Palabras que remontan a un país en llamas

Por Ana Gorlero García (*)

El Grito”, un libro de Florencia Abbate publicado en 2016, es un abanico de voces que relatan la Argentina en plena crisis del 2001, sin desconocer un pasado que aún latía muy cerca. Gorlero García arma una hoja de ruta que atraviesa los cuatro cortes de esa obra y enraíza en ese toque artístico, político y filosófico que tiene la pieza literaria. Desde allí, emergen referencias intelectuales que decoran de cultura a la novela y le dan el pulso de la época a esa Argentina de clase media, habitada por cuatro personajes de la capital de un país en llamas.

En su primera novela, Florencia Abbate abre el juego a permitirnos conocer otros puntos de vista de la trágica Argentina del 2001. En tan solo 132 páginas la autora recorre la historia de nuestro país desde el golpe militar hasta el estallido final que nos dejó, incluso, sin presidente; pero lo hace de una manera peculiar, dinámica y entretenida al ponerlo en primera persona, o mejor dicho, en cuatro personas.

La obra está compuesta por cuatro capítulos, titulados de manera peculiar; cada uno de ellos tiñe de un tono puntual el manojo de páginas, porque su título encuentra, siempre, la manera de entrar en relación con la trama de la historia. Cada capítulo presenta la voz de algún personaje, quienes dan una perspectiva única a los grandes tópicos que aborda Abbate: la violencia, el amor, la crisis, los tabúes, la soledad y las drogas. Enlazados, siempre, a la Argentina crítica, los gloriosos años noventa y el boom capitalista.

Con sus historias distintas entre sí, cada uno de los narradores logra alcanzar alguna fibra personal del lector. La escritora camina entre la empatía, la desesperación, la bronca, la indiferencia; y conectar con aquel que se enfrenta a su novela con frases sumamente familiares y arraigadas en nuestra cultura: “es un vago atorrante”; “tiene que ir a laburar”; “si tiene hambre que trabaje”, o, el clásico nacional, “por eso estamos como estamos”.

En este libro, la autora deja en claro que es imposible conocer “la realidad” desde un único punto de vista. Gracias a un fluido juego de voces, Abbate remonta a la nueva Argentina democrática para situarnos exactamente en diciembre de 2001 con un puñado de ficciones, que se sienten como puros testimonios, para ponerle un tinte literario a nuestra historia. Para traer al presente. Para no olvidar.

Cada uno de los cuatro narradores va y vuelve en sus historias personales. Ninguno olvida. Todos fueron interpelados por las injurias de los milicos, a veces en carne propia y otras en sus seres más queridos. Todos son humanos, dolidos, buscan seguir adelante y se aferran a un presente caótico, tratando de sobrevivir, pero sin desconocer un pasado que aún late muy cerca.

La novela la abre Peter. Un hombre que le escribe una carta a Horacio para contarle los retorcidos caminos que fue tomando su vida. Peter está sometido a una cínica y humillante relación con Óscar, a quien ama profundamente pero que torna su relación en la más tóxica y que lo arrastra, incluso, a un intento de quitarse la vida.

El segundo capítulo, Luxemburgo, tiene la voz de Horacio. Un hombre que es abandonado por su compañera un 31 de diciembre. Desde su departamento, analiza las relaciones amorosas que dejaron una huella en su vida, su militancia, el exilio, la relación con su hija; y finalmente, siente su vacío más grande cuando una familia de cartoneros celebra el año nuevo en su casa que ahora siente como completamente extraña.

Federico, un joven que no encuentra su camino en la vida, que está en pareja con una chica, que cambió innumerablemente de carreras y que nunca trabajó; narra durante todo el capítulo el día de su cumpleaños. En una semana caótica del 2001, se enfrenta a un presente desolador que lleva a que se cuestione la relación que tiene con su padre, su vínculo con Violeta y su relación con su hermano Agustín. Cuando decide cambiar su vida, el contexto no lo acompaña.

Clara, una escultora enfrentada a la soledad de la enfermedad, con una relación complicada con su padre, y con su hermana viviendo en el exterior, encauza todas las historias de la novela en el último capítulo, de una manera atrapante y desgarradora.

Marat- Sade, Luxemburgo, Warhol y Nietzsche titulan los cuatro cortes de la obra y enraizan ese toque artístico, político y filosófico que tiene la pieza literaria. Desde allí, emergen referencias intelectuales que decoran de cultura a la novela y le dan el pulso de la época a esta Argentina de clase media que habitan cuatro personajes de la capital de un país en llamas.

Todos, de una manera u otra, quedan atrapados en el corralito del 2001, en el seno del caos, en el medio del gas lacrimógeno y parece, por un instante, que todos hacen marcha atrás en su mente y vuelven a un escenario que ya conocen, que no olvidan y que no quieren olvidar.

Tal vez, la novela de Abbate sirva para desandar caminos, para hacer un poco de memoria, para poder cuestionar(nos) a donde estamos ahora. Tal vez, podemos pensar que esta crisis del 2001 es un poco la crisis del 2023. Donde algunos ponen entre signos de interrogación la democracia, nuestra moneda, nuestros desaparecidos, nuestra historia. Tal vez, y solo tal vez, la historia de Abbate podría ser reescrita ahora tomando los testimonios (o ficcionalizando) la vida de un par de personas y volver a pensar nuestro presente sin olvidar nuestro pasado, para tomar decisiones mejores para nuestro futuro.

(*) Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

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