Viejas discusiones en nuevos odres: sobre el adoctrinamiento

Por Silvia Servetto (*)

El Gobierno nacional impulsa una reforma legislativa para “penar” el “adoctrinamiento” en las escuelas argentinas. Según el vocero del presidente, Manuel Adorni, el Gobierno creará un “canal” para que padres y alumnos puedan denunciar “la actividad política que no respete la libertad de expresión” o cuando “no sientan que se esté respetando su derecho a educarse”. Más allá de las trampas discursivas que contiene lo enunciado por el vocero en su conferencia de prensa diaria; Servetto considera relevante reflexionar sobre tres cuestiones: la enunciación en sí; el adoctrinamiento y el experimento.

Estás llamando a un gato con silbidos

El futuro ya llegó

Llegó como vos no lo esperabas

Todo un palo, ya lo ves

(Patricio Rey y los Redonditos de Ricota; 1987)

El pasado 5 de abril recibí un mensaje de texto de una periodista de Canal 10 preguntándome si podía darles una nota sobre el “proyecto de ley para penar el adoctrinamiento en las escuelas” que anunció esa misma mañana el portavoz de la Presidencia, Manuel Adorni. Días anteriores, más específicamente el 2 de abril, se habían cumplido 42 años de la Guerra de Malvinas. Se realizaron actos en homenajes a los héroes y caídos en guerra y, en varios municipios se invitó, como es habitual, a veteranos de la misma para honrar su patriotismo. En la localidad de Verónica —partido dev Punta Indio de la Provincia de Buenos Aires—, el acto tuvo repercusiones mediáticas cuando una profesora de Historia dió su discurso y planteó que “los medios de comunicación convencieron a la sociedad que ir a la guerra estaba bien y que era necesario”. Al parecer, los veteranos después de escuchar eso, se sintieron ofendidos y se retiraron del acto1.

El tema había sido mencionado en varias oportunidades por el Presidente Javier Milei; incluso en campaña presidencial, hablaba del “adoctrinamiento de las escuelas”2. Ya electo como Presidente el 10 de diciembre del año 2023, continuó con similares declaraciones, entre las cuales, la más contundente fue la realizada en el acto de apertura del ciclo lectivo 2024 del colegio privado “Cardenal Copello”, ubicado en Villa Devoto (Ciudad Autónoma de Buenoas Aires). Ante la pregunta de un estudiante sobre por qué cree que su propuesta política impactó entre los más jóvenes, el Presidente respondió “porque no están tan expuestos al lavado de cerebro que realizan las escuelas públicas y privadas”3.

Pero el detonante, para el anuncio presidencial del proyecto de ley que mencioné al principio de este texto, fue el acto en el municipio de la localidad de Verónica. Cuesta pensar: ¿qué había de adoctrinamiento en el discurso de la profesora de historia?, ¿decir que los medios de comunicación habían sido cómplices de la dictadura era tomar partido por una verdad histórica?. Eso no es una opinión, no es una versión intencionada de los hechos sociales. Hay estudios de investigadores en las ciencias sociales que muestran y demuestran el accionar de los medios de comunicación. ¿Es adoctrinamiento o negación?.

Ahora, más allá de las trampas discursivas que contiene la frase “enviar un proyecto” —porque no se fija fecha aproximada del envío, ni se da cuenta de su elaboración/redacción sino que se enuncia—; considero relevante reflexionar sobre tres cuestiones: la primera sobre la enunciación en sí; la segunda sobre el adoctrinamiento; y la tercera acerca del experimento.

Con respecto a la primera me pregunto si el interés es enviar un proyecto de ley al Congreso, en este caso sobre prohibir adoctrinamiento, o si lo que se busca es producir un efecto inmediato y mediático, un shock, que mantenga a la población ocupada en las declaraciones anunciadas y enunciadas diariamente. ¿Se busca saturar de estímulos a las ciudadanas y los ciudadanos, una especie de efecto similar al que provocan las redes sociales? Si así fuera, volveríamos a la vieja discusión sobre qué es ser ciudadano.

Byung-Chul Han —filósofo y ensayista surcoreano— planteaba en “La Sociedad del cansancio” (2012) que en el capitalismo tardío la forma de la vida no pasa por el disciplinamiento que producen fuerzas externas al individuo como puede ser la fábrica, la escuela, la iglesia, tal como lo planteaba Michel Foucault, sino que vivimos en sociedades con un exceso de estímulos, hiperestimulados en cosas para ver, escuchar, hacer. Saturados y exhaustos del exceso. Para el autor, el efecto de esta forma de vida capitalista es el agotamiento, el cansancio, cuyo síntoma se muestra en la depresión por no poder con la exigencia devenida en autoexigencia: “no-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión” (2012:26)

Alain Ehrenberg, sociólogo francés, a fines de los años noventa en su texto “La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad” (2000) advertía sobre los riesgos del exceso de (y en la) individualidad en las sociedades contemporáneas.

La depresión inicia su éxito desde el momento en que el modelo disciplinario de gestión de conductas, las reglas de autoridad y de conformidad respecto de las prohibiciones que asignan a las clases sociales, como a los dos sexos, un destino, ha cedido ante las normas que incitan a cada uno a la iniciativa individual, impulsándolo a convertirse en uno mismo. Consecuencia de esta nueva normatividad, la responsabilidad entera de nuestras vidas se aloja no solamente en cada uno de nosotros, sino también, en la misma medida, en el nosotros colectivo (…) Esta manera de ser se presenta como una enfermedad de la responsabilidad, en el cual domina el sentimiento de insuficiencia. El deprimido no está a la altura, está cansado de haberse convertido en sí mismo (2000:12)

Si pensamos en los 100 días de gobierno liberal, ¿acaso no padecemos de cansancio fruto de la exigencia vertiginosa por descifrar constantemente mensajes verdaderos y falsos al mismo tiempo?, ¿será la hiperactividad, el sobreestímulo o la sobreexigencia el sentido mismo de la formación de un sujeto social?.

Los libertarios niegan lo social, se jactan del individualismo, del ser uno/a mismo/a y deberse a uno/a mismo/a, el individuo hacedor de su propio destino, que no le debe nada a nadie, puede solo/a romper barreras, derribar muros, avanzar. Para ellos, lo social es un invento de nostálgicos/as que viven en comunidades. Niegan la historia minúscula, hecha por hombres y mujeres que andan de a pie, sólo existe la historia mayúscula, de grandes hombres con espíritu heroico, capaces de vencer el mal en nombre del bien. Miran un futuro lejano, lo cotidiano no les preocupa, el presente es un problema de gente ordinaria, necesitada de resolver la inmediatez.

La segunda cuestión es sobre adoctrinamiento. La discusión sobre el adoctrinamiento en las escuelas no es nueva. En los años de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, en nombre del adoctrinamiento político se censuraron profesores/as, contenidos, autores, canciones, etc. Por ejemplo, en matemática se dejó de enseñar la teoría de los conjuntos por considerarla marxista, se quemaban o tiraban libros de autores considerados comunistas.

Hoy pareciera reeditarse esa vieja discusión sobre el lugar de la escuela en la conformación de los sujetos sociales. Esto permite al menos dos reflexiones: por un lado, hay un reconocimiento –a contramano de las preocupaciones contemporáneas sobre las escuelas- de la eficacia escolar en esa conformación, aún cuando la solución sea aniquilarla; y por el otro se evidencia cierto desconocimiento o, en todo caso, falta de asesoramiento, sobre los límites de cualquier adoctrinamiento. Supongamos por un minuto que efectivamente las escuelas –como cualquier institución- no se dediquen a la enseñanza de los contenidos culturales que la sociedad definió como imprescindibles para ser trasmitidos a las próximas generaciones, sino que se dedique al adoctrinamiento entendido como imposición de una ideología o creencia determinada. ¿Podríamos pensar hoy que los y las estudiantes no cuentan con capacidad para cuestionar lo que se les impone?. En épocas de redes, internet, de múltiples socializaciones, de culturas juveniles atravesadas por variedad de gustos, intereses, estilos, códigos, etc., ¿hay lugar para un pensamiento único como exige el adoctrinamiento? Pierre Bourdieu (2002) utilizaba el concepto de histéresis para explicar el desfasaje entre el ritmo de la historia y las disposiciones individuales o grupales.

Esta especie de Don Quijote que pelea contra molinos de viento me lleva a plantear el tercer aspecto, acerca de la noción de experimento. Por un instante quisiera pensar al revés, no como víctimas del experimento neoliberal o ultraliberal, sino como hacedores de un experimento/producto cuyo origen se encuentra en el desarrollo de la sociedad. Un experimento que nos devuelve la imagen de lo que somos capaces de crear, un resultado de la sociedad que ella misma produce.

Si retomamos los planteos de Byung-Chul Han y Ehrenberg sobre los peligros de una sociedad individualista, sea en versión de rendimiento, autoexplotación o exceso de responsabilidad, es probable que contemos no sólo con un Quijote que lucha contra enemigos residuales, sino también con un Frankenstein social, hijo de una sociedad que lo ama, odia, desconfía, confía, desconcierta….

Pero, tal vez lo monstruoso de lo creado no se encuentre en esa imagen que nos devuelve. Al fin y al cabo, todos/as somos hijos/as de nuestra sociedad y nuestro tiempo. Tal vez el horror anide en que lo creado nos ignora, nos desconoce, no nos ve; que son, en definitiva, versiones de la inexistencia social.

(*) Investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).


3 La conferencia completa se puede escuchar aquí.

 


Bibliografía citada

Byung-Chul Han (2012) La sociedad del cansancio. Barcelona. Herder

Bourdieu, Pierre (2002) La distinción. México. Taurus.

Ehrenberg, Alain (2000) La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad. Buenos Aires. Ediciones Nueva visión.

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