas como aceptables para estos jóvenes dentro de los umbrales de la relación y cuáles son percibidas como violentas. En estos juegos se materializa la tensión, entre, por un lado, brindar placer, goce, y generar complicidad, risas y diversión; y, por el otro, conflicto, debido a que, por el resultado de ese juego, uno considera que el otro es mentiroso, lo cual trae problemas a la relación.
En este marco, ponderamos el género en los estudios sobre juventud (Elizalde, 2006) pues las mujeres como agentes jóvenes producen prácticas y sentidos específicos vinculados a la violencia en las relaciones amorosas juveniles; y entramados de poder entre los jóvenes, provenientes de las estructuras de género en las cuales se encuentran insertos. Silvia Elizalde (2006), desde una perspectiva materialista, discute el concepto de juventud desarrollado desde la sociología por Mario Margulis y Marcelo Urresti (1996, 2006). Estos autores han interpretado el concepto de juventud como una construcción social, histórica y relacional que se articula social y culturalmente en función de la edad, la generación, la clase social y el género de pertenencia (Margulis y Urresti, 1996).
Los jóvenes son miembros plenos de nuestra sociedad. Participan individual y colectivamente, son co-constructores del contexto con la producción y recreación de prácticas conservadoras, alternativas y resignificantes del mismo, al incorporar diversas posturas y generar procesos de transformación. Son quienes aportan una sensibilidad y oportunidades para materializar y crear, lo que remite a prácticas y relatos emergentes, sin que esto signifique una ruptura con hábitos y costumbres existentes, sino otras formas de relacionarse, de sentir y de hacer desde prácticas culturales, desde sus cuerpos, sus compases, sus expresiones y experiencias objetivas y subjetivas y desde sus vulnerabilidades, oportunidades y resiliencias.
En este trabajo, nos proponemos indagar en la idea de las mentiras como parte de un proceso relacionado con el amor romántico y los vínculos sexoafectivos. Muchas veces, para poder pertenecer y ser parte de estas normas sociales impuestas a través de lo patriarcalmente establecido como amor se avalan ciertas mentiras. A veces mienten, a veces no; como todos. En este artículo buscamos analizar las relaciones existentes entre jóvenes, las mentiras en las que están inmersos y las que generan.
Para ello se abordan cuatro ejes reflexivos. En primer lugar, el tema del amor romántico y las violencias de género en noviazgos juveniles, que permiten sostener sexualidades basadas en opresiones, vacíos y microviolencias; en segundo lugar, abordaremos la mentira desde distintas dimensiones; en tercer lugar, el concepto de juventud; y, por último, su relación con las mentiras, prejuicios y relaciones desiguales. Finaliza con una serie de reflexiones propositivas en torno a las diferencias como valor, que incluye la confianza, la sinceridad, el respeto y la construcción de poder como dispositivos de inclusión y reconocimiento.
Sexualidad, embarazo y maternidad adolescente: las políticas desde los agentes institucionales de educación y salud en contextos de seis países de América Latina – Carlos Iván Pacheco Sánchez y Liz Johana Rincón Suarez.
Este artículo se inscribe en los campos de la sociología de la salud y de la sexualidad y está basado en el análisis de datos secundarios de una investigación en seis países de América Latina titulada “Vivencias y relatos sobre el embarazo en adolescentes: una aproximación a los factores culturales, sociales y emocionales a partir de un estudio en seis países de la región”, bajo el auspicio de las oficinas regionales de Plan Internacional y Unicef. El trabajo de campo fue realizado durante el año 2012 y los autores participaron en el diseño de la investigación, en el trabajo de campo, en la realización de informes de país y en la elaboración de un informe final no publicado.
En este trabajo se tomó la decisión de realizar un análisis de los datos secundarios de la investigación original. Primero, porque los autores participaron del diseño original, de la construcción de los datos y subsecuentemente de las bases de datos cualitativas que se analizan; segundo, porque algunas de las categorías analizadas en un informe final que sí fue publicado y que, a juicio de los autores, siguen siendo relevantes para el fenómeno de estudio; tercero, porque los significados de adolescencia y sexualidad y su relación con la maternidad adolescente desde los campos de la sociología de la salud y la sexualidad pueden aportar claves novedosas al fenómeno de estudio; cuarto, porque el estudio de la maternidad adolescente en las última década ha hecho énfasis en los determinantes próximos e intermedios de la fecundidad, con escasa relación o apenas nominal a determinantes estructurales, y los datos recabados pueden contribuir de manera relevante a dilucidar esta relación. Como un último elemento clave para abordar un nuevo análisis es necesario plantear que el fenómeno de la maternidad adolescente sigue siendo considerado un problema de salud pública en la región de América Latina y, pesar de los esfuerzos realizados por los diferentes países, la tasa específica de fecundidad adolescente sigue siendo la segunda más alta del mundo (61 por 1000 mujeres entre 15 y 19 años), después de África subsahariana (109 por 1000 mujeres entre 15 y 19 años) (OPS, UNFPA & UNICEF, 2018) En este sentido, analizar los datos de investigaciones anteriores con nuevas preguntas, desde otras perspectivas, puede aportar a la comprensión y enfrentamiento del fenómeno.
El embarazo adolescente se asocia a múltiples factores como la pobreza, el bajo nivel educativo y la deserción escolar, que dificulta posteriormente la inserción en el mercado laboral y, por ende, la obtención de insuficientes recursos económicos, que perpetúan estas trampas de pobreza (Flórez, 2005; Henao et al., 2007; Salazar et al., 2007; Silva, et al., 2008). Asimismo, la iniciación temprana de la vida sexual se relaciona como un determinante del embarazo en adolescentes (Silva, et al., 2008; Lion et al., 2010). Otros autores suman como causa el poco conocimiento sobre salud sexual y reproductiva que tienen adolescentes y jóvenes (Barker et al., 2007; Pallitto y Murillo, 2008; Haldre et al., 2009) y las actitudes negativas hacia el uso de métodos anticonceptivos por parte de ellos, que se derivan de la desinformación y mitos socioculturales en el tema, (Florez, 2005; Lion et al., 2010). Estos aspectos mencionados se agregan a problemas en los sistemas de salud, como las barreras de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la anticoncepción moderna, que se presentan con más frecuencia cuando se trata de menores de edad (Montoya et al. 2011). Estudios muestran que algunas veces el embarazo puede ser deseado, por ejemplo, como un elemento de sentido a trayectorias vitales de violencia, exclusión y falta de reconocimiento (Nieto et al. 2011).
Este abordaje conceptual requirió establecer miradas paralelas y profundas de los niveles estructurales, de la interacción relacional y los biográficos e íntimos que circulan en los cuerpos, las sexualidades y las emociones de las personas. Por un lado, es necesario entender que esas tres nociones que orientan la investigación hacen parte, y surgen en la práctica y en el encuentro de sistemas culturales, de sistemas de significados y de experiencias mayores y es solo dentro de ellas, como parte de ellas que adquieren sentido completo (Sahlins, 2003).
El significado que el embarazo de una joven puede tener en un contexto determinado, surge del encuentro de, por ejemplo, la tradición campesina andina católica a la que la joven pertenece, con su cotidianidad en un barrio popular en una urbe latinoamericana, donde la noción de adolescencia es fuertemente cultivada por el estado y por los medios de comunicación. Investigar estos contextos implica prestar mucha atención a la noción de encuentros, choques y contactos culturales, así como a las relaciones de poder que se generan en esos nuevos espacios construidos. Los poderes que circulan en las relaciones definen los miedos, las prevenciones y las formas en las relaciones (Pacheco et al., 2007).
En términos generales, la propia condición de pobreza y vulnerabilidad de las/os adolescentes y sus familias de origen, junto a la situación socioeconómica de los propios centros educativos y de salud, aparecen como factores determinantes tanto del número y formación de los profesionales, como de las carencias de recursos materiales que posibilitarían un ejercicio más apropiado de la maternidad adolescente.
Tras esta descripción de los artículos que contiene el libro, quedan sensaciones que comienzan a alimentar imágenes que invitan a pensar en darle continuidad a lo iniciado, sin pretender abarcar el universo de los intersticios y de los bordes, que se hacen irreductibles.
Aun así, hemos dado espacio a la imaginación en que el otro, lo otro y los otros brillan en su ausencia/presencia, arrojándolos en un mundo cuya existencia irrumpe en los bordes de la diferencia. Se ha buscado, en cierta forma, la excedencia en una circularidad que abre y flexibiliza las fronteras; queda en el aire la idea de que los bordes y de lo que deriva va más allá de la representación y que surge como una sombra que nos transporta al umbral del pensamiento o al pensamiento del umbral.
(*) Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)