Por Inés Ksiazenicki (*)
Las nuevas-viejas formas de la derecha en Argentina pretenden dar una “batalla cultural” que hunde sus raíces en viejos aparatos de exclusión y segregación. La autora —docente de la Facultad de Ciencias Sociales— centra la atención en la manera en que se resignifican las marcas coloniales y profundizan sus efectos en un contexto de radicalización de la derecha neoliberal.
El actual contexto sociopolítico argentino habilita una oportunidad para pensar la vigencia de la colonialidad en estos territorios; para recuperar lenguajes en revisión que invocan reconocimientos pasados y reivindican una necesaria afirmación de posturas —teóricas, epistémicas y, fundamentalmente, políticas—.
La profundización del neoliberalismo y la “nueva” máscara de la afirmación de la derecha en Argentina, que enuncia una pretendida “batalla cultural”, traduce una afrenta al pensamiento, a la construcción colectiva de conocimientos, a los vínculos solidarios, al reconocimiento no violento, y hunde sus raíces en viejos aparatos de exclusión y segregación que asoman, queriendo afirmarse.
La desarticulación de espacios, instituciones y lógicas de protección social, que redunda en una creciente precarización de la vida, instituye la dimensión material de la afrenta ideológica y cultural y es por ello que deberíamos pensarlas enlazadas. La vulneración de derechos, la acción sobre las condiciones de vida de la gran mayoría de la sociedad y, en ella, de las trabajadoras y los trabajadores de las universidades y organismos científicos despliega procesos de descolectivización del pensamiento por precarización de la vida.
La avanzada contra el pensamiento y la crítica, dispositivos de resistencia y definición de horizontes alternativos, se manifiesta en una libre demonización del pensamiento y en una deliberada destrucción de sus espacios y condiciones de posibilidad. Lo extremo de este gesto simbólico- ideológico– material reclama nombrar la vigencia de las marcas que contribuyen con ella: marcas coloniales que denotan jerarquías intactas, que auspician la enunciación del racismo, el desprecio, la violenta intervención en cuerpos y vidas y, ¿marca de este tiempo? su brutal impunidad.
¿Cómo pensar, entonces, la actualidad?
Proponemos una vía que recupere la mirada sobre la colonialidad, pero que la invoque re-interpretando en este contexto particular las claves analíticas que nos ofrecen los marcos que la enuncian; reivindicar una perspectiva centrando la atención en la manera en que se resignifican las marcas coloniales y profundizan sus efectos en un contexto de radicalización de la derecha neoliberal. Dar cuenta que su apuesta manifiesta por la atomización, la vivencia solitaria del deterioro, el cuestionamiento de un conjunto de sentidos políticos construidos durante décadas de reconstrucción democrática, la duda inquisidora que señala y fija al/la otro/a, manifiesta no sólo una posición política, sino un proyecto de largo plazo que reivindica la continuidad de violentas desigualdades.
Proponemos recuperar un concepto que Mario Rufer ha puesto a disposición recientemente, el de “sujeto teórico”, para contribuir a demarcar un posible lugar de enunciación y un modo de tomar posición epistémica, teórica, política. Investirnos de esa imagen nos devuelve una “triple inscripción”: la —nuestra— “marca irreversible de la experiencia colonial”, “la crítica necesaria a la experiencia de alterización” y la “búsqueda” de una “manera de registrar formalmente en el discurso esa potencia local: un modo de la escritura”.1
El reconocimiento de esa “marca irreversible” y la posibilidad de tomar la palabra en/desde esa condición —asumiendo la potencia de enunciar desde allí— puede tomarse hoy como ventana de oportunidad para un ejercicio interpretativo del presente argentino que interpele algunos sentidos instalados. La precarización de la vida que se profundiza y la búsqueda por erosionar la dimensión crítica de nuestro pensamiento colectivo pueden ser también oportunidad de revisar los marcos desde los que significamos la experiencia política de este tiempo, encontrando en los márgenes la posibilidad de disputa a la configuración de un orden excluyente, racista, violento, de reconocimientos individuales y desconocimientos colectivos.
¿Cómo nombramos el desprecio a la democracia? ¿Cómo reconocemos las formas que asume en el contexto actual? ¿Midiendo el grado de cumplimiento de procedimientos institucionales? Los límites que se le imponen a la profundización de un proyecto neoliberal de derecha y a sus efectos devastadores, ¿residen en los edificios normativos o anidan en la construcción colectiva de resistencias?. Si bien estas son preguntas vigentes, no son preguntas novedosas. La construcción de las respuestas demanda nuevas interpretaciones vinculadas al nuevo contexto sociopolítico. Por eso la apuesta, aquí, por recuperar lenguajes, modos de nombrar, que reconozcan dimensiones novedosas en manifestaciones conocidas y ancladas en largos plazos. Recuperar lenguajes críticos latinoamericanos subalternizados como estrategia de resistencia, evidenciando desde su uso que a la afrenta ideológica y cultural implicada en la disputa política actual subyace una decidida voluntad por reafirmar sentidos y relaciones coloniales de dominación.
La extrema individualización se presenta como forma de desactivación de las resistencias. Al mismo tiempo, la constante y provocadora discusión de los acuerdos democráticos coloca la discusión sobre la democracia en torno al mínimo requisito para reconocer su presencia: la existencia de elecciones periódicas, competitivas y la “renovación” de representaciones. Ese gesto desaloja la centralidad de la discusión sustantiva sobre la calidad democrática, su dimensión participativa, su alcance en la transformación de las condiciones socioeconómicas de precariedad de grandes mayorías. La atención se corre y es, entonces, cuando la discusión se encorseta. Un Estado mínimo o inexistente es también, en términos sustantivos, una democracia mínima o inexistente.
La apuesta de este escrito supone no reducir el avance destructivo a la dimensión material que, mediante la limitación de recursos, constriñe nuestras capacidades de construcción colectiva de conocimiento en ciencias sociales (que implica siempre una posibilidad de disputar sentidos políticos hegemónicos). Implica reconocer que la afrenta ideológica y cultural demanda, además de estrategias de resistencia que reivindiquen la protección de derechos y la des-precarización de la vida, respuestas a esas “batallas culturales” libradas que reafirman la colonialidad desplazando la igualdad y, fundamentalmente, disputando el sentido de la libertad.
(*) Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
1Rufer, Mario (2022): La colonialidad y sus nombres: conceptos clave. Buenos Aires/México: CLACSO, Siglo XXI.