Por Marisa Perticarari, María Eugenia Issaly y Melina Ahualli
A 15 años de la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), su implementación no puede ser concebida como una gestión instrumental. Las autoras -docentes e investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la UNC- proponen pensar esa tarea como un ejercicio de escucha activa y atenta de las demandas de las y los jóvenes, sus gritos y reclamos, sus argumentaciones y necesidades, así como sus silencios.
Llega la batalla,
y contra él estalla,
algún día va a escampar.
Y como sale de esta,
quiere la respuesta,
sabe que no es escapar.
Hoy que raro que lo mira,
y a su boca se le olvida,
lo que una vez quiso explicar.
“Va a escampar” / La Vela Puerca
Pensar la educación sexual nos confronta con lo limitante o lo imposible del tema. La Educación es, en sí, una utopía. Educar a un otre que es pensante y protagonista de su propia existencia, va a implicar siempre intersubjetividades y acompañar en parte, pero no del todo. Educar en sexualidad es, antes que nada, una construcción desde el comienzo de la vida, y es también lo que nos remite al tabú de la cultura y al orden de lo íntimo; implica adentrarnos en las configuraciones de géneros, en las subjetividades particulares, con deseos, fantasías y frustraciones también.
A la educación sexual la entendemos como meta, como utopía a desplegar en niñez y adolescentes. Desde este lugar, es que, con el transcurrir de las décadas, se vio incrementada la idea de darle contenido formal dentro de la educación formal. Solo con información puede alguien decidir, solo con información puede alguien ser responsable y también libre. De manera formal y también informal, desde la educación “en clase” y hasta en cada charla, postura, diálogo con les estudiantes de nivel inicial, primario y secundario.
Es un sueño que data de mucho antes que sea ley, para que se desarrollen, para evitar riesgos innecesarios y para que se construya desde valores empáticos y solidarios. Menudo sueño, gran utopía. Algo desde lo posible, algo desde lo quimérico.
¿Por qué este largo proceso?, ¿por qué quince años para bajar estrategias de cumplimiento de una ley de derechos en salud y educación? ¿Por qué algunos sectores sociales e institucionales regresionan cientos de años cada vez que la ley “quiere bajarse”? ¿Bajarse de dónde? Lemas preocupantes a los ojos de las ciencias sociales como “no te metas con educación de mi hijo/a” o “de eso me ocupo yo” suenan a retroceso, suenan a temores, suenan a botín de guerra, ¿quién se adueña de la sexualidad de niñas, niños y adolescentes?
La ley es clara, la escuela tiene la obligación de dar ese derecho. Quince años pasaron de su sanción, muy poco se ha hecho, muy poca gente capacitada al respecto, muchas contradicciones institucionales para programar acciones pertinentes. Tres años, muy claros de demandas fuertes y concisas de adolescentes que enfatizan y peticionan la necesidad de afianzar o recrear la ESI en sus escuelas. Peticiones que existen desde antes de la ley, ya instituidas, algunas tergiversadas y a veces mudas; incluso después de “egresar” o de eyectarse de las escuelas siguen resonando en las aulas universitarias o en la calle desde un simple “así de mal la dictaban en mi escuela” o “no teníamos educación sexual integral”.
El itinerario que se fue trazando en las incorporaciones de los programas nacional y provinciales consecuentes de la ley, revistió una complejidad de mayor protagonismo por parte de estudiantes. De variadas formas y modos comunicacionales, se sumaron a lo existente: numerosas políticas educativas al respecto e intentos de proyectos institucionales y de organizaciones sociales. Así, en marcada complejidad, se fue pintando el panorama actual.
Si bien los estudiantes en estas décadas democráticas fueron expresando y/o criticando las formas de dar educación sexual, en estos últimos años las demandas se han transformado en una interpelación a modo de Grito, que se traduce también en otras temáticas relacionadas, como la ley de legalización del aborto, los nuevos modos de vinculación cibernética, entre otras. Grito que fue incentivado e interpelado de muchas formas por la rigidez y/o flexibilidad de las instituciones.
Este empuje de fuerza adolescencial fue atravesado también por la pandemia de COVID-19, dejando el interrogante de si se hacía posible la ESI en el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio, es decir, en contextos de encierro y vulnerabilidad.
En la provincia de Córdoba se improvisaron políticas y actividades programadas de “cómo dar ESI en pandemia”, si esto es posible…
“… al incluir la apelación al semejante y al Otro social, la demanda, la acción o la inhibición del adolescente impone al cuerpo social -la política, la economía y las ciencias- la necesidad de algún tipo de respuesta”.
Cartolano, 2006[1].
Demandar, pedir, interpelar
“El adolescente cuenta con una ventaja: aun sin saberlo, en muchas circunstancias inaugura una experiencia, no sólo individual sino también social. Si las condiciones psíquicas y el medio le son relativamente favorables, y la represión como defensa no lo ha limitado demasiado, contará con la posibilidad de dar a conocer su capacidad transformadora…”
Cartolano, 2006[2].
Pedir, interpelar, no se trata sólo de la confrontación con el mundo adulto sino del descubrimiento del universo que lo rodea, con las contradicciones de lo social y el esfuerzo de las generaciones juveniles por ser partícipes protagónicos de su tiempo, en las construcciones de sí mismos y de la sexualidad.
¿Por qué decimos que lo central, al pensar las acciones de la ESI después de una década y media, son las demandas de les jóvenes? La definición básica de demanda habla de petición o solicitud de algo[3], pudiéndose volver en una exigencia o un derecho; podríamos pensar que replantearnos este tema a los quince años de la sanción de la Ley 26.150 es pensar justamente como en la adolescencia, los quince años simbolizan en nuestra cultura la “edad de las ilusiones”, la ilusión del replanteo revisionista en las formas de dar ESI en nuestras escuelas, escuchando sus pedidos y debates.
Les jóvenes suelen debatir críticamente aspectos formales de la ESI, inclusive dándose cuenta de cierto desconocimiento de lo que “es”. Escucharles es revisar –luego de 15 años- qué se pretende en esas formalidades educativas, cómo crear espacios y estrategias al respecto. Escucharlos desde los silencios que algo dicen o en los pedidos de pasillos a docentes y equipos técnicos, pondría más énfasis en lo que necesitan, ya que, en nuestro país desde el enorme debate en 2018 para la sanción de la Ley de Legalización del Aborto, el pedido (Grito) se materializó en palabras, en marchas, y en rebeldías que urgieron a accionar.
“Claro, conocerse más a uno ¿no? Entender algunas cosas que nos pasan. Por ejemplo, por ahí nos pasa algo y no entendemos… y tener ese derecho, a saber y a conocernos, tanto como personas como conocer nuestro cuerpo, cómo funciona o también cómo funciona al otro”.
(Estudiante de 6to año)
“O sea tenemos como talleres, pero re poco… pero no explican sobre la ESI en sí, sino cómo poner un preservativo y esas cosas”.
(Estudiante de 5to año)
El contexto pandémico ¿un problema más en este itinerario de varios años?
La disrupción de la cotidianeidad en las instituciones escolares durante la pandemia abrió a otras escuchas. El encierro, la no presencialidad en las aulas, las tensiones en algunos sectores sociales por la falta de recursos tecnológicos para “cursar” la escuela, hallaron a muches estudiantes en intentos de sobreadaptación a sus vivencias y vicisitudes, intentando asumir el devenir, darles continuidad a sus cotidianeidades y seguir yendo a la escuela sin ir. Interrogarlos sobre qué pasó con la ESI durante estos procesos, que aún están siendo, permitió visibilizar un silencio reflexivo, ya no como demanda, sino como postergación de la misma; como si construir la sexualidad y el género también quedara postergado en casas y habitaciones privadas.
Escuchar que en las escuelas no se está trabajando desde la ESI en pandemia y en algunos casos nunca la han trabajado, lleva a pensar ¿está la ESI en cuarentena?, ¿desde cuándo? Si antes de la pandemia se daba ESI, ¿qué tipo de educación sexual se daba?, ¿era integral?, ¿apuntaba a las necesidades de les jóvenes?
Estos interrogantes no dejan exenta la paradoja de pensar también en cómo repercute en las vidas de estos jóvenes dar ESI en contextos de vulnerabilidad. ¿Es positiva para su salud integral o es una forma de “calmar” las instituciones en el “algo hay que hacer al respecto”?
Como dicen les chiques de la ciudad de La Plata, “¿Dónde está mi ESI?”, desafiando a acompañarles, a reentramar la Ley después de 15 años, en una exigencia discursiva que supere las lógicas de información de lo biológico-reproductivo y cis-hetero-normativo, proponiendo a las instituciones que se dé ESI con un enfoque desde la perspectiva de género. Enfoque que tanto le costó incorporar a la ley. Si bien es cierto que acompañarles, “asusta”, desafía, interpela, ya muches actores institucionales han podido hacerlo, aún en tiempo de pandemia. Invitan a “jugarse” a debatir a puertas abiertas su desarrollo sexual integral, marcando una política educativa de sentido verdaderamente democrático.
Entonces, ¿con cuánto compromiso se está dispuesto a escuchar las demandas de estes adolescentes? ¿Qué se debe hacer? ¿Cómo acompañar? ¿Cómo escuchar lo que ha sucedido mientras la ESI estuvo en cuarentena?
Estas reflexiones e interrogantes intentan colarse en los espacios que rediscuten los procesos educativos en pandemia. Aunque resulte redundante, en estos tiempos de permanentes cambios y acomodaciones, se espera que estas palabras ofrezcan mayor argumento para incluir más a les estudiantes como partícipes protagónicos de co-construcciones en la educación sexual, modificando escenarios y siguiendo sus necesidades, para que esos procesos estén más acorde a sus subjetividades.
“…muchos subestiman a los alumnos. Muchos piensan que los pibes van
solamente a escuchar lo que ellos van a decir, que no tienen voz, y que
no saben absolutamente nada. Se equivocan.” (estudiante de profesorado)
S. Duschatzky. Una cita con los maestros. 2008
[1] Cartolano E. Adolescencia y subjetividad: tiempo de tomar la palabra, pp. 182. En Rotter Hornstein M. (comp.) 2006. Adolescencias: trayectorias turbulentas. Buenos Aires: Paidós.
[2] Cartolano E. Adolescencia y subjetividad: tiempo de tomar la palabra, pp. 184. En Rotter Hornstein M. (comp.) 2006. Adolescencias: trayectorias turbulentas. Buenos Aires: Paidós.
[3] Diccionario de la Real Academia Española. Tomo I. Vigésima primera edición. Madrid. 1992